Por: Silvio López Fajardo. “El último de los Mocoas”
Bogotá. 12 de abril de 2020
silviolopezfajardo@gmail.com
Hace años, estoy en busca de un milagro, un milagro que conduzca a probar las mieles de Dios, cada vez me acerco a su sagrada abundancia; pero en conciencia pura, sé que el hecho de tener esta experiencia terrenal de vida, ya de por si es un milagro maravilloso, que nos recuerda que nuestra vida y cuerpo es sagrado, como la luz en la oscuridad.
La vida, en la experiencia de cada día nos conduce a buscar en el día y en la noche el mayor milagro de nuestra existencia, nos orienta a buscar a Dios, como la mayor energía de luz que existe en nuestro espíritu y en sagrado templo celestial, cuerpo que sostiene el camino de la vida.
Las experiencias buenas o malas que adoptamos cada día nos han de permitir vencer la pruebas u obstáculos que la misma vida o destino que amorosamente Dios a preparado para cada ser humano. A veces nos parece muy cruel la vida, hasta llegamos a pensar en no queremos ser parte de este mundo y deseamos marchar a otro campo desconocido.
Cada experiencia de vida, es sin duda la mejor enseñanza que hemos encontrado para tomar decisiones amorosas, aun por más difíciles que sean. Por lo tanto, en las malas experiencias si logramos concentrar el despertar de nuestra conciencia, serán las que nos animan a querer aliviar nuestros pensamientos, en esta situación se podría manifestar en las maravillas del universo y bajo esta sobrilla de amores y desamores, la vida nace en sueños asombrosos, como el mismo encuentro con el Abuelo Mayor, con Dios. Desde luego, también lo podemos encontrar en los momentos maravillosos de nuestra vida, como testimonio de nuestra sagrada existencia.
El encuentro con el Abuelo Mayor, con la energía celestial, con la Mágica selva, el padre Sol o la abuela Luna, o como el Hermano Buda, Shiva, Ángeles celestiales o como lo queramos sentir, en la esencia de la libertad de pensamiento, respeto y amor, es de saber que bajo su mirada y nuestro caminar, ahí está Dios, omnipresente en cada ser del universo, en cada espacio en cada tiempo, situaciones de vida que nos animan a buscar su sagrada energía, sus bendiciones y su protección. No hay ser humano que se le niegue de las maravillas del sagrado encuentro con Dios, encuentro como el mayor milagro de la vida.
Para encontrar al abuelo mayor, hay que escuchar con cuidado nuestro corazón, como tambor menor, que con su energía vibrante sin duda logra el despertar de la conciencia, que siempre camina junto a nuestras experiencias de vida, despertar que nos ha permitir desde el portal del amor conocer lo maravilloso que es la vida en toda su integralidad celestial, que saber sobre todo, que Dios está ahí, sin secretos, tan sólo se pide abrir la luz de tu corazón para que tu camino sea protegido con la sagrada luz de la oscuridad.
Es de saber, que tu existencia es el mayor milagro de la vida, tus amigos, amigas, familia y cada persona es un milagro de Dios, la cual fuimos creados en su mayor vibración del universo, donde el fin es el inicio de una nueva vida amorosa, sin importar los dolores que podamos encontrar en nuestro camino, como se dice al final del túnel, siempre hay una luz, una esperanza donde el amor puro, sincero llena de gracias el hecho de vivir en la mágica tierra,
Por lo tanto, como somos un milagro innegable de Dios, cabe cultivar en la esencia del despertar de la conciencia que los justo es agradecer a la luz mayor por habernos permitido tener nuestra propia y diferente experiencia de vida, agradecidos por haber nacido y probar las miles terrenales, agradecidos por el mana de la vida, que sus caricias universales, su sabiduría del abuelo mayor nos ha colocado en esta tierra con un propósito único que permita al final del camino, todas las partes ser felices, para que nuestra unidad se llene de luz, donde el despertar de la conciencia este conformada por el canasto de la sabiduría de la selva.
De esta manera colocando mi corazón en la mano, quiero manifestar ante ustedes queridos y queridas lectoras, que anoche tuve en meditación una conexión sagrada con la luz del universo, la cual se encuentra en abundancia infinita, allá en esa inmensa oscuridad donde las estrellas del universo en su conciencia de luz escuchan nuestros suplicas y desde el infinito baja la información necesaria para que nuestra fe siga el camino de la luz en la oscuridad.
Solicité en este ejercicio ceremonial sanación de mi cuerpo, al rato de la meditación mi cuerpo se estremeció en el silencio puro de la noche, acortándose un poco la respiración, llegaron a mi mágica mente bellas luces , se posaron como soles en los lugares afectados de mi cuerpo y al rato mi pierna izquierda concentro un dolor insoportable, desde luego ese sentir era de sanación y observaba unos rayos de luz de diferentes colores que actuaban en mi cuerpo, por lo tanto, sólo puedo decir que este encuentro con la luz de la oscuridad es un sagrado milagro de la milagrosa vida, que observo que mi mente y mi actuar están cambiado para el bien de la humanidad y del universo. ¡Conéctate con el abuelo mayor y su tambor mayor, es tu milagro! Ahora del Coronavirus, se hace necesario que un milagro sane las heridas de la humanidad, sane los dolores de la muerte de sus seres queridos, ahora son luz en la oscuridad. Ahora el milagro de la vida más sencillo es concentrar equilibrar nuestras energías con el darma, dar y recibir sin duda, con agradecimiento de la vida, ahora es nuestra oportunidad de dar a las personas y animales elementales que necesitan de nuestro dar, dar con amor, para luego recibir con amor y abundancia. El milagro de la vida de ahora es tu vida, es el momento de amar la vida, como amar dar, para recibir la protección de tu cuerpo y tu espíritu, por lo tanto, dar sin recibir, se convierte en tu vida milagro de Dios y tu misión en la tierra ahora en este sagrado momento es dar con amor; por lo tanto, en tu dar decreto desde la tribu los Mocoas que serás protegido y serás sanado, por el amor de Dios.
Invito a escuchar como milagro de vida esta meditación: Morir al no ser para renacer del Dr. Jorge Carvajal: