Cada 20 de julio se celebra “la Independencia” –comillas no puestas en vano–. La historia oficial sobre los hechos que se dieron desde 1810 hasta 1819 más o menos, es, en realidad, bastante fácil de comprender. Muchos –o todos los colombianos–, la saben casi que de memoria porque desde los primeros años de escuela se la han repetido una y otra vez.
La historia mal contada
Repasemos: un grupo de ‘criollos’ va a donde un señor apellidado Llorente para que, por favor, si es tan amable, les preste un florero para usarlo en la visita de una persona importante, un tal Villavicencio. Llorente, español y noble, se niega a prestar el consabido florero, basado, sobremodo, en el odio visceral que tiene por esa raza híbrida, o sea que no es ni de aquí ni de allá, y se niega rotundamente. Los criollos, heridos en su orgullo, arman ahí mismo la pelea, que se usa como excusa para gritar ¡Independencia! El florero, en todo caso, terminó estrellado contra la crisma de Llorente.
Todavía con los ánimos caldeados, los criollos se unieron para hacer su propio gobierno –o intentarlo, por lo menos–. De 1810 a 1819 no se pudieron poner de acuerdo y gobernaban desordenadamente, cada uno por su lado, incluso enfrentándose en una guerra civil. La ‘Patria Boba’, fue como llamó la historia a esa época. Y aprovechando la ‘bobería’, España volvió a intentar una nueva conquista. Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander comandaron la heroica resistencia contra las tropas de la corona, hasta que lograron la verdadera independencia, en agosto de 1819.
El paradigma de la Historia
El 20 de julio no se planteó revolución alguna, ni cambio de estructuras, ni se buscó la independencia de nuestra Patria. Ese día, notables criollos, como Tadeo Lozano, Marqués de San Jorge, José Acevedo y Gómez, Camilo Torres, el mismo Caldas, planteaban al virrey sólo una Junta de Gobierno presidida por Amar y Borbón y bajo el mando supremo de «nuestro bien amado» rey Fernando. Así quedó plasmado en la tal acta de «independencia» con tachones.
Ese día, mientras los campesinos (orejones les decían) y los santafereños hacían su mercado y algunos gritaban contra los españoles, las cosas parecían favorables a esos notables. Pero cuando las señoras huyeron espantadas a sus casas y los indios y mestizos terminaron de tomarse sus chichas, la plaza se fue quedando íngrima y Acevedo sólo atinaba a gritar: «Hoy mismo seréis tratados como insurgentes».
Caídas las sombras de la noche, los notables estaban a merced del virrey. Afortunadamente el cuartel de artillería, aguantado por el gran patriota Antonio Baraya, no se presentó a ayudar al virrey. (Por eso fue el primer fusilado en la Reconquista.).
Pero ocurrió un milagro: se presentó el pueblo, ese sí a pedir «cabildo abierto», algo así como un plebiscito, o sea la participación directa del pueblo en el gobierno. Nada de Juntas de Gobierno ni de reyes o virreyes. Eso sí hizo estremecer al virrey. En ese momento la tal revolución se salió de las manos de los notables y quedó en las del pueblo.
El 14 de agosto de 1810, cuando se obtuvo la salida del virrey, se liberó a Antonio Nariño, preso en Cartagena, para que viniera a gobernar la patria independiente, que poco después se volvió Patria Boba. Esa es la verdadera historia de Colombia y sobre ella no se ha profundizado.
¿Todo empezó con un florero?
Puede que sí. Pero en realidad no era de Llorente, sino de Gonzáles. El hombre se llamaba José Gonzales Llorente. Entonces, de acuerdo a la investigación, en la historia de Colombia se le da mucha importancia al simple florero, y no a los hechos que se dieron antes. En realidad, el hecho del florero no fue fortuito, casual: desde antes, los criollos ya venían planeando las revueltas y lo que buscaron fue sólo algo que encendiera la llama. El incidente del florero fue ese algo.
