Por : Guido Revelo Calderón
A raíz de las intensas lluvias que acompañaron el fin del año 2016 e inicios de 2017 se me vino a la cabeza formularme preguntas absurdas con el propósito de que me ayudaran a resolver algunas controversias que surgen a raíz de las fiestas tradicionales y no tradicionales que celebramos en el Putumayo por esta época.
Siempre he pensado que muchas veces es conveniente hacerse preguntas absurdas, locas, ilógicas aparentemente, para obtener en veces respuestas cuerdas, sensatas, o nuevas por lo menos. Hipotéticamente, ruego que nunca suceda en la realidad, me pregunté: que pasaría con las fiestas si una catástrofe (terremoto, vendaval, etc.) ocurriera en los días previos al 5 y 6 de enero, por ejemplo? Contando con la responsabilidad de los gobernantes de turno y la sensatez por parte de la población, me dicen que lo obligado sería suspender tales programaciones para esos días y dejarlas para el año siguiente. No tendría sentido festejar el 5 y 6 de enero en marzo, abril, o cualquier fecha que no sea la acostumbrada. El tratamiento cultural para este tipo de situaciones nos dice que aquello de la fecha es algo muy, muy importante en la celebración de festividades que nacieron por iniciativas populares. La fecha es una característica no negociable para entenderlo en términos de acuerdos financieros, o es un inamovible para entenderlo en lenguaje de resolución de conflictos; la característica de recurrencia en la fecha hace que sea un referente cultural muy importante para el pueblo, sin discusión.
Ya en contexto, para el caso del Putumayo mestizo (léase bien: del Putumayo, y no de Putumayo, como gramaticalmente algunos necios nos quieren enmochilar), donde celebramos unas fiestas tradicionales y experimentamos intentando algunos eventos novedosos que procuran buscar y construir identidad cultural, ¿ qué sucede ? Abordar este tema requiere, en mi concepto, conocer un poco la realidad socio cultural de nuestro territorio y por disponibilidad de espacio voy a hacer el esfuerzo extremo de sintetizarla. Una de las fiestas populares más importantes en la parte andina de nuestro departamento, me refiero al Valle de Sibundoy –hoy a escasa hora y media de Pasto- , es el 5 y 6 de Enero, Carnaval de Blancos y Negros (no incluyo aquí el Carnaval del Perdón, pues tiene otras connotaciones y protagonistas). Si viajo al otro extremo del departamento, Puerto Leguízamo, esas fechas le dicen muy poco a la gente leguizameña, pues durante mucho tiempo su fiesta popular más importante fue el San Pedro, que al igual que los opitas, lo celebran en el mes de Junio. Es una muestra palpable de lo diverso que culturalmente es nuestro territorio. Hoy, los leguizameños intentan dar continuidad a un evento de características propias de su contexto, el Encuentro Trifronterizo, en procura de buscar y construir la tan trillada identidad.
Un recorrido desde el Valle de Sibundoy hasta Puerto Leguízamo (pasando por Mocoa, su capital, y demás poblaciones) nos arroja un dato que me nace asumir como una medida cultural, nos habla de una escala: la distancia vial que desde Nariño separa a un pueblo del Putumayo mide el grado de intensidad con que se viven esas festividades del 5 y 6 de enero. A mayor cercanía de Pasto, mayor importancia reviste el 5 y 6 de enero. Ello tal vez explica porqué muchos pueblos distantes unos, otros menos, (nótese que siempre me he referido a la población de colonos) han visto surgir fiestas y eventos populares con los cuales se creen mejor identificados. En Mocoa, Puerto Asís, Puerto Caicedo, La Hormiga, Orito, San Miguel, Puerto Leguízamo tenemos ejemplos de ello.
Si la pretensión de estas festividades que han ido surgiendo (seguramente surgirán otras, porqué no?) es lograr que la gente se apropie de ellas -construcción de identidad-, entonces van camino a convertirse en una tradición del pueblo. Me permito aquí una pausa para aclarar que en el mundo de lo cultural las cosas funcionan de manera diferente al mundo de lo político: por regla general, las festividades se vuelven tradición (costumbre que se transmite de padres a hijos) por iniciativa y participación del pueblo, no por decreto, resolución, o mandato de un gobernante. Esto último es secundario y le corresponde a esa segunda instancia validarlo mediante actos administrativos si así lo considera.
Previos estos conceptos, lo normal es que en el tema que nos atañe surjan preguntas polémicas, a manera de ejemplo: si la mal llamada regata (encuentro con su río, diría yo) que va en vías de volverse una festividad tradicional y que este año por condiciones de la naturaleza no permitió realizarse el 3 de enero como es costumbre, ¿tiene sentido celebrarla en fecha diferente? Se trata solamente de respondernos si con ello coadyuvamos a construir culturalmente lo que queremos. Refiriéndonos a los nuevos eventos que pretenden identificarnos como pueblos fronterizos en unos casos, amazónicos en otros, considero es muy temprano, nunca para abrir la discusión, pero sí la valoración de su impacto y contenido cultural, que nos va a indicar el aporte a nuestra construcción identitaria. La receptividad y acogida por parte del pueblo, juez supremo, los convertirá o no en festividades recurrentes…. y así las cosas… solo el tiempo lo dirá !. Tradición en estos casos es asimilable a tiempo…y bastante tiempo!
Mocoa, Putumayo, Enero de 2017