Pensé que me había tocado vivir de todo en cuanto al mal servicio de algunas empresas de transporte terrestre con presencia en el Putumayo, pero me equivoqué. Me faltaba un capítulo aún más amargo con una empresa foránea a la que el departamento le abrió sus puertas: Cootranshuila.
Fue el jueves 4 de julio en el trayecto de Mocoa a Bogotá. Escogí esta empresa porque mis experiencias con Cootransmayo no han sido buenas. Pero como dice el refrán: en tierra de ciegos el tuerto es rey, y al lado de esta empresa opita, la transportadora local queda como una reina.
Llevábamos apenas unos 40 minutos de viaje y a la altura del kilómetro 19 en la ruta Mocoa Pitalito, el bus falló. Según dijo el conductor, presentaba un problema con la guaya de la caja de cambios, lo que nos impedía seguir.
Después de unos cuarenta minutos con el bus apagado en medio de la nada, y al ver que a pesar de los esfuerzos del conductor por reparar el daño, no había solución, decidí llamar a dos números celulares que aparecen en la puerta del bus: la repuesta fue vaga: “vamos a ver qué solucionamos”.
Frase se quedó solo en eso: meras intenciones, porque la empresa nunca mandó a un carro por nosotros. Sin más opción, empezamos a sacarle la mano a cuanto carro pasaba. Entonces paró un bus de Transipiales que iba con destino a Cali. El conductor de ese bus aceptó llevarnos a los 18 pasajeros, no sin antes acordar con el conductor del bus varado que en la taquilla de Cootranshuila le pagarían nuestro pasaje.
Nuestro conductor nos dijo que en Pitalito nos estaban esperando con un bus para continuar con el viaje hacia Bogotá. Nada de eso fue cierto. Siendo la una de la mañana arribamos finalmente a Pitalito y no había: ni bus, ni plata para pagarle al conductor de Transipiales pues la taquilla de Coostranshuila estaba cerrada. Estábamos solos, botados en medio de la nada.
Llamé insistentemente a los números celulares de Cootranshuila para pedirles que nos auxiliaran pero nunca contestaron. Como estaba viajando con mi hijo de ocho años, decidí irme a buscar un hotel para hospedarnos y volver al día siguiente, cuando los encargados de los teléfonos celulares se dignaran a contestar y cuando estuvieran abiertas las taquillas de la empresa.
Hice el reclamo correspondiente a la persona encargada: le dije que además de embarcarme en un bus hacia Bogotá lo antes posible, debían reconocerme lo que había gastado en hotel, taxis y desayuno por culpa de su ineficiencia e irresponsabilidad. En total eran 84 mil pesos soportados con sus correspondientes facturas.
La respuesta me sorprendió: me dijo que me iban “a dar” 50 mil pesos. De manera vehemente pero respetuosa le dije que no le estaba pidiendo limosna y que yo sólo reclamaba mis derechos como usuario de su mal servicio, con el cual había resultado perjudicado.
Finalmente accedieron a pagarme el total de los gastos y me enviaron en un bus para Bogotá. Para rematar esta historia les cuento que escogí a esta empresa porque vi unos buses muy nuevos con servicio de internet Wifi, cosa que resultó “paquete chileno” pues nunca me puede conectar en mi ipad. Ni en el bus varado (16500), ni en el bus 17500 que me trajo hasta Bogotá.
Ahí les dejo el dato…
– Ricardo Solarte OjedaPeriodista especializado en Economía y Negocios
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