Tras la abdicación de Fernando VII, que fue puesto preso por Napoleón, en toda la península española se organizaron juntas de gobierno local para resistir al invasor y, al mismo tiempo, gobernar en ausencia del rey depuesto; en realidad, esas juntas vendrían a ser una especie de gobierno alterno junto al que impusieron las tropas de ocupación.
De inmediato, este “gobierno paralelo” designó representantes en todas las provincias españolas y en las americanas y Filipinas con el propósito de unificar criterios en la defensa de la soberanía española; pero –fundamentalmente- con el fin de impedir que ante el “vacío de poder” no fueran a producirse revoluciones liberales, o se establecieran regímenes republicanos, y se fuera al traste la monarquía.
La decisión, sin embargo, causó profundo malestar en los virreinatos americanos, porque mientras los españoles quedaron con 36 representantes, los americanos sólo quedaron con nueve. A partir de ahí los criollos empezaron a exigir mayor autonomía e, incluso, independencia de la metrópoli, porque se sintieron discriminados y faltos de representación.
En Santafé, el virrey Amar y Borbón hizo oídos sordos a lo que ocurría en España, y al enterarse de que un grupo de notables criollos esperaban con ansia la llegada del comisionado regio, Antonio Villavicencio -encomendado por la junta española para instaurar en la Nueva Granada su propia junta local- planeó entonces enviarlos a prisión. El asunto es que los criollos se enteraron del plan y, sin pensarlo dos veces, comenzaron a realizar reuniones en sus propias casas y luego en el Observatorio Astronómico, cuyo director era Francisco José de Caldas, porque era un sitio discreto y “libre de sospechas”.
En esas reuniones se ideó la táctica política para provocar una limitada y transitoria perturbación del orden público, tomarse el poder y dar salida al descontento potencial que existía en Santafé contra la audiencia española. Lo importante era conseguir que el Virrey, presionado por la perturbación del orden, constituyera ese mismo día la Junta Suprema de Gobierno, integrada por los regidores del Cabildo de Santafé.
Antonio Morales propuso que el incidente podía provocarse con el comerciante peninsular José González Llorente y se ofreció a intervenir en el altercado. Los notables criollos aceptaron la propuesta y decidieron ejecutar el proyecto el viernes 20 de julio, cuando la Plaza Mayor estaría colmada de gente de todas las clases sociales, por ser el día habitual de mercado. Se convino que Pantaleón Santamaría y los hermanos Morales fueran el día indicado a la tienda de Llorente a pedirle prestado un florero o cualquier clase de adorno que les sirviera para decorar la mesa de un anunciado banquete en honor a Villavicencio.
Los principales conjurados se dispersaron por la plaza gritando: ¡Están insultando a los americanos! ¡Queremos Junta! ¡Viva el Cabildo! ¡Abajo el mal gobierno! ¡Mueran los bonapartistas! La ira se tomó el sentir del pueblo. Indios, blancos, patricios, plebeyos, ricos y pobres empezaron a romper a pedradas las vidrieras y a forzar las puertas. “El Virrey, las autoridades militares y los españoles, contemplaron atónitos ese súbito y violento despertar de un pueblo al que se habían acostumbrado a menospreciar”
Se cree que el 20 de julio es el punto de partida de la revolución.
Eso tampoco parece ser del todo cierto. Ya, en otras regiones del país, se habían dado movimientos que se complementaron. El del 20 de julio sólo fue uno más. “Los textos desconocen que el 20 de julio es una fecha más entre las fechas importantes de 1810. La historia regional es, por tanto, ignorada”. No fue Bogotá el epicentro de la independencia: los gritos también se dieron, antes en Cartagena, Tunja, Cali, Socorro. La capital fue la última.
Los ‘próceres de la patria’, Bolívar, Santander y otros, son mostrados como héroes casi perfectos. Esto hecho hace que se desconozcan los aportes, muchos e importantes, que hicieron otras personas.
