JOHN ELVIS VERA SUAREZ
1903
“…se fundaron 23 agencias ubicadas 13 sobre el río Caquetá, 5 sobre el Caraparaná y 5 sobre otros ríos; los propietarios de estas agencias, 9 eran de procedencia tolimense y 6 nariñenses.”[i]
1903
En este año ya se encontraban funcionando de igual manera las siguientes Fundaciones y/o Agencias Caucheras: Puerto Príncipe, Río Caquetá entre las bocanas del Río Mecaya y Senseya, fundada por José A. Ángel y Manuel Ángel, y cuyo propietario era Mauricio Cuellar, de Pasto; La Tagua, Río Caquetá, fundada por Mateo Usura, Emilio Gutiérrez y Adán Yates, cuyo propietario en ese momento era Emilio Gutiérrez, oriundo de Pasto; Cananguchal, bocas de la Quebrada La Canela, (Bajo Caquetá), fundada por Manuel Morales, de Pasto; La Perdiz, Alto Caquetá en medio del os brazos de los ríos, cuyos propietarios eran de Tres Esquinas, oriundos del Tolima; El Hacha, Alto Caquetá, de Urbano Gutiérrez, Antioqueño; Andaquí, Alto Caquetá, de Manuel Méndez, del Tolima; La Estrella, Alto Caquetá cerca de la Quebrada La Arenosa, Perdomo Hermanos, de Neiva; Colón, Alto Caquetá, baranda septentrional del Caguán, del tolimense Augusto Buendía; Puerto Rico, baranda meridional del Caguán, del también tolimense Elías Cano; Argentina, baranda norte de la Quebrada La Peneya, de la empresa neivana Perdomo Hermanos; Ambato, lado meridional del Río Caquetá, de propiedad de Augusto Buendía, del Tolima; Palermo, Bajo Caraparaná, antes de llegar al Río Putumayo y Providencia, Río Caquetá, propiedades de Antonio Ordóñez y Antonio Martínez, procedentes de Pasto; El Retiro, Bajo Caraparaná, de los tolimenses, A. Cuartas y David Serrano; San Antonio, margen izquierda del Bajo Caraparaná, fundada por el Por el Portugués José Joaquín de Barros, y en el momento de propiedad del tolimense Bernardo Carvajal; La Unión, margen izquierda del Bajo Caraparaná, del caucano Ildefonso González; El Recreo, margen izquierda del Caraparaná, de Antonio Ordóñez, de Pasto; El Tolima, desembocadura del Río Eré, de Aparicio Muñoz, del Tolima; La Reforma, Tamboryaco (afluente del Río Napo), Calderón Hnos. del Huila; Puerto Nueva Granada, Río Napo, de Manuel Moral; Puerto Largo, Margen izquierda del Río Putumayo, José Emilio Cabrera, de Pasto; Güepí, dentro del monte cerca al Río Putumayo, de Rubén Gasca, oriundo de Pasto; y otra en la margen izquierda del Río Güepí, del tolimense Antonio Ángel.[ii]
1903
Enero 31.
Escritura pública Nº 48 de la notaría de Neiva.
