

LaRepublica – Modelos productivos responsables están transformando una región históricamente golpeada, generando empleo digno y mejorando ecosistemas
El Putumayo ha sido, por décadas, una de las regiones más golpeadas por el conflicto armado, la deforestación y la economía ilegal. La falta de infraestructura y la presión de actores al margen de la ley han limitado su potencial productivo y sostenible. En este contexto, resulta urgente impulsar modelos económicos legales, rentables y responsables que devuelvan estabilidad al territorio, generen empleo digno para las comunidades y restauren los ecosistemas de la región.
Con este propósito, iniciativas empresariales en el departamento han demostrado que es posible combinar productividad y conservación. Un ejemplo de ello es Amapuri, una empresa putumayense, que a través de su ONG Corpocampo, ha logrado la restauración de más de 1.500 hectáreas de bosque mediante la implementación de sistemas agroforestales, que permiten producir sin degradar la selva. Esta iniciativa convierte a los propietarios de fincas y a los territorios colectivos en guardianes del bosque, generando ingresos estables a partir del uso sostenible de los Productos Forestales No Maderables que se producen.

Su CEO Edgar Montenegro, un empresario de origen campesino, menciona que lejos de afectar el entorno natural, estas prácticas mejoran el estado de los suelos y dinamizan economías locales a través del cultivo y aprovechamiento sostenible de frutos como el acaí, copoazú, moriche, entre otros, incluso en su forma silvestre.
Este tipo de modelos ha permitido que especies antes desplazadas por actividades como la ganadería extensiva o los cultivos ilícitos, como tucanes y micos regresen a sus hábitats naturales, reconstruyendo los corredores de biodiversidad y el equilibrio ecosistémico. Además, se han creado alternativas económicas reales para más de 1.500 pequeños productores, incluyendo madres cabeza de hogar, quienes hoy encuentran en la bioeconomía una vía concreta hacia la legalidad.
Aun persisten grandes retos: infraestructura deficiente, presión de economías ilegales y limitaciones en conectividad y servicios. Frente a esto, los empresarios que deseen contribuir al desarrollo sostenible de la Amazonía tienen múltiples vías de acción: priorizar en sus compras institucionales productos provenientes de proyectos sostenibles en la región, incorporar al Putumayo en sus estrategias de responsabilidad social, apoyar programas de educación rural con enfoque ambiental o vincularse a esquemas como “Obras por Impuestos” para mejorar la infraestructura básica en toda la región.
Invertir en este tipo de proyectos no solo es una decisión ética, sino también estratégica. La Amazonía representa una de las mayores oportunidades para el desarrollo productivo y sostenible del país a través de la bioeconomía. Hoy más que nunca, es tiempo de apostar por territorios que tienen todo el potencial para convertirse en motores de crecimiento y de sostenibilidad en el Putumayo.
