“Todos estamos deseosos de convertirnos en pequeños cuidanderos”

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Mons. Joaquín Humberto Pinzón Güiza, obispo del Vicariato de Puerto Leguízamo-Solano.

A orillas del río Putumayo, en la Amazonia colombiana, se encuentra el Vicariato de Puerto Leguízamo-Solano, creado en el 2013. El obispo Joaquín Humberto Pinzón Güiza, misionero de la Consolata, es originario del departamento de Boyacá, en el centro de Colombia, y ha visto nacer, crecer y cambiar el Vicariato Apostólico de Puerto Leguízamo-Solano que él dirige desde su creación en febrero del 2013. Desde entonces han transcurrido cinco años y alrededor las cosas han cambiado, particularmente tras los acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Mons. Pinzón Güiza y sus colaboradores han elegido seguir el camino de la sostenibilidad ambiental para defender un territorio único pero ambicionado y muy frágil. Un esfuerzo complicado: los explotadores de la Amazonia son muchos (mineros ilegales, compañías petroleras, productores de coca, madereros, etc.) y no parecen dispuestos a retirarse. Y se aprovechan también de la ausencia del Estado.

Paolo Moiola, colaborador de Noticias Aliadas, conversó con Mons. Pinzón Güiza sobre la situación actual y el futuro de la Amazonia colombiana.

Mons. Pinzón, su vicariato incluye municipios de tres departamentos diferentes: Putumayo, Caquetá y Amazonas. ¿Cómo describiría este territorio?
Estamos ubicados en el corazón de la Amazonia colombiana. Pero al mismo tiempo estamos en las fronteras de la Amazonia peruana y ecuatoriana.

En otras palabras, no sólo nos encontramos en un contexto amazónico sino también de frontera. Para muchos, el río Putumayo nos divide, pero para nosotros no es así. Como dice el padre Gaetano Mazzoleni, misionero de la Consolata que ha vivido aquí durante mucho tiempo, el río nos une. El río nos da la posibilidad de movernos, de encontrar los productos para alimentarnos. Es nuestra “autopista fluvial”.


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Interesante la terminología que utiliza: autopista fluvial, autopista de agua.
En este contexto amazónico donde no existen carreteras, el río es nuestra autopista. El río es la posibilidad de desplazarnos y ponernos en comunicación con otras poblaciones y otros contextos. Es nuestro espacio de vida que nos pone en comunión con los habitantes de esta Amazonia sudcolombiana, norperuana y norecuatoriana.

Durante mucho tiempo —por motivos políticos, económicos y culturales— se afirmó que la Amazonia estaba despoblada a pesar de que estaba habitada por pueblos indígenas. Incluso hoy, en el imaginario colectivo, la Amazonia es sólo bosque y ríos, pero también están sus habitantes.
Cuando hablamos de habitantes de la Amazonia, debemos hablar de pueblos, culturas y familias para integrarlos. Todos somos pobladores de este territorio, pero con características muy particulares y precisas. En este Vicariato, por ejemplo, hay muchos pueblos ancestrales, como los murui (de la familia Huitoto), los inga, los koreguaje, los siona, los kichwa.

Los pueblos indígenas son los habitantes originales, pero hoy ya no son sólo ellos.
Sí, a lo largo de la historia, por diferentes motivos y circunstancias, llegaron aquí otras personas para buscar mejores condiciones de vida o para escapar de la violencia presente en otros territorios. Hoy los llamamos campesinos, antes se les decía colonos. Esta definición era rechazada por los interesados: “No somos colonos. No vinimos a colonizar. Somos habitantes de este territorio “. Al mismo tiempo, han crecido las dimensiones de las ciudades y sus poblaciones. En resumen, la Amazonia actual alberga diferentes experiencias humanas.

