Será posible ahora la paz en Colombia?

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Jesus Arnoldo Ortiz Bravo

Por : Jesus Arnoldo Ortiz Bravo

Cuando se habla de paz, se hace relación a un estado de armonía, de concordia, de sosiego, de tranquilidad en cuyo ambiente, es posible desarrollar una vida cotidiana sin que en ella intervengan factores que pongan en riesgo la integridad física, moral, económica, y social de todos y cada uno de los colombianos, y en cuyo ambiente, la individualidad y la colectividad tengan garantizados todos los derechos establecidos en la carta política, y los que se encuentren cobijados por el derecho natural.

No en vano, la constitución política desde su preámbulo asegura que la Asamblea Nacional constituyente en nombre del pueblo, tiene como uno de sus fines, el aseguramiento de la paz dentro de un marco jurídico democrático y participativo.Y más que otra cosa, esta carta, reconoce a la paz como un derecho y como un deber. Como derecho, le asiste a cada individuo para desarrollar libremente su personalidad con las limitaciones que se le impone por la misma sociedad y por el orden jurídico, y como deber, le obliga al estado, a sus dirigentes garantizarla, y al individuo a ser tolerante con sus congéneres como éstos, lo deben ser con aquel.

Pero, en Colombia, este derecho ha venido siendo conculcado desde cuando se tiene uso de razón, es decir desde la época colonizadora, cuando se sometió a sangre, fuego y espada a los aborígenes para calmar la sed de oro del usurpador español. Y viene luego la Patria Boba, se mataron entre hermanos para imponer ideas absurdas, y luego, vuelve la saña española y se viven cerca de siete años de terror. Una vez realizada la independencia, se arrasa por los mismos patriotas a todo lo que huela a español, corre sangre inocente en todos los puntos cardinales de la entonces Nueva Granada, incluso el Vicepresidente Santander, atenta contra el Libertador causando zozobra en un medio que recién empezaba a gozar de cierta libertad. En el siglo XIX en por todos los lados hay sublevaciones debido a la ambición e insensatez de caudillos, así ocurrió en la década de los cincuenta y sesenta, hasta que llega la constitución de 1886 que puso fin a esas luchas macabras, pero que no pudo detener al fin y al cabo la dolorosa guerra de los Mil días, la cual desembocó en la pérdida del Istmo de Panamá y dejando a un país postrado en la miseria.


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Se podría decir que de allí al año 1939 hubo como una relativa paz, pero en ese año, ocurre una masacre de dirigentes conservadores en Gachetá Cundinamarca a manos de liberales, ante lo cual, el Presidente Santos guardó un silencio que rayó en la impunidad. Y, luego en otros sitio respondieron los conservadores con el mismo odio que invadió a la patria por cerca de dos décadas, siendo uno de los hechos más importantes y vergonzosos, la inmolación de Jorge Eliecer Gaitan. Para aplacar esta lucha boba entre azules y rojos, convinieron en repartirse el poder ejecutivo alternándose los mandatos a partir de 1958.Pero, había ocurrido un hecho que recorrió el continente, la victoria de FIDEL CASTRO en Cuba, que dio origen en últimas a la organización de las Fuerzas armadas revolucionarias FARC, al mando de Manuel Marulanda Vélez Alias Tirofijo, a la cual, los gobiernos de turno, poco o nada les importaba. A la luz de las teorías marxistas leninistas, va haciendo carrera otra lucha armada, esta vez, apalancada por universitarios que querían emular a los de la Isla caribeña, ahí aparecen Jacobo Arenas y el malogrado Alfonso Cano y otros que soñaron con imponer un régimen socialista a punta de fusil.El asunto fue creciendo, y la izquierda igual que en la patria boba, divídese en varios grupos unos fundan el EPL, otros EL ELN, e incluso la derecha, ante el supuesto sabotaje de las elecciones de 1970, fundan el M19.