En cuanto a la ‘Patria Boba’, un texto escolar explica que “en el período posterior al 20 de julio se llamó ‘boba’ a la patria, precisamente porque solo tuvo seis años de independencia entre 1810 y 1816”. Sin embargo, de ‘Boba’ no tuvo nada. En realidad, fue un periodo de discusión de ideas y, explica la historiadora Margarita Garrido “no puede ser de bobos discutir ideas”.
“Debemos decir que la vida política local tuvo una riqueza extraordinaria y que debemos desechar la idea de que ella sólo fue agitada por el advenimiento de la república. Hacia el final del siglo XVIII cuando los ecos de las revoluciones en Norteamérica y Francia y sus nuevas representaciones del poder y de la legitimidad han llegado a Hispanoamérica, el discurso colonial comienza a mostrar fisuras y las prácticas político-administrativas borbónicas a jugar un papel dual que era leído, al menos por los criollos ilustrados, con otros referentes”.
¿Y si la independencia es un mito?
Antes del grito del 20 de julio, ya había tensiones serias entre América y la Corona española. El memorial de agravios que escribió Camilo Torres en 1809 recoge estas tenciones. El texto también es observado como un documento que aportó a la concientización por parte de los «criollos» de que eran parte de España, pero también de un nuevo mundo, siendo en conclusión un aporte a la identidad neogranadina que estaba en apogeo en la época.
Durante las últimas décadas del siglo XVIII se generalizó la práctica de impedir a los criollos- acceder a altos cargos públicos, lo que trajo como consecuencia un elevado grado de descontento, pues estos se consideraban tan españoles como los que habían nacido y residían en la España peninsular. El propio Camilo Torres era hijo de un hidalgo español casado con una aristócrata payanes.
En él puede leerse que, tal parece, no es que los criollos quisieran como tal una independencia; al contrario: declaraban abiertamente su apoyo al Rey luego de la invasión de Napoleón. En realidad, lo que querían los criollos era ser reconocidos como españoles y no más. Le independencia sería, entonces, solo el resultado de que eso se les negara, y no un deseo de libertad propio.
Dice el documento: “América y España, son dos partes integrantes y constituyentes de la monarquía española, y bajo de este principio, y el de sus mutuos y comunes intereses, jamás podrá haber un amor sincero y fraterno, sino sobre la reciprocidad e igualdad de derechos. Cualquiera que piense de otro modo, no ama a su patria, ni desea íntima y sinceramente su bien. Por lo mismo, excluir a las Américas de esta representación, sería, a más de hacerles la más alta injusticia, engendrar sus desconfianzas y sus celos, y enajenar para siempre sus ánimos de esta unión” […]
“…Así que no hay que engañarnos en esta parte: Tan españoles somos, como los descendientes de Don Pelayo, y tan acreedores, por esta razón, a las distinciones, privilegios y prerrogativas del resto de la nación, como los que salidos de las montañas, expelieron a los moros, y poblaron sucesivamente la Península; con esta diferencia, si hay alguna, que nuestros padres, como se ha dicho, por medio de indecibles trabajos y fatigas descubrieron, conquistaron y poblaron para España este Nuevo Mundo”.
Ante ese panorama, una pregunta muy simple sale de entre tantas teorías y a manera de conclusión:
¿Sí se rompió el florero?
El 20 de julio de 1810 y el 7 de agosto de 1819 son dos fechas trascendentes en la historia política de Colombia porque oficialmente siempre se ha celebrado en una nuestro grito de independencia en un día de mercado en Santa Fe de Bogotá entre floreros y criollos que pedían reivindicación por su autonomía del virrey, mas no de rey. O en la segunda fecha, la batalla final donde el ejército libertador derrotó por completo a las tropas españolas del pacificador Pablo Morillo en el Puente de Boyacá. La historia es contada por quien tiene el poder, nuestros próceres lo hicieron así para glorificar las hazañas del ejercito libertador, pero hay dos hechos claros: ni el grito de independencia del 20 de julio fue un grito liberador de la opresión español o la batalla del puente de Boyacá fue la batalla definitiva con la cual se tomó el control del vasto territorio de la Nueva Granada.
