Fuente : SEmana
por Margarita Pacheco
Estos dos lugares aparentemente tan distantes geográficamente están unidos por los ríos voladores que deben ser protegidos. Las próximas elecciones locales y regionales, así como iniciativas de la sociedad civil son clave para lograrlo.
Parecen mundos distintos y distantes. Esa región deslumbrante del sur de Bolívar, en el Caribe profundo, rodeada de brazos del río Magdalena y vastas ciénagas, está interconectada climáticamente con Mocoa, en el piedemonte amazónico y con las selvas del bajo Putumayo.
Esta conexión climática acerca, en el espacio aéreo del ciclo del agua, a dos pequeñas ciudades, Mompox y Mocoa. La conectividad vista a vuelo de pájaro, desde los “ríos voladores”, transita con los vientos por los cielos nublados de la Amazonia hacia los Andes y el el Caribe.
La imagen del ciclo hidrológico que regula temperaturas, produce lluvias y alimenta valles y ríos andinos permiten entender la gravedad de la deforestación y de quema de selvas amazónicas. Así se entienden los puentes celestiales que existen entre Mompox y Mocoa: el ciclo del agua une, en el trópico ecuatorial territorios distantes, aparentemente desconectados.
Esta interdependencia de servicios ambientales que presta la Amazonia a ciudades rodeadas de agua como Mompox y Mocoa, asigna responsabilidades colectivas e individuales a la ciudadanía Andina, Caribeña, Orinoquense y del Pacífico. El Pacto de Leticia recientemente firmado entre siete países, (y la ausente Venezuela), debe ser un pacto extendido a todas las regiones interconectadas con las selvas de la cuenca amazónica.
El Pacto obliga a reconocer el valioso manejo de autoridades de Pueblos Originarios y de comunidades étnicas que viven y conservan el bosque y otras que están en aislamiento voluntario. Ningún Estado tiene derecho a irrespetar sitios sagrados y su sabiduría.
Justamente gracias a respetuosa forma de intervención, es que a muchos kilómetros de distancia, llueve en Mompox y se mantiene la cultura anfibia y las sabanas inundables de la cuenca media del Magdalena
Estas y otras regiones andinas, evidencian los embates de la crisis climática mundial. Por eso desde Nueva York, las voces de miles de jóvenes como Greta Thunberg, hacen huelga ante los gobernantes del mundo. Claman con razón, por un mundo más responsable ante la terquedad de insensatos poderosos.
La generación del cambio climático reclama nuevas formas de ejercer la democracia y no votará más por políticos sordos, corruptos y tercos. Las voces de ciudadanía caribeña en Mompox, Talaigua, Plato, Zambrano y Pueblos de los Montes de María, como de jóvenes votantes amazónicos en Mocoa, San José de Guaviare, Florencia, Leticia, Mitú e Inírida, y en otras tantas pequeñas ciudades rodeadas de ríos, ciénagas y selvas, dicen basta ya de politiqueros codiciosos, atornillados a poderes locales y a negocios turbios.
Foto: Margarita Pacheco
Los votos de opinión serán cruciales para hacer cumplir las metas propuestas en la semana de reuniones por el clima en Naciones Unidas en Nueva York. Hay que ponerle seriedad a las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a nivel local y obligar a todos los candidatos a estudiarlos.
Por eso, desde Mocoa el Festival Internacional de Cine Amazónico cobra sentido, invitando a la gente de Mompox, Ibagué, Villavicencio, y de todas las ciudades andinas, cuyo clima depende de la restauración de la Amazonia a la sembratón restaurativa de árboles en Puerto Guzmán, Putumayo (http://www.natura.org.co/conecta-la-vida-regala-un-arbol/)
Aún está fresca en la memoria de finqueros, pescadores, artesanos y campesinos del sur de Bolívar y del Bajo Putumayo la tala de bosques y el sufrimiento producido por masacres paramilitares en El Salado, Montes de María, en la ruta hacia la bella isla de Mompox. En el otro extremo del país, los mismos recuerdos amargos estén aún a flor de piel, con asesinatos a motosierra protegiendo feudos ganaderos y paso de droga, en el Puente de la veredas el Tigre y el Placer, en el Valle del Río Guamuez.
Estos recuerdos de guerra también están interconectados. Por eso los reclamos no son solo para frenar la deforestación, sino también para acelerar las ayudas para sanar las heridas de la guerra.