Se constituye la sociedad “Cano, cuello y Compañía”, la cual llegaría a ejercer “un estricto control sobre la trocha (de uso privado) entre Gigante y Puerto Rico, con lo cual garantizó su acceso exclusivo a la explotación del caucho de esa zona. Ese control de la trocha también los colocó en la condición de exclusivos abastecedores de víveres y herramientas en esa misma región y obligó a los caucheros independientes a abastecerse de los suministros de la Sociedad Cano, cuello y Compañía, quedando aquellos endeudados con esta empresa y, por supuesto, obligados también a venderle la goma extraída al precio que la empresa misma establecía. Aún después de celebrado el contrato (1905) entre el gobierno y la Sociedad Cano, cuello y Compañía, que obligaba a ésta “a dar inmediatamente al servicio Público” la trocha en referencia, los costos por la dormida en los tambos de propiedad de la sociedad citada eran altos y esa situación de usufructo exclusivo continuó, como lo denunció el mismo Alcalde del Municipio del Caguán.”[iii]
1903
“A medida que morían los indios, la producción de caucho aumentaba.” En ese año “el Putumayo produjo quinientas mil libras, y dos años después sobrepasó el millón. En 1906, cuando hasta los restos en las tazas de latón usadas para recoger el látex tenían un precio, la producción llegó a un millón cuatrocientas mil libras. En los doce años durante los cuales operó Arana en el Putumayo, exportó cuatro mil toneladas de caucho y se ganó más de siete y medio millones de dólares en el mercado londinense. Durante el mismo periodo, la población nativa del Putumayo cayó de más de cincuenta mil a menos de ocho mil. Por cada tonelada de caucho producida, asesinaban a diez indios y centenares quedaban marcados de por vida con los latigazos, heridas y amputaciones que se hicieron famosos en el noroeste amazónico con el nombre de la “marca Arana”.[iv]
1903
El Fraile Jacinto María de Quito, recorre el Río Putumayo. En este encuentra Abajo de Guepí, una primera localidad cauchera llamada Buenos Aires. [v]
1903
Eugenio Robuchon explora el área del Predio Putumayo, contratado por el gobierno peruano, para evaluar la riqueza cauchera y la mano de obra disponible. El explorador muere misteriosamente en la región.[vi]
1903
Por Decreto Papal se crea la Prefectura Apostólica del Caquetá y Putumayo. Siendo designado en 1905 Prefecto, el padre Fidel Montclar. En contra de la posición de los misioneros nacionales, que propugnaban una evangelización con más respeto al indígena, Montclar decidió llevar a cabo la introducción de la civilización occidental mediante el desarrollo económico, apoyándose en los Franciscanos catalanes.[vii]
1903
“el R.P. Segismundo de Tulcán, con el Hermano Fray Fructuoso de Tulcán, visitaron las fronteras del Ecuador, Perú y Brasil. Bajaron por el Putumayo, penetraron por el Guamués, San Miguel, Bermeja, Aguarico, Napo, y salieron al Amazonas. Surcaron este río hasta encontrar la desembocadura del Putumayo, y subiendo por él visitaron las tribus del Igaraparaná. Siete meses duró esta correría apostólica.”(Fray Fidel de Montclar. Perfecto Apostólico).[viii]
1903-1904
“En los bajos Ríos Caquetá y Putumayo, hubo con frecuencia movimientos de resistencia. Según el Antropólogo Horacio Calle (1982), el Jefe WitotoNofunema, combatió en el Río Caraparaná a los caucheros blancos y a sus colaboradores nativos. Ife, un Cacique Witoto, se rebeló con su gente, pero fue capturado y muerto por Miguel Loaiza, capataz de la Casa Arana en el Encanto.[ix]
- “…en 1976, se recogió el testimonio de un abuelo Muinane de la comunidad indígena de La Samaritana, quien participó en una liga formada en la sabana del Cahuinarí (Región Muinane) en contra de la Casa Arana (Ramírez de Jara, M.C., 1977:27).
Algunos indígenas huyeron Caquetá arriba, hasta Florencia, y Putumayo abajo, hasta Leticia. Los recapturados eran torturados y muertos para escarmiento de los demás. Sin embargo a partir de estas migraciones muchas familias lograron sobrevivir, y se establecieron en lugares distantes a su territorio de origen. Algunos asentamientos del bajo Putumayo se formaron en esta época.
