El punto rojo de la demolición en Mocoa

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Por: Jorge Herrera

«Los puntos rojos son las casas que serán derrumbadas, las verdes no entrarán en el proceso de demolición«, dijo uno de los hombres que se encontraba parado en las ruinas de su casa.

Desde otra vivienda, en ruinas, su propietario aseguró que no va a permitir que se la tumben, porque, según él, el Estado no  les ha dicho que va pasar con ellos y sus propiedades.


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Según el director de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, Carlos Iván Márquez, la decisión está precedida por un análisis de patólogos de infraestructura  que llegaron de Bogotá.

La anciana que cuida el rastro de su vivienda arrasada

Luego de comerse un pollo sudado con yuca, María Ortenza Cuaces, una anciana afectada por la avalancha, caminó lento y con la cabeza agachada, luego se sentó a cuidar el lote en el que antes estuvo construida su casa y que fue arrasada aquel 31 de marzo en Mocoa.

La vivienda quedaba en el barrio El Progreso y había sido construida hace 28 años con la ayuda de la comunidad Los Pinos y un sacerdote que María Ortenza recuerda con el nombre de padre Jorge.


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Maria tiene 72 años de edad,  cabello negro desordenado, lucía un vestido de color beige y unas chanclas color café. Ella aprovechó cada minuto para repasar con su mirada triste, una y otra vez, el lote dónde 14 días antes dormía cómodamente.

Diho que vivía sola en una de las dos habitaciones que tenía la casa, la otra se la arrendó a una señora.

«El arriendo que cobraba era para pagar los impuestos, ahora no trabajo ni tengo forma de hacerlo», dijo María mientras juega con su mano izquierda, la derecha la perdió en un trapiche cuando era adolescente.

La noche en que los zapatos bailaron

Esaba en casa cuando su nieta golpeó y gritando dijo: «abuela se está entrando el agua» y ahí mismo se levantó a sacarla con una escoba sin comprender lo que estaba por venir.

«Yo sacaba mucha agua con la escoba y mi nieta con el balde, fue imposible. Cuando ya entró mucha, los zapatos quedaron bailando», dijo María.

Por causa de la avalancha, según la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo, murieron 321 personas, 103 están desaparecidas y 46 cuerpos no han sido reclamados.

¡Mamá su casa desapareció!

Sacó lo que pudo y se marchó, en medio de la tempestad, a buscar una parte más segura; el río ya se posesionaba de todo el terreno, iba tumbando o inundando lo que a su paso se le atravesaba.

«Yo no miré como se cayó mi casa, la que vio fue mi hija, me dijo: mamá la casa suya se desapareció ya no hay nada», contó mirando las ruinas.

De la propiedad lo único que quedó fue el tanque de enjabonar la ropa y la baldosa del patio. «La borró la avalancha», señaló.

Doña Ortenza dijo, mientras señalaba el lote, que en lo que fue su casa se reunía con sus hijos, nietos y toda su familia.

«Nos hacíamos y tomábamos tinto. Los niños iban a jugar», dijo al tiempo que acariciaba el cabello de su nieta.

¡Me voy a vivir al monte como Ardilla!

En Mocoa más de 2.900 personas son damnificadas por la avalancha piden por las calles y reciben ayudas en los albergues, algo similar le sucede a doña Ortenza, quien camina por la cuadra destapada y barrosa de su barrio; dijo que andar de un lado para otro pidiendo ayuda es «muy penoso».

«Ahorita estoy pidiendo ayuda. En la cuadra estamos haciendo ollas comunitarias», explicó tirando el brazo al aire.

Como doña María, cientos de damnificados no van a los albergues porque prefieren permanecer frente a sus terrenos, así ya no existan las casas, porque quieren que se les garantice que se les repondrá en las tres hectáreas que el Gobierno anunció en el centro de Mocoa, lugar en el que se construirán 300 viviendas, según lo reveló la ministra de Vivienda, Elsa Noguera.

La señora María no se cansa en repetir la tristeza que le embarga al saber que tiene que irse de su terreno porque así lo ha ordenado el Gobierno Nacional por considerar que el lugar donde estaba la vivienda es zona de alto riesgo.

«Aquí estoy presente en mi terreno para que el Estado me colabore y me diga que va pasar conmigo, o bueno Dios sabrá para dónde me toca ir», señaló.

«De pronto me aburro de todo esto y me voy a vivir como una ardilla», dijo resignada y antes de soltar una carcajada.

http://www.bluradio.com/nacion/el-punto-rojo-de-la-demolicion-en-mocoa-137694


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