Somos colombianos antes que rivales políticos

Por Carlos Mauro Rosero

𝐕𝐢𝐯𝐢𝐦𝐨𝐬 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨𝐬 en los que la 𝐩𝐨𝐥𝐢́𝐭𝐢𝐜𝐚 parece haberse convertido en una 𝐭𝐫𝐢𝐧𝐜𝐡𝐞𝐫𝐚 desde donde 𝐝𝐢𝐬𝐩𝐚𝐫𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐣𝐮𝐢𝐜𝐢𝐨𝐬, 𝐢𝐧𝐬𝐮𝐥𝐭𝐨𝐬 y 𝐨𝐝𝐢𝐨𝐬. El 𝐟𝐚𝐧𝐚𝐭𝐢𝐬𝐦𝐨 nos 𝐜𝐢𝐞𝐠𝐚, y en medio del ruido olvidamos lo más esencial: todos nacimos en esta misma tierra, llevamos el mismo tricolor en el corazón y compartimos un destino común como colombianos.

Un 𝐞𝐣𝐞𝐦𝐩𝐥𝐨 reciente es el del 𝐬𝐞𝐧𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐌𝐢𝐠𝐮𝐞𝐥 𝐔𝐫𝐢𝐛𝐞, señalado por presuntas irregularidades en contratos de obras públicas. Mientras unos claman justicia, otros lo defienden a capa y espada, y los ataques personales se vuelven feroces. Este caso ilustra cómo la polarización convierte en enemigo a quien debería ser objeto de un debate justo y transparente.

Pero 𝐧𝐨 se 𝐭𝐫𝐚𝐭𝐚 de 𝐩𝐞𝐧𝐬𝐚𝐫 𝐢𝐠𝐮𝐚𝐥, 𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐝𝐞 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐞𝐭𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬. Podemos discrepar sobre el manejo de los recursos públicos o la forma de hacer política, pero no podemos permitir que esas diferencias se transformen en odio. El resentimiento no construye, el respeto nos reconstruye.

𝐄𝐥 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝𝐞𝐫𝐨 𝐩𝐚𝐭𝐫𝐢𝐨𝐭𝐢𝐬𝐦𝐨 no es 𝐠𝐫𝐢𝐭𝐚𝐫 una 𝐛𝐚𝐧𝐝𝐞𝐫𝐚, sino actuar con 𝐚𝐦𝐨𝐫 por 𝐞𝐥𝐥𝐚. Amar a Colombia es buscar la paz, el entendimiento, el diálogo y la justicia. Es exigirle cuentas a nuestros gobernantes sin caer en la difamación; es impulsar la transparencia sin dejar de reconocer la dignidad de cada persona.

𝐇𝐨𝐲 más que 𝐧𝐮𝐧𝐜𝐚, 𝐡𝐚𝐠𝐚𝐦𝐨𝐬 un 𝐚𝐥𝐭𝐨. Reemplacemos el 𝐬𝐞𝐧̃𝐚𝐥𝐚𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 por el 𝐞𝐧𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐫𝐨. Dejemos de ver al otro como amenaza y recordemos que es, como tú y como yo, un compatriota.

𝐐𝐮𝐞 el 𝐚𝐦𝐨𝐫 por 𝐂𝐨𝐥𝐨𝐦𝐛𝐢𝐚 sea más 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞 que 𝐜𝐮𝐚𝐥𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫 𝐢𝐝𝐞𝐨𝐥𝐨𝐠𝐢́𝐚. Que nuestra esperanza en el futuro se construya con respeto, con 𝐮𝐧𝐢𝐝𝐚𝐝 en la 𝐝𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐢𝐝𝐚𝐝, y con la 𝐜𝐨𝐧𝐯𝐢𝐜𝐜𝐢𝐨́𝐧 de que la 𝐩𝐚𝐳 verdadera solo nace cuando 𝐝𝐞𝐣𝐚𝐦𝐨𝐬 de 𝐨𝐝𝐢𝐚𝐫𝐧𝐨𝐬 y 𝐞𝐦𝐩𝐞𝐳𝐚𝐦𝐨𝐬 a 𝐫𝐞𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐞𝐫𝐧𝐨𝐬.