Hasta hace unos meses, Puerto Leguízamo y toda esta región estaban bajo el control de las FARC. ¿Han cambiado los acuerdos de paz la situación?
Sí, la han cambiado. La mayoría de los miembros del movimiento han ido a los lugares de concentración establecidos por el gobierno. En dos territorios del Vicariato permanecen pequeños grupos disidentes. En particular, vino un grupo del Oriente —conocido como la disidencia del Frente Primero— y otros grupos locales que se salieron del Frente 48. Sin embargo, podemos afirmar que la situación ha cambiado porque las guerrillas ya no ejercen ese control social que tenían en gran parte de este territorio Lo que falta ahora es una respuesta del gobierno central. La gente se pregunta: ¿Hoy quién ejerce la autoridad en estos lugares? ¿Quién mandará de ahora en adelante? Hay incertidumbre. Existe el temor de que lleguen otros grupos fuera de la ley y de que puedan asumir el control que antes ejercían las FARC.


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En resumen, la gente, por un lado, está contenta con el cambio, pero por el otro hay confusión por la falta de respuestas del gobierno con respecto al vacío de poder que se ha creado.

Los acuerdos de paz no parecen haber cambiado la economía de la coca, que continúa siendo producida en cantidad.
Es cierto: la producción de coca continúa. Poco ha cambiado esto. Es más, según algunos, la producción ha aumentado. Es necesario reflexionar sobre el hecho de que la gente sigue cultivando y la producción creciendo. El problema hoy es la comercialización. Anteriormente las FARC hacían de intermediarias, hoy falta este paso. Por lo tanto, la producción ha aumentado pero la comercialización ha disminuido. La gente sigue considerando que el cultivo de coca es una actividad vital, pero está preocupada por el aspecto comercial. Por todo esto, sobre la cuestión de la coca debería hacerse una reflexión especial.

Es muy difícil vivir como campesino. Por el contrario, con unas pocas hectáreas de tierra —se habla de tres— cultivadas con coca, se puede vivir. A veces incluso bien.
Con tres hectáreas de coca se puede vivir si las familias tienen necesidades limitadas [La producción promedio en cada hectárea cultivada es de 1.45 kg de pasta básica de cocaína (datos de Simci-Unodc); siendo el precio de un kilo equivalente a unos US$1064]. También es cierto que el movimiento de dinero generado por el narcotráfico ha aumentado las necesidades. El problema real es que no existe una política de sustitución, una alternativa que permita a las familias abandonar el cultivo de la coca para dedicarse a otras actividades que les permitan no sólo vivir sino vivir dignamente.

Otro problema que parece expandirse está relacionado con la minería, en particular la ilegal conectada con la búsqueda de oro.
La minería ilegal es un problema bastante serio, porque al ser ilegal no existe ningún control. Llegan y se instalan en lugares donde pueden esconderse de los ojos de las autoridades. Esto genera una situación muy difícil porque practican la actividad sin aplicar métodos que reduzcan los efectos sobre el medio ambiente. Estas personas sólo están interesadas en extraer el mineral, en este caso el oro, sin ninguna precaución que permita mitigar el impacto ambiental.

Según el Estudio Nacional del Agua 2014, toneladas de mercurio son vertidas en los ríos colombianos. ¿El problema afecta también al río Putumayo?
Sí, en el río Putumayo se utiliza el mercurio. Esto ha generado y sigue generando problemas. Contaminando el río, se contaminan los peces y, por lo tanto, a las personas que los consumen. Poco a poco, las personas se llenan de este metal que el organismo no está en condiciones de tratar.

En el vecino Ecuador y el norte del Perú, las empresas petroleras [Ecopetrol (Colombia), GranTierra (Canadá), Monterrico (Perú), Amerisur (Gran Bretaña)], están destruyendo la Amazonia y contaminando los ríos. ¿Cómo es la situación aquí en Colombia?
Respecto a las compañías petroleras, en el norte del Putumayo, en particular en la zona de Puerto Asís, se están realizando exploraciones para ver si existe la posibilidad extraer petróleo. En este momento, se están llevando a cabo diálogos con las comunidades locales, aunque algunos de estos están viciados por intereses económicos. La gente no está suficientemente preparada y, así, sucede que, con un poco de dinero, a veces se la compra. Las personas no tienen la posibilidad de tomar conciencia del impacto que las actividades petroleras pueden producir.