El reordenamiento poblacional de la región fue entonces el efecto más importante de la bonanza del caucho, aparte de la desaparición de innumerables comunidades. Algunos asentamientos, como Aguas Negras, Piñuña Blanco, La Samaritana y Puerto Nariño, fueron creados por familias de Witotos que huyeron de la Casa Arana.”[x]
1903
Julio Cesar Arana, “… junto con su hermano Lisardo y sus cuñados Pablo Zumaeta y AbelkAlarco, fundó la “celebrada” compañía de J.C. Arana y Hermanos, con una sucursal en Manaos, Brasil.”[xi]
1903 – 1905
Theodor Koch – Grunberg, Etnólogo y explorador alemán, deja un testimonio muy valioso en su obra “Dos años entre los indígenas, 1903 – 1905”, donde recopila información de diversas culturas de las cuencas del Caquetá, Vaupéz y Río Negro.[xii]
1904-1909
Gobierno del general Rafael Reyes. Disolvió el Parlamento, convirtiéndose en Dictador. Implantó la pena de muerte a raíz de un atentado contra su vida. No terminó su mandato, dejando encargado a Jorge Holguín y abandonando seguidamente el territorio nacional.[xiii]
1904
Julio C. Arana, crea una nueva empresa cauchera con Benjamín Larrañaga, quedando consignado en los documentos de la respectiva escritura publicaque:”a los indios del Putumayo se les obligaba a trabajar por la fuerza por medio de los empleados de la Compañía”. Las relaciones establecidas con Iquitos y la lejanía de los centros como Mocoa, Pasto y Florencia, convierten a Larrañaga en agente de la invasión peruana con la Casa Arana. Este colombiano vende su participación en la empresa a su socio peruano; muriendo después envenenado. [xiv]
1904
J.C. Arana, “… compró La Chorrera a Larrañaga, sacando ventaja de la ignorancia y estupidez de sus dueños y los robó escandalosamente. Así se constituyó en único amo y señor de todo el Igaraparaná. Un poco más tarde, usando el mismo método, adquirió los establecimientos de Calderón Hermanos, en El Encanto, y de Hipólito Pérez, en Argelia. Igualmente forzó a José Cabrera, dueño de la Agencia de la Nueva Granada, a venderle su empresa a un precio insignificante bajo amenazas de muerte, secuestro de sus indios, etc. el siguiente paso fue comenzar a perseguir sistemáticamente los establecimientos colombianos restantes, a saber: Ordóñez, Serrano y González, con el ánimo de hacerlos abandonar la región y tomar posesión de sus propiedades. Esta persecución tomó la forma de robo de sus mercancías, caucho e indios, el asesinato de sus empleados y el rehusarse a venderles provisiones. Los colombianos resistían; sin embargo, a pesar de estas persecuciones, no fue sino en 1908 “que la bandera negra de esta criminal compañía, plantada sobre sus cadáveres, ondeó finalmente sobre la totalidad de este infortunado territorio” (Hardenburg, 1912: 199-01).”[xv]
“Desde que Julio Arana y sus súbditos tomaron preso al hijo del colombiano Benjamín Larraniaga en Iquitos, para obligar a éste a vender los grandes dominios de lo que pronto sería territorio de la Casa Arana, se verificaron asesinatos y delitos en las áreas de los ríos Caraparaná, Igaraparaná, Cahuinarí, Putumayo y Caquetá, territorios de los grupos indígenas Witoto, Andoque y Boras, entre otros.
Estos delitos fueron promovidos y ejecutados por agentes de la Casa Arana, más tarde llamada The Peruvian Amazon Company. Según los testimonios de la época, mientras el gobierno colombiano permanecía impasible, el gobierno peruano había intensificado y secundado (secretamente) la acción de las casas peruanas Arana, Israelí y otras. Tales tormentos infligidos a los indígenas se practicaron públicamente con el propósito de generar escarmiento entre los espectadores, es decir, para mantener cautiva la fuerza de trabajo nativa bajo el mecanismo del terror.
Actos como la fuga o abandono de las Agencias o campamentos caucheros, la resistencia a cumplir labores como la consecución de leña, de carne de monte, o el incumplimiento de las actividades de adecuación y cultivo de las chagras y parcelas, lo mismo que la entrega de cantidades menores de caucho, frente a las cantidades exigidas, fueron comúnmente sancionados por los agentes de la Casa Arana, la Casa Israelí y la Empresa Angarita, entre otras.
Las formas de sanción o castigo más usuales fueron: la aplicación del látigo; el aprisionamiento en cepos; el encadenamiento en lugares visibles; el semiahogamiento frente a los parientes de las víctimas; la violación de mujeres en presencia de sus cónyuges y de sus hijos; la mutilación de las partes del cuerpo: dedos, manos, orejas, etc.; la exposición de víctimas desnudas, atadas y colgadas de las manos; el lanzamiento a las corrientes de caños y ríos de indígenas atados pies y manos; la aplicación de sal en las heridas; la incineración con kerosene de indígenas vivos y el fusilamiento.