El 20 de julio fue un golpe prefabricado donde los criollos, liderados por el sabio Francisco José de Caldas, buscaron la manera de generar la agitación entre el pueblo y derrocar al virrey, más no acabar con el Estatus Quo dominante. Lo que se firmó ese día fue el reconocimiento expreso al gobierno sobre ellos del Rey Fernando VII y la pedida expresa de su salida de la cárcel para que pudiera volver al poder y que gobernara entre ellos en América, el rechazo a la invasión napoleónica a España, rechazo al gobierno del francés José Bonaparte, y a la junta independiente de Cádiz, España. Si quisiéramos celebrar un verdadero grito de independencia el 11 de noviembre de 1811 el pueblo cartagenero, liderado por indígenas, criollos, negros y cimarrones, mediante un grito tronador lucharon y consiguieron una independencia total del yugo español, reconociendo la necesidad de liberarse de un pueblo que los dominaba y ejercía lógicas de poder desiguales y asimétricas con una legitimidad inexistente, se le denomino la primera república.
Sobre el 7 de agosto es necesario hacer ciertas aclaraciones: esta no fue la batalla final en la cual se derrotó al ejército español, obviamente se venció al frente y al general que estaba liderando todo el proceso de “pacificación”, pero en el resto del país la presencia realista era aún fuerte. Obviamente esteasalto fue importante porque abrió el camino para la entrada de Simón Bolívar y las tropas libertadoras a Bogotá, pero hay que ser claro el centro no representa la independencia de una nación completa. Después de estos incidentes muchas batallas se dieron para liberar totalmente a Colombia de los españoles.
Aunque dos fechas como el 7 de agosto y el 20 de julio sean celebradas en Colombia hay que ser claros del papel que jugaron en la historia: ambas fueron sucesos que marcaron la senda a la independencia del yugo español, pero no fueron las definitivas para la independencia y expulsión completa de las tropas realistas que controlaban Colombia.
Por otro lado, haciendo una reflexión más moderna, es cómo lograr entender que hablemos de independencia cuando Colombia actualmente está atada por otras cadenas que oprimen más y de manera más efectiva que la dominación real de otra nación. Los tratados de Libre comercio, la corrupción, la injerencia de países extranjeros en nuestros asuntos políticos, la pobreza, una institucionalidad en la cual el ciudadano no tiene confianza, una cultura política pobre como muchos lugares de nuestro país, una economía capitalista de libre mercado que no responde a las realidades del país, el desempleo , la desigualdad, la acumulación de tierras en el campo, la desnutrición, la opresión a los pueblos indígenas, campesinos y afros, además del conflicto armado que vivimos entre otras más cosas que generan que esa independencia no logre ser real, sino que más bien vivimos en un país que aún está inserto en lógicas de dominación muy poderosa, donde el pueblo colombiano está aún sumiso a las recomendaciones extranjeras. Estamos todavía buscando nuestra segunda independencia, esta vez una que sea capaz de generar una Colombia hecha por todos y para todos, donde la justicia social y el desarrollo integral sean una realidad.
Por otro lado, Colombia es la hora y todavía sigue en píe de resistencia para lograr su segunda independencia, mucho más difícil de alcanzar porque esta es económica, política, cultural y social estamos buscando liberarnos de la injerencia de otros en nuestros asuntos y lograr el desarrollo de modelos que respondan a nuestras realidades, de una historia contada por nosotros mismos, de modelos de desarrollo que respeten el legado de nuestros pueblos indígenas y que no maltraten a la Colombia que vive cada día oprimida bajo el yugo de la explotación cultural y financiera.
- http://archivobogota.secretariageneral.gov.co/tareas/historia-del-florero-llorente
- https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-442886
- https://www.kienyke.com/historias/historia-de-la-independencia-de-colombia
Por : Julio Byron Viveros Cháves