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Por : Germán Ortiz Ch.
La reciente tala y poda de árboles en varios sectores del centro de Mocoa ha generado una ola de reacciones. Mientras algunos ciudadanos cuestionan el impacto ambiental de estas intervenciones, el alcalde Carlos Hugo Piedrahita ha defendido la medida, asegurando que las acciones fueron realizadas bajo estrictos protocolos técnicos y con el objetivo de salvaguardar la seguridad de la población.
Según el mandatario municipal, las decisiones fueron tomadas tras un análisis de profesionales de Corpoamazonia, quienes evaluaron el estado fitosanitario de los árboles y determinaron que algunos representaban un peligro para las edificaciones y la seguridad pública. Piedrahita destacó que, en ciertos casos, la salud de los árboles era tan deficiente que su conservación habría sido inviable sin poner en riesgo la integridad de las personas. La reciente caída de un árbol en la avenida Colombia, que causó daños en varios establecimientos, subraya la necesidad de estas medidas preventivas.
No obstante, los grupos ambientalistas han expresado su preocupación por la pérdida de la vegetación urbana, un componente esencial para la calidad del aire y el bienestar de la comunidad. Aunque la seguridad es una prioridad, estos sectores insisten en que se debe buscar un equilibrio para no sacrificar el patrimonio natural de la ciudad en aras de la protección pública.
Es comprensible que los mocoanos se preocupen por el futuro de sus árboles, sobre todo en un contexto de cambio climático y deforestación. Sin embargo, la seguridad pública no debe ser negociable. Las autoridades locales, en este sentido, tienen el desafío de mantener ese equilibrio, promoviendo tanto la protección del medio ambiente como la integridad de los ciudadanos.
En definitiva, las acciones de tala y poda en Mocoa responden a una necesidad urgente de seguridad, pero es esencial que las autoridades continúen trabajando con transparencia, socializando las decisiones con la comunidad y asegurando que cada intervención sea responsable y sustentable. Un diálogo constante con la ciudadanía y los expertos será clave para proteger tanto a las personas como al patrimonio natural de la ciudad.