¿A quién se le ocurrió que era buena idea mezclar licor con trabajo? Foto: Miguel Yein
Para algunos es el momento de compartir, pero para otros, una invitación al desastre
No sé qué hago en el empleo que tengo ahora, mucho menos entiendo por qué la compañía para la que trabajo planea hacer una fiesta de fin de año. Ya empezaron a mandar correos comunales anunciándola, lo que me hizo recordar por todo lo que he pasado y las cosas que no comprendo de dicho evento.
Las fiestas de fin de año no deberían existir, punto. ¿A quién se le ocurrió que era buena idea mezclar licor con trabajo? Sus compañeros de oficina no son sus amigos. Amigos son los que hizo en el colegio, en la universidad, en el barrio. A la oficina vamos a ganarnos la vida y a enriquecer al dueño. Esa es la idea del concepto.
Pasa que los empleados que no están contentos ven esta fecha como una forma de revancha y creen que la mejor forma de compensar su mal sueldo es consumir todo en exceso. Comen doble ración de almuerzo y se la pasan detrás de los meseros para tomarse toda la gaseosa y la cerveza que puedan. En las fiestas que son con vales y todo está regulado, ve uno a varios perder la dignidad tratando de hacer toda clase de piruetas para repetir.
Un ejemplo de que no es bueno mezclar alcohol con relaciones laborales: si va a una fiesta empresarial, usted se expone a que llegue alguien a recriminarlo por algo, porque, como dice un humorista, los borrachos lo cogen a uno para decirle cuánto lo quieren o cuánto lo odian. Si el que llega a conversarle es un subalterno, le toca aguantárselo con la mayor paciencia. Si lo alaba ya puede calificarlo como ‘sobachaqueta’; si se acerca para echarle vainazos, ya vera usted qué excusa se inventa para echarlo.
Pero, ¿y si es su jefe el que llega a hablarle? ¿Cómo capotea usted a ese toro? Sea cuidadoso, tenga doble ración de paciencia así como se comió la doble ración de almuerzo. Vea que no es cierto que el mundo se va a acabar este año como nos vienen diciendo desde hace meses. Haga todo lo posible por no comenzar el 2013 desempleado.
Peor que mezclar trabajo y alcohol es sumarle lujuria al asunto. Cuando uno toma más de la cuenta termina cayéndole a la compañera de oficina que siempre le ha gustado; o a la primera que se le cruce, simple y llanamente. Pasa en estos agasajos que la que nunca nos había llamado la atención nos parece atractiva después del tercer trago, «porque la cara no es gran cosa, pero tiene buenas piernas».
Las actividades que organizan para amenizar la fiesta terminan siendo deprimentes: unos mariachis, un conjunto vallenato, una comparsa de baile, un acto de magia, un show de stand up comedy que termina siendo un maratón de cuentachistes lleno de historias de oficinistas que hacen las delicias de los asistentes porque se ven reflejados en ellos. Yo me he querido morir cuando he ido a fiestas empresariales con animadores y concursos entre departamentos, diga usted, Contabilidad vs Call Center en ‘póngale la cola al burro’.
No sé usted, pero yo no estoy mentalmente preparado para ver al jefe de cualquier departamento en jean, prendido y feliz, cuando todo el año me ha tocado verlo en corbata y con cara de rabo.
¿Por qué las fiestas empresariales las hacen de día y entre semana? Uno no está para quedar borracho un martes a las 3 de la tarde. ¿Qué les cuesta hacerlas como una fiesta normal? Sábado, 10 de la noche.
La fiesta de fin de año de la compañía puede causar pánico también. Cuando el evento se ha celebrado durante años en un restaurante campestre y de repente se anuncia que este año se hará en la oficina, el pánico empieza a cabalgar por los pasillos. La gente asume que la empresa no va bien y que pronto empezarán a sacar gente. A veces es cierto: a mí me echaron de un trabajo tres días después de la fiesta de la compañía.
Por eso, el día de la fiesta de la empresa aprovecho para hacer lo que no puedo el resto del año: irme al mediodía, almorzar en la casa y echarme una siesta. Al día siguiente, cuando todos están enguayabados y arrepentidos, voy a trabajar como si nada.
Por: ADOLFO ZABLEH DURáN