Un equipo de investigadores liderado por el antropólogo Ariel Sánchez lleva un año evaluando qué tanto saben los jóvenes del país sobre el conflicto y la paz, así como qué tan adecuada es la política educativa al respecto. Hasta el momento los hallazgos de su investigación son preocupantes.
Semana.com.: ¿Por qué decidió hacer esta investigación?
Ariel Sánchez.: Porque creo que este trabajo que articula las voces, saberes y expectativas de jóvenes y educadores de todos los rincones del país, puede llegar a constituirse en un aporte valioso para lograr la tan anhelada transición hacia la posguerra.
Semana.com.: ¿A cuántos colegios ha ido y cuál es la muestra que escogió?
A. S.: Hasta el momento van 40 colegios -de 50 que queremos visitar- en 36 municipios del país, incluyendo instituciones en el Amazonas, La Guajira, Vichada, Caquetá, Meta, Putumayo, Chocó, Nariño, Tolima, Cauca, Vaupés, Huila, Cesar, Bolívar, Córdoba, Arauca, Norte de Santander, Guaviare y Antioquia. Principalmente abordamos jóvenes de grado 10 y 11 combinando entrevistas y etnografía.
Semana.com.: ¿Qué tan presente están la historia del conflicto y la construcción de memoria histórica en los textos escolares?
A. S.: Está cada vez más presente, pero más allá de sus contenidos, el problema está en su circulación y consumo. Ninguno de los colegios visitados hasta ahora tiene o utiliza los textos que abordan el conflicto armado. Puede ser, no obstante, que este panorama cambie una vez incluyamos más colegios privados en la muestra (hasta ahora más del 90 por ciento que llevamos son públicos).
Semana.com.: ¿Qué tanto saben del conflicto los niños y jóvenes que hacen parte del sistema educativo?
A. S.: Es muy variado. No hay referentes estandarizados y el conocimiento desarrollado depende de varios factores: la región y su historia dentro del conflicto, la voluntad de la institución y del cuerpo docente de abordar estas temáticas, la circulación de información dentro de la familia, el consumo mediático y, por supuesto, la experiencia directa. Por dar un ejemplo, casi todos los estudiantes de Gaitania (corregimiento de Planadas, Tolima) identifican a Marquetalia como la cuna de las FARC. En cambio solamente un estudiante por fuera de Planadas hizo mención de ese hito del conflicto colombiano.
Semana.com.: ¿Qué papel debe jugar la educación en la construcción de paz y de memoria?
A. S.: La educación se encarga de formar sujetos informados, críticos, de espíritu investigativo, transformadores, flexibles y que reconocen al otro y su palabra. La memoria, por su parte, reaviva una serie de experiencias que tradicionalmente quedarían excluidas en el afán por reducir el pasado a un sentido único, donde solo cabe la voz de quien detenta el poder.
Semana.com.: ¿Ha encontrado fallas en la política educativa con relación al tema del conflicto armado?
A. S.: Sí, pero son fallas que ocurren en la mayoría de países con un conflicto armado prolongado: o bien se ignora la historia del conflicto o se esteriliza, reduciendo el tema a la resolución pacífica de conflictos en la casa y en el colegio, a normas convivencia, a políticas contra el bullying, etcétera.
Semana.com.: ¿En el currículo de los colegios que estudió hay asignaturas que específicamente les enseñen a los estudiantes la historia del conflicto y por qué es importante construir paz?
A. S.: Hay colegios donde de manera voluntaria, esporádica y generalmente desestructurada algunos docentes deciden abordar temas asociados al conflicto o generar debates en las aulas. A veces es el profesor de filosofía, a veces el de ciencia política. Pero de ahí a decir que el conflicto haga parte de manera integral del currículo, no.
Semana.com.: ¿Los mantienen informados sobre el proceso de paz con las FARC y ahora con el ELN o esa información la recogen de entornos distintos al colegio?
A. S.: En general, no. Lo que los estudiantes saben de los diálogos de paz responde claramente a tendencias marcadas por su consumo mediático.
Semana.com.: ¿Qué tan escépticos son los jóvenes hacia el proceso de paz con las Farc?
A. S.: El estudiantado está casi tan dividido frente al tema como la opinión pública, pero lo interesante es que, si bien ante los diálogos hay división, una vez se les pregunta cómo imaginan su futuro y el de Colombia, la respuesta de la gran mayoría es positiva. Unos aspiran conocer un país con “niños jugando, campos sin minas, las armas desaparecidas”, o “sin madres sufriendo y familias desterradas, todos felices y comiendo perdices”.
Semana.com.: ¿Qué le llamó la atención de las respuestas que recogió?
A. S.: Hay muchas respuestas impactantes. Una que sigue resonando en mi cabeza es la que dieron varios jóvenes al preguntarles si recordaban algún incidente de violencia. Uno de ellos dijo: “Si. Un día que estaban celebrando el día de los niños en el parque -estábamos con mis primas y hermanos- y se metió la guerrilla. Hubo un muerto que fue el payaso… quien era un soldado”. También están las asociaciones inesperadas de estudiantes que atribuyen la toma del Palacio de Justicia a los paramilitares o mencionan a Álvaro Uribe como uno de los actores principales de la guerra “porque como es guerrillero”. Otra que me preocupó fue la de un estudiante que hablando del inicio del conflicto dijo: “surgió debido a los piratas que atacaban Cartagena. Y el Estado por no tener un bienestar contrató estos negros piratas llamados costeños y estos más tarde empezaron a combatir a las fuerzas armadas”.
Semana.com.: ¿Qué instrumentos tienen hoy en día los colegios para enseñarle a los alumnos la historia del conflicto y generar en ellos una consciencia al respecto?
A. S.: El mayor instrumento que tienen es la voluntad y creatividad tanto institucional como del personal docente. Hay colegios que han desarrollado sus propios museos, otros que organizan salidas educativas a zonas afectadas por el conflicto. Pero también hay instrumentos como la revista Katharsis, que desarrolló material didáctico para abordar el conflicto en las aulas, y la caja de herramientas para docentes desarrollado por el Centro Nacional de Memoria Histórica.
Semana.com.: ¿Por qué cree que es importante que a los estudiantes les enseñen esto en el colegio?
A. S.: Hay al menos cinco razones. Porque enseñar la historia del conflicto es un gesto de solidaridad con las personas afectadas donde demostramos que lo que pasó nos concierne a todos; porque es un modo de combatir silencios y de exigir rendición de cuentas; porque la premisa básica detrás de la noción de no repetición es conocer lo ocurrido; porque obviar en las aulas más de 50 años de guerra es contraproducente, pues entre menos se institucionalice más espacio le cedemos a los sectores radicales (incluyendo a los actores armados) para que dominen los discursos sobre ese pasado violento y las potenciales violencias futuras; y, finalmente, porque enseñar el conflicto permite convertirlo en algo transformable.
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