A todos nos pasa que encontramos en los lugares más inesperados, plazas de mercado, parques, buses, etc., conversaciones en la cuales si bien no es nuestro propósito meter las narices, a veces se hace inevitable no escucharlas. En muchas de ellas he podido encontrar unas profundas reflexiones, unos acertados cuestionamientos, un fino humor o una sátira muy bien aplicada a cualquier situación de la actualidad putumayense. Voy a contar unas pocas:
En la terminal de Cootransmayo (Cooperativa de Transportadores del Putumayo) , Puerto Asís
Escucho a un pasajero vecino mientras espero la salida del carro. Decía: “llevo viviendo toda una vida en el Putumayo y antes nos tocaba viajar por una carretera llena de huecos, una trocha sin pavimentar; el viaje entre Puerto Asís y Mocoa muchas veces demoraba más de 5 horas. Hoy la carretera es pavimentada, en hora y media uno está en el puerto y además la gasolina rebajó bastante, sin embargo el valor del pasaje no rebajó.
Si sigue siendo el mismo quiere decir que era justo el que nos cobraban antes?, que yo recuerde no ha bajado ni un peso. O sea que durante estos 10 años nos han venido cobrando de más las empresas de transporte? Y fíjese lo siguiente, que esta si es el colmo: si viajo en camioneta 4 puertas, tipo Hilux, a veces me queda el puesto de adelante y entonces voy entre el chofer y un pasajero, le llaman el puesto número 1. Hace rato no lo hacen pero a veces le da a la Policía de Carreteras por revisar si los pasajeros de adelante llevan abrochado el cinturón de seguridad y cuando miran que solamente hay cinturón para dos personas – el conductor y el pasajero número 2- , se hacen los maricas y dicen que todo está bien, pues al parecer les importa un carajo el pasajero de la mitad. Sabe por qué no hay otro cinturón? Porque si bien los constructores del carro lo diseñaron exclusivamente para que adelante vaya solo 1 pasajero además del conductor , alguien –seguro un colombiano “vivo”- se encargó de trampear (adulterar) el diseño de los asientos delanteros y lo que es más grave, también los documentos para agregar un pasajero más en la parte de adelante… pero se les olvidó a los tramposos un pequeño gran detalle, el tercer cinturón de seguridad, y para mi asombro a la autoridad que hace revisión, en ese preciso momento se les olvida las normas.”
Yo soy más generoso y pensaría que en ese preciso instante de la revisión, a los ilustres representantes de la ley y el orden los visita el alemán Alzheimer, portador del olvido. Ah bendito Alzheimer! que visita con frecuencia a muchas autoridades y funcionarios públicos del Putumayo…
En un parque de Mocoa
Existe en Mocoa un pequeño parque que lo llaman “parque de las palomas caídas” porque sus visitantes asiduos son pensionados de extrema riqueza en años y verborrea, pero de exagerada pobreza franciscana en actividades carnales. No sabría decir si la conversación que escuché venía a colación por aquello de las enfermedades propias de su edad o porque precisamente al frente de este parque funciona una IPS donde se ve diariamente hacer una larga fila de gente en espera de una boleta que se convertirá en el pasaporte para poder ser atendidos por el respectivo médico. Lo cierto es que la conversación giraba alrededor de un accidente de tránsito no tan reciente y que al parecer una señora de avanzada edad que salió herida de aquel evento tuvo que esperar largo tiempo para poder ser atendida en el hospital local. Después de un dispendioso relato con detalles puntuales, interrumpido por una que otra pregunta, y por una que otra maldición enriquecida por un madrazo cada vez que se referían a un personaje conocido por ellos que seguramente se decía amigo y trabajaba en el hospital pero , como les escuché decir, “se hizo el güevón” para no prestarle una ayuda que hubiera agilizado la atención a la señora. Finalmente oí que uno de ellos preguntaba:
-Bueno, y cómo es eso del tal SOAT (Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito)?
