‘Un modelo de educación que transforma vidas’

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Samuel Román, en Sabana de Torres (Santander), estudia Producción de Biomasa. Foto: Claudia Rubio / EL TIEMPO​

Gracias a la televisión cerrada, en 5 años Edupol graduó a 320 personas. El 90% de ellas ya trabaja.

Es martes. Aún no son las seis de la tarde y dos de los salones de un pequeño centro educativo de Sabana de Torres (Santander) están llenos.

Profesores no hay. Cuando el último estudiante llega, cierra la puerta. Las miradas observan un televisor instalado en lo alto de la pared, encima de un tablero que hace rato nadie usa.

En la pantalla aparece la imagen del ingeniero Jeffrey León, que saluda a los asistentes. Se silencian. La clase va a comenzar.


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Así, desde la distancia, el ingeniero León da inicio a una cátedra que se extenderá por las siguientes tres horas.

Los 32 jóvenes y adultos presentes estudian Tecnología en Gestión de la Producción de Biomasa Energética, uno de los programas que ofrece la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Llega a esa región de la misma forma en que lo hacen las telenovelas o los noticieros.

La estrategia la desarrolló Edupol, una empresa que por medio de un canal privado de televisión satelital, y en alianza con instituciones como la Universidad Autónoma de Manizales, la Tecnológica de Bolívar, la Universidad Autónoma de Bucaramanga, la Corporación Universitaria Iberoamericana (y próximamente la Jorge Tadeo Lozano), se ha dedicado en los últimos cinco años a llevar programas técnicos, tecnológicos y profesionales, y hasta maestrías y diplomados, a regiones del país donde, en su mayoría, la población no tiene acceso a la educación superior.

La estrategia cuenta hoy con 30.000 estudiantes activos y teleaulas en 430 puntos de 31 departamentos.


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Todas están dotadas con equipos electrónicos que les permiten a los alumnos tomar sus clases e interactuar no solo con el profesor –que responde preguntas en tiempo real a través de la pantalla del televisor–, sino con compañeros de rincones remotos del territorio nacional que toman la misma clase de manera simultánea.

Esto último lo hacen gracias a una plataforma virtual, por medio de la cual tiene acceso a un chat y pueden generar foros para resolver dudas o dejar comentarios, así como descargar material de estudio, realizar ejercicios e incluso ver de nuevo las clases, porque las sesiones quedan grabadas.

Los testimonios

Dos horas antes de que iniciara su teleclase, Samuel Román recorría las instalaciones de una de las plantas extractoras de aceite de palma que hay en Sabana de Torres y en la que trabaja desde hace cuatro años en medio del calor abrasador de las calderas. Todo lo que sabe de la clasificación del fruto de la palma y su procesamiento lo aprendió empíricamente en ese lugar.

Ahora, quiere graduarse para mejorar sus condiciones laborales y sus ingresos. Por eso, los martes, cuando termina su turno a las 5 de la tarde, se quita casco y botas y se enrumba hacia el centro asociado de Edupol. Está en segundo semestre del programa de biomasa y ya empieza a aplicar lo aprendido en sus áreas de trabajo. Hoy es el coordinador de laboratorio de la planta y es responsable de una operación en la que se procesan hasta 15 toneladas de fruto de palma cada hora.

“Cuando empecé, era operario de cargue. Llenaba las vagonetas para pasarlas a los hornos. Ahora, con la carrera, puedo ascender a director de planta”, dice Román.

Diana Casas, madre soltera de tres hijos, inició como estudiante del programa de Gestión de Producción Agroindustrial. Ahora dirige el centro asociado del municipio y, no conforme con ello, inició una segunda carrera en biomasa.

“En Sabana de Torres tenemos 109 estudiantes entre los 17 y los 45 años –explica–, de estratos 1 y 2, a quienes la vida les cambió. Un 70 por ciento de ellos financia sus estudios a través del Fondo de Transformación Productiva en el que el Icetex pone un 25 por ciento del valor de la matrícula, el Ministerio de Agricultura pone 50, y el estudiante, el resto. El requisito para conservar ese beneficio es no perder ningún semestre y no retirarse de la carrera”.