Estas sanciones fueron aplicadas indiscriminadamente en los cuerpos de hombres, mujeres y niños. Los castigos impuestos a ancianos y caciques o “Capitanes”, importantes éstos dentro de la organización política tradicional de las sociedades indígenas amazónicas, se realizaron también en escenarios públicos y en ocasiones las formas de castigo aplicadas a este tipo de víctimas fueron más torturantes y dramáticas, configurándose así en acciones que buscaban ser más ejemplarizantes dentro del ambiente del miedo y del terror reinante.”[xvi]
1904
Julio C. Arana, cuando llego al Putumayo con el fin de apoderarse de las explotaciones caucheras en 1899 (?), “Empezó por importar capataces: criminales y anormales que llegaban endeudados con él.” Para el año en mención “contrató a doscientos guardianes de Barbados y les encomendó la tarea de acorralar a cualquiera que intentara escapar. Entre los indios se apoderó de doscientos niños que educó en la crueldad y los premió por sus bárbaros hechos, de los que nunca podían retraerse. Tras un velo de aislamiento prescindió de todo freno ético y moral, obtuvo sus ganancias gracias a su régimen de comisiones y soltó a sus jaurías para que asolaran la tierra.”[xvii]
“Abel Alarco, en nombre de esta compañía, viajó a Barbados, donde contrató a individuos que estaban bajo dominio colonial de la Corona Británica, con destino a labores de extracción de caucho en el Putumayo:”al legar al Putumayo éstos sufrieron un tratamiento abominable y adicionalmente fueron obligados a manejar a los atormentados indígenas que recolectaban el caucho. Algunos de estos súbditos británicos que se rebelaron fueron abaleados por los blancos subgerentes de la Compañía” (Cassement, 1985:4).
Entre tanto, las primeras denuncias públicas sobre las atrocidades cometidas en el Putumayo aparecieron en los periódicos “La Sanción” y “La Felpa”, de Iquitos, en las que se objetaban severamente las prácticas de la Compañía peruana, registrada en Londres.”[xviii]
1904
Mayo 6.
“Se suscribió por parte de los dos países un “modus vivendi”, (TabcoArgaez – Prado) mediante el cual se estableció una zona de statu quo entre los ríos Napo y Caquetá”.[xix]
1904
Ley 1 y Ley 28.
La Región queda bajo la jurisdicción del Departamento de Nariño. Los límites llegan al Río Napo.[xx]
1904
Creación de la Prefectura Apostólica del Caquetá y Putumayo, y Fray Fidel de Montclar (catalán de 38 años de edad) es nombrado para su dirección. [xxi]
“Según el padre Montclar, el desarrollo se lograría impulsando la colonización de los territorios por campesinos procedentes del interior, quienes estaban completamente inmersos dentro de la cultura occidental y profesaban la religión católica. La idea del prefecto era, y en efecto así aconteció, enfrentar las dos culturas para que los indígenas “dejen sus hábitos repugnantes y absurdas tradiciones y abandonen su innata pereza dedicándose sus individuos al trabajo y pequeñas industrias”. De esta confrontación saldría ganando la cultura del colono por se más fuerte que la del indígena, a sabiendas de que el triunfo de la cultura del colono, significaba el triunfo de la religión católica y de la evangelización.” Pág. 411
…
“El Prefecto (Fray Fidel de Montclar) no defendió con la misma vehemencia y agresividad con que defendió la toma del Valle de Sibundoy, a los indígenas Huitotos que desde los primeros cinco años del siglo venían siendo exterminados por los caucheros peruanos. La defensa, por lo menos la evangelización de esas y demás naciones indígenas de la Amazonia, era la verdadera función que se le había encomendado a la comunidad capuchina y no la de los campesinos nariñenses. Es cierto que el Prefecto expresó su intención de llegar hasta el Amazonas y presionó al gobierno para que hiciera presencia en los alejados territorios, pero no hay evidencia de que hubiera emprendido una acción efectiva, tendiente a impedir las atrocidades que venían cometiendo los secuaces de la Casa Arana.”[xxii]
1904
