El valor de un viejo papel -1.897-

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Por : Guido Revelo Calderón

Mocoa, 461 años, ¡felicidades!

Si la gente interesada en la rica historia de Mocoa, que es mucha –gente interesada y rica historia-, me preguntara por los documentos valiosos de su pueblo, yo no dudaría en señalar uno en especial, el cual reposa en los viejos anaqueles de la Diócesis Mocoa-Sibundoy y hace parte de los archivos oficiales de la Iglesia Católica del Putumayo. Me voy a permitir apuntarles los porqués de mi señalamiento:

  • Está fechado en mayo 2 de 1897, razón para convertirlo en uno de los manuscritos más antiguos de Mocoa que se puede encontrar en esos archivos. Les estoy hablando – o mejor escribiendo- de un documento elaborado a escasos 87 años después de la proclamación de la independencia de Colombia.
  • Su contenido denota, sin lugar a dudas, la importancia del papel fundamental que la Iglesia Católica jugó, con aciertos y yerros, con detractores y defensores, en el devenir histórico de Mocoa y del Putumayo en general.
  • La decisión tomada y aquí registrada se respetó y es una de las razones, si no la principal, por la cual la ciudad de Mocoa ocupa el sitio donde hoy está.
  • De paso una modalidad de consulta popular (a la que nos referiremos más adelante) nos muestra de cuerpo entero la primigenia vocación política y democrática del pueblo mocoano, entre otras cosas.

Contexto y razones del escrito de 1897:


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En desarrollo de una colaboración que la Parroquia de Mocoa me solicitó hace varios meses con el propósito de hacer una revista, hube de “hurgar” multitud de viejos documentos (actividad que disfruto en una especie de éxtasis mental) en búsqueda de pistas, indicios, datos, que me permitieran tener una luz sobre los orígenes y la historia de la actual Catedral San Miguel Arcángel. En ese placentero quehacer encontré un documento que resultaba valioso tanto porque tenía que ver con la construcción de la catedral, como porque podría ser considerado un censo poblacional de la época.

Su historia se remonta a un gran incendio que ocurrió en 1896. Aunque hoy parezca extraño, los problemas del poblado de entonces no se enfocaban en los servicios de agua potable o alcantarillado, sino en los recurrentes incendios que, una vez iniciados en una casa, se propagaban a otras debido a los vientos frescos que aún hoy acompañan a Mocoa. Claro está que en esto también tenía mucho que ver las festividades religiosas alentadas por fuegos artificiales. Es de anotar que para la época los techos de las casas se construían con paja seca, generalmente con hojas de iraca. Pues el 8 de diciembre de 1896 nuevamente ocurrió un incendio y, esta vez, el gobierno nacional se hizo presente con un generoso auxilio económico para los damnificados. Es bien sabido que en esa época era la Iglesia Católica la que se encargaba de representar al Estado en muchas funciones y fue precisamente a través de ella que se canalizaron los recursos indemnizatorios. Sin embargo, surgió una polémica entre los beneficiarios -la misma población-, relacionada con la administración de estos recursos y fue esta controversia precisamente el origen del documento al que nos referimos, el cual fue redactado menos de un año después del incendio y firmado o autorizado por la mayoría de los pobladores: se tituló: “Defensa de los católicos mocoanos a los primeros P.P. Capuchinos que fundaron la Residencia de Mocoa” e iba dirigido inicialmente al P. Ángel María de Villaba, Custodio Provincial con sede en Pasto.

Pero, ¿qué motivó a que la mayoría de pobladores acudieran a firmar este documento de respaldo?

Los feligreses, que siempre habían deseado tener un templo digno para su pueblo, vieron en el auxilio una buena oportunidad para ceder un pequeño porcentaje a la iglesia local con la finalidad de construir su templo, sin embargo, no todos pensaron de la misma manera; algún grupo de ciudadanos, inconforme con dicha cesión, se quejó al alto gobierno y de allí provino como respuesta la iniciativa del escrito de respaldo, el cual consistió en reunir firmas de apoyo para la construcción del templo. Se deduce fácilmente que, en un pueblo de abrumadora mayoría católica, todos acudieron a firmar o, en su defecto, a autorizar mediante llamativas fórmulas como “por ruego de Cecilio Adarme, de Manuel Orjuela, de Lino…etc., que no saben escribir, lo hace Justo Pastor Sánchez autorizado por ellos.”, o “Benigno Perafán, amigo del indígena Valerio Yanangana firma con su autorización.” ,o, “Amigo de Candelaria Medina por favor y ruego que me hace por no saber firmar, autorizado por ella firma Hipólito Bucheli”. Lo cierto es que firmantes y representados sumaron más de doscientos feligreses apoyando la propuesta. Con lo que no contaban es que esta idea generó a su vez un nuevo dilema entre los pobladores.


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La gente empezó a preguntarse: ¿y sí es razonable construir un templo nuevo en un lugar tan expuesto a los incendios?

Sabían que, su ubicación, los constantes vientos, y las fiestas religiosas acompañadas de fuegos artificiales, no ayudaban en nada a solucionar el lío. Entonces aparecieron promotores con la iniciativa de trasladar el pueblo a un nuevo lugar, aspiración que contó con apoyo de la Iglesia. Por supuesto también surgieron defensores del espacio ya ocupado que se opusieron al traslado. Ante tal disyuntiva, se propuso entonces realizar una consulta, diríamos hoy un referéndum, que enfrentó a los del SÍ en favor de reubicar a Mocoa, frente a los del NO, que abogaban por dejarlo en el mismo sitio. Ganaron los del NO. Las discusiones no pararon allí, pero tras negociaciones, finalmente surgió una posición conciliadora que fue acogida por todos: el pueblo se quedaría donde estaba, sin embargo, las nuevas casas que se fueran construyendo guardarían una distancia de por lo menos 10 metros entre una y otra. Esto, pensaban ellos, contribuiría para que el fuego, de darse nuevamente, no se propagara tan fácilmente en las casas aledañas. En conclusión, el poblado seguiría en el mismo lugar (el que hoy ocupa), el pacto sería respetado y allí se iniciaría la construcción del templo. De esta manera, se zanjó de tajo la discusión.

Epílogo:

Mocoa, cuyos estudiosos sostienen que con anterioridad ya había sido reubicada tres veces, en esta oportunidad optó por quedarse donde está, frente a la serranía del Churumbelo, sobre las faldas de una montaña, entre los ríos Sangoyaco, Mulato y Mocoa. Por otra parte, la que era entonces una simple idea se empezó a materializar y se construyó un nuevo templo, que años más tarde sobre sus vestigios y adyacente a él se dio inicio, entre los años 1920 y 1925, a lo que hoy conocemos como la Catedral de Mocoa. Testimonio de todos estos sueños del pueblo mocoano lo constituye este antiguo pero valioso documento que eventualmente podría constituirse en un censo de población, a la vez nos muestra una modalidad de consulta popular posteriormente enriquecida con un acuerdo conciliatorio, y nos otorga herramientas históricas sobre la actual ubicación de la ciudad y sobre el origen de la Catedral San Miguel Arcángel de Mocoa.

¡Mocoa, felices 461 años de invalorable tradición y rica historia !

Mocoa, septiembre de 2024

Los documentos que aquí aparecen fueron escaneados en el archivo de la Diócesis de Mocoa – Sibundoy Con autorización de : Monseñor Luis Albeiro Maldonado Monsalve

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