Ofelia Medina y Erly Rodríguez también sacan provecho a las teleclases. Cada una tiene, desde hace cinco años, un jardín infantil en el que atienden a un promedio de 12 niños. Y aunque cuidan de sus pupilos como si fueran sus propios hijos, el año pasado decidieron profesionalizarse y comenzar su Licenciatura en Pedagogía Infantil. “Estamos en segundo semestre, pero ya contamos con las habilidades pedagógicas para desarrollar el potencial humano de nuestros niños. Es una metodología que le está dando un nuevo significado a la televisión”, apunta Ofelia.

Los beneficios no se quedan solo en Santander. En el otro extremo del país, en Cartagena del Chairá (Caquetá), Alexander Collazos es otro rostro de esta experiencia. Tiene 35 años, es padre de cuatro hijos y es navegante de un bote en el que viaja por las corrientes de los ríos Caguán y Caquetá transportando madera, remesas o ganado. Un viaje de esos puede tardarse dos horas, tres días o dos semanas, dependiendo de la distancia que deba recorrer. Por eso, cuando Edupol llegó el año pasado a su municipio, Alexander decidió enrumbar su bote hacia el río de los números.

Collazos cursa hoy Tecnología en Gestión Contable y Negocios con la Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB). “De otra manera no habría podido empezar a estudiar, porque ¿cómo hace uno para ir a las clases cuando tiene que pasar hasta quince días navegando?”.

Cada vez que se embarca en una travesía, se asegura de llevar consigo sus apuntes y las lecturas. “Las clases –cuenta Collazos– se toman todos los martes a las 6:30 de la tarde. Es como si fuera una clase real, solo que el profesor habla desde una pantalla y, en lugar de pizarra, uno ve las explicaciones como si fuera un programa de televisión educativo”.

En Puerto Asís, Putumayo, a cientos de kilómetros de la sede de la UTB, vive Lady Eliana Jumbe, de 22 años. Ella se graduó summa cum laude en el 2012, en Tecnología en Gestión de la Producción Agroindustrial.

“En esta zona hay pocas posibilidades de hacer una carrera, salvo por opciones como las que ofrece el Sena. Gracias a las teleclases, varios habitantes hemos podido acceder a carreras con prestigiosas universidades. Es una metodología que exige mucha responsabilidad, autonomía y disciplina, porque no tienes al profesor al lado para vigilar lo que debes hacer”.

Entre sus planes está continuar sus estudios profesionales y convertirse en ingeniera de alimentos.

En cinco años de operación, Edupol ha generado más de 1.300 empleos. “Esa es otra ventaja –subraya Mónica Leyva, presidenta de la institución–. Buscamos que nuestro equipo de trabajo en cada región a la que llegamos sea oriundo de la zona, de forma que generemos más oportunidades, con un proceso educativo incluyente como este estamos transformando vidas”.

El sistema de las teleclases

El modelo educativo desarrollado por Edupol se inició en Brasil hace 35 años y llegó al país en el 2009. Cuenta con siete estudios de televisión en las afueras de Bogotá. Desde allí, los docentes transmiten las clases que se imparten en 430 centros asociados que el programa tiene a lo largo y ancho del país. La oferta de programas depende de las condiciones económicas de cada región.

“Hacemos un estudio juicioso para establecer qué quieren estudiar los colombianos, y evaluamos la pertinencia de cada programa en las regiones, según la oferta de empleos”, explica Mónica Leyva, presidenta de Edupol Colombia.

A la fecha, el programa cuenta con 320 egresados, de los cuales el 90% ha logrado acceder a empleos formales (incluso, desde tercer o cuarto semestre). El reto ahora es llegar a 400 municipios en el 2018, incluir nuevas universidades y beneficiar a unos 100.000 estudiantes con nuevos programas de pregrado.

LIZETH SALAMANCA GALVIS
Redactora de EL TIEMPO

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