El Señor Abel Calderón publica un folleto con datos que se refieren a 1900 y años anteriores, en él expone entre otros:”Transcurridos cuatro días llegamos a Tres Esquinas agencia de los señores Pizarro & C., sitio en donde confluyen el Orteguaza con el Caquetá. Nuestra demora fue un día con el objeto de abastecernos del avío. Como a las diez de la mañana salimos y alcanzamos en la jornada hasta la confluencia del río Mecaya con el Caquetá, punto en donde antiguamente tuvo agencia Paulino Solís, pastuso, quien hizo la primera excursión por ese río, en cuyas orillas halló algo de caucho y a quien piratas despojaron de su honrado trabajo, robándole doscientas arrobas de caucho. Desde muy por la mañana del siguiente día, continuamos y como a eso de las diez pasamos por Puerto Príncipe, agencia del señor Mauricio Cuellar, sobre el Caquetá. Más abajo encontramos el Senseya, río de bastante caudal, a cuyas riberas se encuentra mucha siringa (goma elástica superior al caucho negro). En sus cabeceras habitan los indios MaKaguajes, los cuales tienen un puerto sobre el Putumayo. Al cuarto día de salir de Tres Esquinas arribamos a la Tagua, quebrada que confluye con el Caquetá, donde se halla una agencia propiedad de los señores Emilio y Urbano Gutiérrez. Este sitio es de mucha celebridad por la serie de asesinatos y atropellos que allí se han perpetrado. Al otro día, a eso de las cuatro de la tarde, observamos lo llamado marea entre los indios, que consiste en un fluido y reflujo, debido a los huracanes y tempestades. Cuando presenciaba aquello se apoderó de nosotros tal terror, que habríamos deseado más bien estar al arbitrio de soldadesca soez, que no en semejante conflicto tan aterrador. Pernotamos muy cerca de la desembocadura del río Peneya y como a eso de las cuatro de la mañana del siguiente día proseguimos. A los ocho encontramos la desembocadura del Caguán que desagua en el Caquetá. Por ese río arriba, se encuentran las agencias
De los señores Canos, Perdomos, etc. y los indios conquistados por G. de
la Espriella, quien también tiene agencia. El río Caguán es notable porque de
los afluentes del Caquetá es el que más caucho ha producido. Cuando llegamos a
Numancia, serían las diez, la agencia de este nombre fue fundada por el señor
Félix Mejía, el cual conquistó las primeras naciones Huitotas cuyas
habitaciones estaban en las cabeceras del Caraparaná. A poco de la visita de
este señor fue atacado por los indios permaneciendo sitiado tres días.
Derrotados que fueron, huyeron y fundaron sus viviendas, unos Caraparaná abajo
y otros en la orilla sur del Putumayo. Después de esta aventura con los indios,
el señor Mejía se bajó para el Brasil, dejando abandonada su agencia, de la
cual los señores Pizarro & C., tomaron posesión de ella. De aquí bajamos día y medio y llegamos al
puerto de Cuirá, sobre la quebrada de este nombre (actualmente lleva el de
Puerto Pizarro), descubierta por los pastusos Crisóstomo Hernández, Domingo
David, Antonio Ordóñez, Antonio Martínez, Carlos Lemus y otros. Por este mismo
puerto entraron los señores Calderones, Hipólito Pérez, Olegario Silva,
Bernardo Carvajal y otros cuantos tolimenses, así como Salvador y Roberto
Gutiérrez, Benjamín Velásquez y otros antioqueños. Del Puerto de Cuirá a la
primera agencia de los Calderones sobre el Caraparaná, hay tres jornadas, y de
aquí a su confluencia con el Putumayo, cinco días por agua.” Fray Gaspar de Pinell, Excursión Apostólica
por los ríos Putumayo, San Miguel de Sucumbíos, Cuyabeno, Caquetá y Caguán.[xxiii]
[i] CASAS AGUILAR, JUSTO. EVANGELIO Y COLONIZACIÓN. Una aproximación a la historia del Putumayo desde la época prehispánica a la colonización agropecuaria. Santa fe de Bogotá. Septiembre de 1999. Pág.113
[ii] Domínguez, Camilo; Gómez, Augusto. LA ECONOMIA EXTRACTIVA EN LA AMAZONIA COLOMBIANA 1.850-1.930. TROPENBOS. COA. Bogotá. Pág. 1168-169
[iii] GOMEZ LOPEZ, AUGUSTO J. HISTORIA GENERAL DEL DEPARTAMENTO DEL PUTUMAYO – Texto de guía para la enseñanza – II. Ministerio de Cultura. Bogotá, D.C. Mayo 2001. Pág. 393
[iv] DAVIS, WADE. EL RIO, EXPLORACIONES Y DESCUBRIMIENTOS EN LA SELVA AMAZONICA. Banco de La República y El Ancora Editores. Bogotá D.E: 2001. Pág. 284-285
[v] Varios Autores. ATLAS CULTURAL DE LA AMAZONIA COLOMBIANA. LA CONSTRUCCIÓN DEL TERRITORIO EN EL SIGLO XX. Ministerio de Cultura; Instituto Colombiano de Antropología; Corpes Orinoquía; Corpes Amazonía. Pág. 22
[vi] CHAPARRO GOMEZ, RUTH CONSUELO. TERRITORIOS INDÍGENAS. Serie Escuela y Amazonia. Ministerio de Educación Nacional Programa Fondo Amazónico. 1996
[vii] Mejía Gutiérrez. O.C. Pág. 86
[viii] R.P. Fray Jacinto María de Quito. RELACION DE VIAJE, EN LOS RIOS PUTUMAYO, CARAPARANÁ Y CAQUETÁ Y ENTRE LAS TRIBUS GÜITOTAS. Imprenta de “La Luz”. Bogotá. 1908.
