Menos princesas y más alcaldesas

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“Los votos de las mujeres son los más difíciles de conseguir”. Así lo afirmó Claudia Cabrera, alcaldesa de Policarpa, Nariño, en el encuentro de la Red de Alcaldesas realizado el pasado 12 y 13 de octubre en la ciudad de Bogotá. En el ejercicio de su liderazgo, Claudia entendió que para lograr mayor participación de las mujeres, era necesario empoderarlas. Por ello desde que ejerce como alcaldesa, más del 50% de su gabinete es liderado por mujeres y en los procesos de contratación con terceros, exige como requisito que por lo menos el 50% de los contratistas sean mujeres. Esta experiencia contrasta con la resistencia que genera en el sector político las acciones positivas y temporales -cuotas- para lograr mayor participación en los cargos de designación y elección.

Una razón que explica el desinterés de las mujeres en apoyar candidatas a cargos de elección popular es la cultura machista que cuestiona y evalúa duramente a las mujeres que asumen roles por fuera de los tradicionalmente asignados por la sociedad. Se espera que las mujeres sean calladas, de casa, de “buenas maneras”, que no hablen duro, que no cuestionen y no generen conflictos. Mujeres tradicionales, dependientes, esposas buenas, como las antiguas “princesas Disney”, figuras clásicas con las que muchas mujeres crecieron y se identificaron. Pero… Claudia, la alcaldesa, como la mayoría de lideresas sociales y políticas, son todo lo contrario.

De acuerdo con la Federación Colombiana de Municipios – FCM-, 132 de los 1101 municipios que tiene Colombia, es gobernado por mujeres. Esto representa tan sólo el 12% del total de autoridades locales. Una cifra muy baja si se tiene en cuenta que las mujeres representan el 52% de la población colombiana. En ciudades capitales y en 7 de los 32 departamentos (Risaralda, San Andrés, Putumayo, Vichada, Guainía, Guaviare y Amazonas) ninguna mujer es la máxima autoridad local.

Para contrarrestar el déficit de mujeres en cargos de decisión política, distintas organizaciones sociales y de cooperación internacional han desarrollado campañas e iniciativas legislativas. Las más significativa y a la vez controversial ha sido la Ley de Cuotas de 2003 y 2011 que establece la inclusión de mujeres en al menos un 30% en los cargos de designación y en la distribución de las listas a cargos de elección en cuerpos colegiados.


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Si bien quienes se oponen a las cuotas argumentan que las listas son “rellenadas” con mujeres que no tienen perfil de liderazgo, lo cierto es que esta medida de discriminación positiva obliga a pensar en las mujeres a la hora de definir la distribución del poder. En la madurez, apertura y visión de los líderes de los partidos está en reconocer los liderazgos de las mujeres de las comunidades -que son muchas- por encima de los amiguismos del círculo político tradicional masculino y de sus mujeres familiares sin antecedentes de liderazgo comunitario y legítimo.
TWITTER @linamariaarango

Fuente : ElDiario


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