

Por: Carlos Enrique Corredor Saavedra / octubre 2025
Históricamente ha existido la presunción de que poderosos grupos de élite, conformados por multimillonarios, políticos influyentes y grandes corporaciones, ejercen un poder que va más allá de lo que la ciudadanía puede percibir. Organizaciones como el Grupo Bilderberg, el Foro Económico Mundial o el Club de Roma despiertan interés y controversia, pues su carácter privado y hermético alimenta tanto el análisis serio como las teorías conspirativas.

Lo comprobado es que en estos encuentros se reúnen personajes influyentes del ámbito político, económico, mediático y académico, con el propósito de debatir sobre el rumbo del mundo en temas relacionados con la economía, la seguridad, la tecnología, la energía y las relaciones internacionales. Su capacidad de influencia es innegable, sobre todo en países pequeños o en vías de desarrollo, donde la deuda externa, la dependencia financiera o las inversiones extranjeras se convierten en mecanismos de presión indirecta capaces de orientar políticas públicas.
El caso del Grupo Bilderberg, fundado en 1954, cada año convoca a decenas de figuras de alto nivel en reuniones cerradas, sin acceso a la prensa. Aunque su objetivo principal es discutir libremente y analizar temas globales, la falta de transparencia ha generado acusaciones de manipular elecciones electorales, provocar conflictos o diseñar políticas de dominación mundial. Sin embargo, hasta ahora no se conocen pruebas verificadas que sustenten tales señalamientos, pero como reza el dicho “cuando el río suena, agua lleva”.
De igual manera, algunos sectores sostienen que ciertos desastres naturales, como tsunamis, huracanes o terremotos, podrían ser provocados por proyectos secretos de manipulación climática. Si bien existen experimentos reales de geoingeniería, como la siembra de nubes para inducir lluvia, la ciencia no respalda la posibilidad de generar catástrofes sísmicas o marinas de forma intencional.
En conclusión, lo cierto es que el poder de las élites existe y se manifiesta en redes de influencia que trascienden gobiernos y fronteras. Lo que pertenece al terreno de la especulación es la idea de un control total y oculto sobre el planeta o la supuesta capacidad de provocar desastres naturales a voluntad. La delgada línea entre realidad y mito, reforzada por el secretismo de estas reuniones, seguirá alimentando el debate sobre hasta dónde llega la verdadera influencia de los poderosos en el destino de la humanidad.
Un ejemplo claro es Monsanto, pionera en la modificación genética de cultivos y en el desarrollo de tecnologías para la agricultura. Las serias preocupaciones sobre su impacto en la salud humana y en el medio ambiente, así como sus cuestionadas prácticas comerciales, han generado una percepción negativa frente a sus actividades. Podemos colegir entonces, que los efectos secundarios resultan más perjudiciales que los mismos beneficios esperados.
En definitiva, lo que conocemos a través de los medios de comunicación y de diversas fuentes informativas, presentado como supuestas verdades, no es más que un reflejo limitado de lo que realmente sucede al interior de las grandes potencias, que guardan con recelo y hermetismo hechos pasados, lo que ocurre en el presente y lo que podría suceder en un futuro cercano.