[ix] PINEDA CAMACHO, ROBERTO. EL CICLO DEL CAUCHO. Biblioteca Virtual del
Banco de la Republica.
[x] Varios Autores. ATLAS CULTURAL DE LA AMAZONIA COLOMBIANA. LA CONSTRUCCIÓN DEL TERRITORIO EN EL SIGLO XX. Ministerio de Cultura; Instituto Colombiano de Antropología; Corpes Orinoquía; Corpes Amazonía. Pag. 25
[xi] Domínguez, Camilo; Gómez, Augusto. LA ECONOMIA EXTRACTIVA EN LA AMAZONIA COLOMBIANA 1.850-1.930. TROPENBOS. COA. Bogotá. Pág. 178
.
[xii] GONZALEZ BERMÚDEZ, Jorge Luis. HISTORIA DE LA AMAZONIA. Serie Escuela y Amazonia. N° 4. Ministerio de Educación Nacional; Programa Fondo Amazónico; Coordinación de Educación del Amazonas; Fundación Caminos de Identidad. Pág. 81
[xiii] BARRIOS, LUIS A. HISTORIA DE COLOMBIA. Ediciones Cultura. Bogotá – Colombia. Quinta Edición. 1984. Pág. 155
[xiv] GONZALEZ BERMÚDEZ, Jorge Luis. HISTORIA DE LA AMAZONIA. Serie Escuela y Amazonia. N° 4. Ministerio de Educación Nacional; Programa Fondo Amazónico; Coordinación de Educación del Amazonas; Fundación Caminos de Identidad. Pág. 108
[xv] Domínguez, Camilo; Gómez, Augusto. LA ECONOMIA EXTRACTIVA EN LA AMAZONIA COLOMBIANA 1.850-1.930. TROPENBOS. COA. Bogotá. Pág. 178
[xvi] Domínguez, Camilo; Gómez, Augusto. LA ECONOMIA EXTRACTIVA EN LA AMAZONIA COLOMBIANA 1.850-1.930. TROPENBOS. COA. Bogotá. Pág. 192-193
[xvii] DAVIS, WADE. EL RIO, EXPLORACIONES Y DESCUBRIMIENTOS EN LA SELVA AMAZONICA. Banco de La República y El Ancora Editores. Bogotá D.E: 2001. Pág. 283
[xviii] Domínguez, Camilo; Gómez, Augusto. LA ECONOMIA EXTRACTIVA EN LA AMAZONIA COLOMBIANA 1.850-1.930. TROPENBOS. COA. Bogotá. Pág. 1194-195
[xix] CONSEJO REGIONAL DE PLANIFICACION. CORPES AMAZONIA. ESTADO DEL ARTE DE LOS ESTUDIOS SOBRE EL RIO PUTUMAYO Y SU AREA DE INFLUENCIA. Santa fe de Bogotá. 1998.
[xx] Varios Autores. ATLAS CULTURAL DE LA AMAZONIA COLOMBIANA. LA CONSTRUCCIÓN DEL TERRITORIO EN EL SIGLO XX. Ministerio de Cultura; Instituto Colombiano de Antropología; Corpes Orinoquía; Corpes Amazonía. Mapa 39
[xxi] Varios Autores. ATLAS CULTURAL DE LA AMAZONIA COLOMBIANA. LA CONSTRUCCIÓN DEL TERRITORIO EN EL SIGLO XX. Ministerio de Cultura; Instituto Colombiano de Antropología; Corpes Orinoquía; Corpes Amazonía. Pag. 35
[xxii] GOMEZ LOPEZ, AUGUSTO J. HISTORIA GENERAL DEL DEPARTAMENTO DEL PUTUMAYO – Texto de guía para la enseñanza – II. Ministerio de Cultura. Bogotá, D.C. Mayo 2001. Pág. 413–414
[xxiii] SILVA, MARIA CECILIA. RAIGAMBRE No. 6. Julio – Diciembre, 1994