Su Vicariato organizó en noviembre del 2017 una minga amazónica fronteriza. ¿Por qué usaron el término minga?
Minga es una palabra quechua que significa ofrecer algo a cambio de otra cosa. En la práctica, se traduce en una experiencia de trabajo comunitario que beneficia a todos y en la que todos aportan lo que tienen. En otras palabras, todos ponemos nuestros esfuerzos en una causa común para obtener un beneficio común. Por eso quisimos dar a nuestra reunión de reflexión la categoría de minga. Crear un espacio para la reflexión común.

El lema continuamente recordado durante la minga fue “Amazonia, contexto de vida que une orillas”. Explíquenos mejor en qué consiste esta unión.
Aquí en Puerto Leguízamo se reunió [del 6 al 8 de noviembre del 2017] un buen grupo de personas de Colombia, Perú y Ecuador. Tuvimos como invitados a los obispos de San Miguel del Amazonas (Perú), de San Vicente del Caguán y de Florencia (Colombia). Tuvimos personas que se mueven desde perspectivas diferentes a la eclesial: personas de las administraciones (como el alcalde de Puerto Leguízamo), de organismos ecuatorianos, de organizaciones ambientalistas.

Todas ellas instituciones y personas interesadas en el cuidado de este contexto de vida. Todas reunidas por una causa común: cómo ser habitantes responsables que busquen un desarrollo sostenible, que no sea dañino sino que, por el contrario, proteja el contexto amazónico en el que nos encontramos viviendo.

De la minga todos salimos contentos y deseosos de transformarnos en defensores de este territorio y de este espacio de vida. Instituciones públicas, ambientales y eclesiales. Todos estamos deseosos de convertirnos en pequeños cuidanderos.

Entonces, en la época de la explotación de la Amazonia, ustedes quieren ser custodios, defensores, protectores: una bella responsabilidad.
El lema completo de la minga fue: “Somos territorio, somos pobladores, somos cuidanderos”. La última palabra no está en un castellano perfecto: en realidad, debería ser cuidadores. Pero la hemos usado porque es un término que usan las personas de aquí cuando confían su campo a alguien para que lo cuide bien. Entonces, no explotadores, sino por el contrario cuidanderos.

Para noviembre del 2019 está convocado un sínodo para la Amazonia. ¿Se puede decir que su minga lo anticipó?
Podríamos decirlo, pero sería una respuesta un poco soberbia. Hemos soñado y proyectado esta experiencia de minga de noviembre del 2017. Podríamos decir que anticipamos el sínodo. Pero la verdadera respuesta es que el papa Francisco nos ha desafiado con la contribución de Laudato Si. La encíclica Laudato Si ha sido un regalo para la humanidad. Sepamos que es una propuesta del papa no sólo para la Iglesia, sino para toda la humanidad.
Viviendo en este territorio nos hemos sentido muy en sintonía. No sólo con Laudato Si, sino con la sensibilidad ecológica de este papa.

¿Qué tan importante es la educación en la defensa de la Amazonia?
Necesitamos un sistema educativo que nos ayude. Hasta ahora nos han acostumbrado no sólo al consumo, sino al consumo sin límites. Necesitamos una educación nueva, basada en otra mentalidad, que nos haga personas responsables en el uso de los recursos. El mundo nos pide que seamos responsables con el planeta, con nuestra casa común, con la naturaleza que Dios nos ha regalado. —Paolo Moiola / Noticias Aliadas.

Leyenda/crédito foto: Mons. Joaquín Humberto Pinzón Güiza /Paolo Moiola

Fuente : ComunicacionesAliadas


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