Estos reclamos exigen abordar el tráfico de drogas con enfoques diferenciales, menos riesgosos que la controvertida aspersión con glifosato.
Son muchos los factores que coinciden en ambas ciudades bañadas por ríos imponentes. El brazo de Mompox con sus aguas contaminadas por vertimientos arrojados desde el Salto del Tequendama, sedimentos y lodos que impiden la vida libre de peces, babillas, chigüiros, hicoteas y aves multicolores. La esperanza del brazo de Mompox es poder revivir su histórica actividad de comercio y volver a conectar ciénagas y culturas anfibias de pueblos Chimilas y Zenúes, diestros artesanos tejedores y pescadores.
Al sur del país, cerca a la frontera con Ecuador, el caudaloso río Mocoa, visto desde la cabina del nuevo funicular al regresar de la caminata a las cataratas del “Fin del Mundo”, también sufre de la contaminación y deforestación que ataca a todos los ríos de Colombia. Arrastre de sedimentos, residuos domésticos, pesticidas, arrojados directamente sin tratar. Todos los políticos deben asumir la tarea de descontaminar los ríos de Colombia.
En la indiferencia de los gamonales, se perpetúa el maltrato de los ríos que cruzan las ciudades de Mompox y de Mocoa. Es en la interdependencia de ecosistemas degradados que los efectos del clima se agravan, como un juego de dominó que termina con todas las fichas caídas.
¿Qué se necesita entonces para recuperar lo que se ha perdido en culturas, bosques y biodiversidad, aguas diáfanas y paz territorial? Esas son las respuestas que el electorado espera, sin visos de corrupción.
Foto: Margarita Pacheco
Eventos ciudadanos como Ficamazonía en Mocoa, como las versiones del Festival de Jazz en Mompox son espacios para transformar los recuerdos de la violencia, en intercambio de saberes y culturas, valorar sus atributos, deleitarse con las imágenes y el sonido, y la calidez de sus gentes.
Por eso el festival de Jazz en Mompox es un acierto, y la edición 2019 en Mocoa del Festival Internacional de Cine Amazónico es una oportunidad para entender al Putumayo en su complejidad cultural y territorial.
La bella arquitectura colonial de Mompox exige el mayor respeto en periodo electoral. Sus residentes, conscientes de la riqueza patrimonial, evitan la contaminación visual en el arbolado de samanes majestuosos de la albarrada. A buena hora, las campañas no se atreven a tocarlos, ni a colgar carteles de candidatos, so pena del escarnio público.
En las calurosas tardes de cada pueblo crecen árboles en medio de la vía. En ambas ciudades, la sombra es una bendición que protege de las ardientes tardes en Mompox y en Mocoa. En cada ciudad, las especies sembradas en andenes y parques regalan un alivio al mediodía.
Es hora de recordar que ni en la región de Mocoa se quieren pilotos de fracking ni en la región de Mompox se pueden seguir rellenando humedales para meter ganado. Tanto los usos de suelos en el piedemonte amazónico como en las sabanas inundables de la depresión Momposina, no se pueden seguir permitiendo privatizar tierras de la nación.
Ahora, Mocoa puede jugar un papel central en la puesta en marcha de acciones acordadas en el Pacto de Leticia por la Amazonia, firmado recientemente por iniciativa del gobierno de Colombia. Para que este no quede solo en buenas intenciones y se convierta en letra muerta, las organizaciones indígenas y el empresariado amazónico deberá tomar el toro por los cuernos, y con el Sinchi y las Corporaciones Regionales, deberán sacar adelante el cronograma de acciones bilaterales y multilaterales, con inversiones e indicadores para medir resultados.
Esto evitará lo que sucede hoy en Mompox con los proyectos de recuperación del río Magdalena, donde no se sabe dónde quedaron los millones que se asignaron para devolverle la vida al río.
La ciudadanía está harta de los shows mediáticos donde se anuncian con bombos y platillos acciones concertadas que se las llevó el hombre caimán al fondo del río.
La esperanza es que tanto en Mompox como en Mocoa, la diversidad étnica de grupos indígenas y las organizaciones sociales, entusiastas y vibrantes por la conservación, estén alineadas con los jóvenes del mundo, reclamando justicia climática.