Se enfrascaron entonces en un largo conversatorio que finalmente lo remató uno de ellos, que se había puesto en la tarea –al parecer le quedaba tiempo- de hacer las indagaciones necesarias y trataré de, sistemáticamente, compendiar su conclusión:
- Averiguó que cantidad de colombianos estaban cobijados por el sistema de salud, tanto cotizantes como sisbenizados.
- Encontró que hasta el año 2012, según el Ministerio de la Salud, el 95% de la población colombiana estaba cobijada por el sistema de salud.
- Es muy posible, pensó, que dicha cobertura sea mayor hoy en día -2015-.
- Claro, acotó, deben haber zonas muy apartadas del país donde hay gente que no ha podido ser alcanzada por este servicio.
- Entonces, remató: por qué diablos obligan a los dueños de carros y motos a pagar una póliza (SOAT) por un servicio que la potencial víctima por el solo hecho de estar afiliado a una EPS ya lo tiene garantizado? Les recordaba que más del 95% del pueblo colombiano estaba amparado por un sistema de salud. Lo más probable es que ese 5% restante de población en su vida tan siquiera llegue a conocer un carro, fue su anotación final.
No tuve alternativa diferente a concluir que seguramente a los gobernantes de este país los atacó el Alzheimer y se olvidaron –olvido en favor de las empresas vendedoras de seguros por supuesto- que los indicadores de cobertura en salud cambiaron, se ampliaron e injustamente están poniendo a pagar por partida doble la atención en salud al dueño del vehículo y al infortunado colombiano a quien le hayan ocasionado el accidente vehicular que ameritó atención médica. Ah! bendito y pícaro Alzheimer…
En un banco
No podía ser lugar diferente a un banco donde sostenían una animada conversación un par de clientes mientras se agotaba la cola que les permitiría llegar frente al cajero. Se lamentaban sobre el rumbo que estaba tomando la política y la manera como se incrustó la corrupción en ella. Decían los parroquianos, que hoy en día cuando la gente se encuentra sin opción laboral en la vida -“pelaos” como anotaban ellos- entonces deciden lanzarse, de menor a mayor grado a consejo, asamblea, alcaldía, o gobernación y como para darle un respiro a la gente lo hacen para Congreso en período diferente llamado en alguna época, de mitaca. Hablaban sobre la competencia tácita que se ponían entre los gobernantes salientes y los entrantes, competencia por demostrar quién le echaba más monedas a las alforjas, si el que sale o el que entra. En un momento, el tono para mí no fue claro, pues no pude diferenciar si ponderaban o enjuiciaban la modalidad que se había impuesto en muchos lugares del territorio al utilizar a sus propios cónyuges para manejar los asuntos “non sanctos” que permite la pronta recuperación de sus inversiones, pero lo cierto es que, decían ellos, es una modalidad que da mucho resultado, es efectiva. Y así discurría este diálogo a oídos no solo míos sino de quienes estábamos haciendo cola como ellos. Como opté por concentrarme en cosas que me animaran más que esas, solamente volví la atención cuando finalizando su charla en voz alta alcancé a escuchar que uno de ellos le preguntaba al otro que si un ex gobernante de los atrás nombrados, cuando va a misa, se confiesa y recibe la bendición y con ella la absolución de sus posibles robos por parte del sacerdote, entonces quién estaría pecando más? El cura que sin nadie haberlo autorizado lo absuelve a nombre de todos nosotros o el penitente que se robó la plata de la salud, de la educación, de la cultura, de la agricultura, de …..no sé cuántas cosas más ? Absuelto moralmente a cambio de unas cuantas Avemarías.
Se me vino entonces a la memoria Sor Juana Inés de la Cruz y su sátira filosófica tan bien registrada en el poema “Hombres necios que acusáis”, soneto 13 :
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?
La verdad es que esto si me dejó pensando, pero mi preocupación no duró mucho y quedó resuelta cuando recordé que a los sacerdotes, representantes de Dios en la tierra también los visita el señor Alzheimer y los olvidos momentáneos – y espontáneos- son más frecuentes si se ha tenido posibilidad de prestar jugosos servicios contractuales al Estado. Ah! cosas milagrosas que hace el bendito Alzheimer
Guido Revelo Calderón
Mocoa, Abril de 2016