Tal vez, a la oligarquía Bogotana, Antioqueña y de la Costa poco les importa la otra Colombia, y es precisamente allí en donde crece y crece la guerrilla a la sombra de la selva causando cada vez más daño mediante los secuestros de civiles potentados, ajusticiamientos. Luego, a finales de los setenta y todo la década de los ochenta, se entroniza el narcotráfico con todo su poder desestabilizador, corrompe a las altas esferas políticas y el estado en sus manos se hace el sordo y el ciego, se organizan carteles y grandes bandas armadas como preámbulo del paramilitarismo, se inunda al Caquetá y Putumayo y a la Orinoquia con cocales, y luego los mismos fariseos en el poder, se dan golpes de pecho por encontrar “mares de coca” en el Sur de Colombia.Irrumpe entonces, el paramilitarismo con complicidad de altos mandos civiles y castrenses, la población es diezmada en pueblos pequeños del Meta, Caquetá y Putumayo, y ni que decir de las sabanas de Córdoba y selvas del Chocó y Magdalena Medio. El estado entonces, no hace uso del mandato constitucional, sino que entrega gran parte del territorio a estos desalmados con el único fin de perseguir y sacar a la guerrilla. La paz es un mito en la década de los noventa.

El narcotráfico, corroe a la antes guerrilla que hablaba de asuntos sociales, de comunismo y otros ideales, se fortalece, y cubre a casi la mitad de la patria. En el Sur, se hablaba de crear un estado amazónico: CAQUETA, VAUPES, AMAZONAS Y PUTUMAYO, los insurgentes cobran impuestos desde el Encano hasta el Trapecio Amazónico. Se entrega el Caguan para permitir diálogos de paz con las Farc. El presidente de entonces Andrés Pastrana, sufre un desplante por don Tirofijo, y otra vez, la paz se escabulle entre luces de cámaras nacionales y extranjeras, el único hecho notorio, es que este proceso, sirvió para conocer plenamente a los conductores de la idea quijotesca de imponerse mediante las armas.El proceso se rompe. El ejército y policía son fortalecidos mediante el denominado plan Colombia, camuflados con la erradicación de cultivos ilícitos, se convierte en uno de los más poderosos de América Latina. Otra etapa del camino a la paz que se quema.

Ante esta debacle, aparece con un discurso recio Álvaro Uribe Vélez, indicando que hay que retomar la dirección del estado tanto en lo administrativo como en lo territorial a través de las fuerzas armadas. Su temple, hace que exija a los militares operativos contundentes, con resultados, y éstos hacen retroceder a la guerrilla y a un a los paramilitares, pero ante el pedido del jefe máximo, los militares acostumbrados a la vida buena de los casinos caen en el peor error: los falsos positivos…y con esto, se sacude la relativa paz que se empezó a vivir.Pero no solo es eso, los excesos de popularidad, llevan a desmanes por parte de los lugartenienes de Uribe, el poder se corrompe, y éste a veces, es peor que la misma enfermedad demencial de los levantados en armas. No se vislumbra entonces una verdadera paz, y más aun, cuando todos saben que el Presidente Chavez, es quien esconde en Venezuela a los líderes guerrilleros.Aún así, asistimos ahora, y después de dar de baja a grandes comandantes de las Farc por parte del Gobierno, a un nuevo intento por asumir el reto de la Paz con unas guerrillas que están en cierta medida, diezmadas pero vivas.


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El asunto ahora, es saber qué es lo que se negociará, porque para nadie es un secreto que Colombia, es un país supremamente inequitativo principal caldo de cultivo del descontento social, la pobreza no cede, el desempleo aunque levemente baja, la gran cantidad de personas en ese lamentable estado es preocupante. Por otra parte la política neoliberal del presidente Santos, es a todas luces denigrante para el país, se entrega todas las riquezas a cambio de nada, las regiones que son de la periferia en donde están los grandes yacimientos de petróleo, oro, coltan, cobalto, niquel, no salen de su atraso, y esto, también cuenta para la paz.

Pero la guerrilla, debe entender que también es posible luchar desde las urnas, y desde allí cambiar el modelo económico que nos tiene postrados. Mientras existan también grupos armados haciendo y deshaciendo en el campo, la gente del común preferirá elegir a sus verdugos burgueses. Al contrario, desaparecidas las fuerzas ilegales, es posible que todos viremos por un nuevo estado social de derecho verdadero, y no solo de discurso como ocurre ahora.

JESUS ARNOLDO ORTIZ BRAVO
ADMINISTRADOR PUBLICO
Tomado de Facebook


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