El mismo castigo que en las últimas elecciones los putumayenses le infringieron a un partido, por la mala administración del departamento, los mocoanos estuvieron a punto de aplicárselo a otro partido por la mala administración de la capital del Putumayo. Y particularmente pienso que hubiera sido bueno y hasta saludable que hubiera ocurrido.
Fue notorio que también en la mayoría de los municipios del departamento, los malos gobiernos también fueron castigados y todo indicaría que en Mocoa, en condiciones normales, podría haber sucedido lo mismo. Los guarismos parecen señalar que la votación ganadora a la Alcaldía, pudo ser “arrastrada” por la alta votación a la gobernación y que la segunda votación a la alcaldía pudo haber resultado afectada por una presunta decisión en lo referente a la gobernación, caso contrario otra podría ser la historia en Mocoa. Pese a todo quedó claro que las diferencias se acortaron significativamente y que los ciudadanos mocoanos estarán a la expectativa frente al nuevo gobierno municipal y las soluciones que traiga consigo.
Alguien escribió hace unos días un artículo relacionado con diferentes aspectos de la vida de Mocoa, el cual anduvo rodando por las calles y las oficinas y nos dimos cuenta que causó resquemor en algunos sectores sociales de la capital. Independientemente del concepto que tengamos sobre dicho escrito y su autor y de la subjetividad con que lo analizamos, me parece que no se necesita saber mucho ni ser un gran observador ni venir de otra parte del país, para darse cuenta de lo que aquí está pasando.
La ciudad es un desastre y un caos en sus vías públicas, la movilidad, los servicios públicos, la seguridad, etc. problemas que no solo se relacionan con la última administración municipal, la que obviamente fue muy mala, sino que vienen también de más atrás. Pero pareciera que a los mocanos poco les importa o no se atreven a decirlo, aunque tenemos que reconocer que hubo una reacción importante en estas últimas elecciones, que indicaría que la ciudadanía mocoana estaría resuelta a cambiar esto si esto no cambia.
Considero que el problema de Mocoa es precisamente la política, no necesariamente porque la política como tal sea un problema o sea mala, sino porque los mocoanos han hecho de ella su forma de vida y casi que su cultura. Quizá esto se deba a que no ha habido incentivos para otras formas de vida, porque aquí prácticamente no existe la agricultura, la ganadería o la industria, lo cual no es culpa de la política sino falta de política. Por eso en Mocoa la política y la administración pública y el “tener” o “no tener gobierno” determinan el nivel de vida de buena parte de la población.
Se debe entender que esta forma de vida y esta cultura política o politiquera, inevitablemente afectarán la administración y por ende el desarrollo de la capital. Por lo que hemos visto, lo que se espera de una administración municipal no es que solucione los problemas de la ciudad, sino que solucione las necesidades particulares e incluso las ambiciones de las personas y las familias. Los mocoanos esperan cosechar en la administración pública, lo que las candidaturas sembraron en la campaña. Si los gobiernos sucumben en esta voracidad, difícilmente podrán hacer una buena administración.
Como ciudad Mocoa le pertenece a los mocoanos, pero como capital es también de los putumayenses y de quienes nos ha correspondido vivir aquí, así sea temporalmente. Por lo tanto creemos que tenemos el derecho a opinar sobre lo que aquí pasa y lo que debe pasar. Es preciso que la ciudadanía de Mocoa, sea cual sea la afinidad política de cada ciudadano, se organice para defender su ciudad, sus recursos y exigir soluciones a los problemas que padece. No se puede seguir lamentándose durante cuatro años o esperar cuatro años para seguir lamentándose. Se necesita que aquí haya un cambio en la actitud de la gente hacia la forma como se debe administrar el municipio, para que se produzca un cambio en la forma de gobernar.
Los mocoanos deben empezar a pedir menos para sí mismos y exigir más para la comunidad y para la ciudad.
AGUSTIN ORDOÑEZ GONZALEZ