Una vida, un territorio, por mi raza, por mi tierra, hasta siempre Phanor, Manuel  y otros tantos

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Por: J. Alexander Africano M.

Phanor Guasaquillo y Manuel Carlosama

El primero de diciembre aparentaba ser un día como cualquier otro; el clima que hacía era grato, me encontraba en la fría pero hospitalaria capital de Colombia, comenzaba un nuevo mes y finalizaba la semana en un contexto agradable, mi alegría interna apenas se reflejaba pues un día antes me había enterado de asuntos que le vienen muy bien a un departamento como Putumayo y que tienen que ver con el desarrollo rural agrario incluso con enfoque étnico.  No obstante, en algunas veces poco confío en un día apacible, los días en los que el sosiego es omnipresente me generan cierta incertidumbre, porque es lo normal, que la vida en su esencia se mantenga caótica y cuando los días gozan de tranquilidad, aguardan, según mi visión del mundo, tragedias por contar.  

Lamentablemente, hay que decirlo, el mundo me daba la razón; en el trascurso de la bonita mañana me enteraba desde Mocoa que una nube gris se aproximaba proveniente del “Churumbelo” anticipando chubascos, o quizás, el talante de la noticia que estaba por recibir. Siendo aproximadamente las 8 de la mañana y a punto de dirigirme a mi destino, mi celular vibró, recibía allí la confirmación de lo que pensaba sobre los días imperturbables; advierto que no es que me molesten los días así, pues ¿Quién no anhela la quietud durante el curso de su vida? pero en un país como Colombia, en donde muchas cosas resultan sospechosas, las buenas percepciones, como la tranquilidad, no son ajenas a este sentir. En aquella mañana ambivalente de horizontes coloridos y otros grisáceos me enteraba de la muerte en extrañas circunstancias del compañero MANUEL CARLOSAMA; un gran amigo, y quien dejaba un legado imborrable en la lucha indígena en favor del territorio, a través de diferentes procesos significativos para estas causas como mingas, consultas previas, MPC entre otras, como líder del pueblo SIONA; una población indígena que se encuentra ubicada en el departamento de Putumayo sobre la ribera del rio que divide la frontera con Ecuador. Lejos estaba de pensar siquiera que luego partiría otro grande que le sumaba bastante a las mismas y otras expresiones sociales étnicas en Putumayo.

Consternado continué mi rutina, mientras ésta avanzaba en el avión que sobre nubes blancas simulaban lo que nos han pintado como el cielo, allí elevado en la aeronave y tras corrientes fuertes de aire que hacen mover el aparato, pensaba en lo corta o larga que es la vida y en el cómo hacer para hacerla mejor siempre y controlarla de tantas turbulencias que llegan cuando menos se esperan, pero que se pueden remediar con tan solo la buena voluntad, esa que deberíamos tener todos.


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Luego, más allá de todo pensamiento, mi tristeza se tornaba intensa ante la postura indiferente de compañeros, allegados y familiares, quienes, aunque no culpo de su disposición, pero que en algunos momentos me han despertado preocupación debido a la nula receptividad evidenciada en mis coetáneos por las causas sociales y, por ende, la ausencia de liderazgo para reasumir las luchas y los procesos que permanecían vigentes durante la vida del gran Manuel.

Un panorama desolador con el que concluía, con frustración, impotencia y miedo, que daba cuenta que no solo moría un líder sino todos los procesos que con gallardía y coraje asumió desde su lucha juvenil, una lucha que bien podría ser de todos. Para hacerle frente al abatimiento me reconfortaba pensando que, a lo largo de la historia, han contado con adeptos reducidos las nobles causas, pero con férreo compromiso que por nobles no dejan de ser altruistas y que nos llevan a pensar no en nosotros sino en los demás, entregando a cambio hasta la propia vida.

Partiendo de esta motivación, el sábado en la noche decidí viajar desde Mocoa hasta Puerto Asís para acompañar al féretro que se despedía del mundo y nosotros de él. Sin prisa, pero sin pausa, alisté lo necesario y me embarqué lleno de sentimientos encontrados pues hace un poco más de dos meses tuve que vivir y sentir la partida de Jairo mi hermano de sangre hacia el más allá, afortunadamente conté con suerte de encontrar una camioneta que nos llevaría rumbo a la capital comercial del departamento, en un viaje donde me acompañó Javier del pueblo Kamentsa Biyá quien no titubeo cuando le dije: “…Nos vamos a despedir a Manuel, como él se lo merece…”.

A mi llegada, el escenario no podía ser más calamitoso, toda una comunidad, unos hijos en desgracia, una familia llorando a su líder y a su ser querido; allí me encontré, en circunstancias no deseadas, a otros tantos lideres que de manera solidaria acompañaban a su amigo y de quien conocían, de primera mano, lo que representaba para su comunidad. Después de una invitación, nos dirigimos a la Maloka del Cabildo donde aguardaban otros líderes, abuelos, maestros y en medio de medicina tradicional se nos fue la noche negra, como testiga de su color perdurará en mi memoria una mariposa tan negra como la noche y tan negra como el luto que nos embargaba la cual posó en el brazo de Javier y que se convertiría en la visita como presagio de que unas mentes de su mismo tono iban a desarmonizar aun mas lo que estaba pasando allí, tal vez era Manuel tratando de indicar algo o tal vez era la naturaleza que cambia cuando debe cambiar en el momento preciso.


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Por segunda vez el mundo me daba la razón, en aquel entorno de tristeza, dolor e impotencia me percataba que estaba rodeado de gente valiosa, muy valiosa no solo para el territorio sino para todo el país y que valoraban el altruista empeño de sus lideres. Una de esas personalidades notables, con carácter y entereza que allí se encontraba era mi amigo y líder excepcional del pueblo Nasa PHANOR GUAZAQUILLO quien después de llegar orgulloso de su guardia Indígena y tras hacerle un “camino y guardia de honor” a su compa Manuel, tomó el micrófono con su naturalidad habitual y sin más palabras que las justas puso a sonar y entonó el coro conocido de la guardia indígena con una templanza y con una motivación que el “fuerza, fuerza, Por mi raza, por mi tierra” más allá de transmitir la fortaleza que se  ausenta normalmente en estas tragedias, invitaba con un canto conmovedor a identificarse con sus pueblos, territorios y con las luchas que el difunto dejaba en este mundo desagradecido. Aproveché el término de su intervención para saludarme con PHANOR en donde compartimos unas palabras; me sorprendía ver el ímpetu y el entusiasmo por continuar su labor social, era un hombre que con vocación servía a su comunidad, y las amenazas de las que era objeto no cesaban, ni su liderazgo, ni el anhelo con el que inició su objetivo de ver en mejores condiciones su territorio y, claro, a su querida comunidad.

Era un funeral emotivo, un digno reconocimiento a lo que en vida desarrolló Manuel, sin embargo, una vez terminado el protocolo de despedidas, de cultura, el clima inaguantable, en complicidad con un calor sofocante y la carga de una noche de “mambeo” y medicina, me instaban con urgencia a descansar, agotamiento mezclado con el dolor de la partida que también compartía conmigo Javier.

De las ironías de la vida me he servido en este departamento y a menudo me cuestiono, como en un territorio con una riqueza única, esta no se pueda disfrutar debido a los límites que imponen las dinámicas guerreristas de este país, en donde todos los bandos ajustan su causa en favor del pueblo, como si desconocieran que son su peor flagelo y la mayor restricción a sus libertades. Como si lo anterior fuera poco, este territorio es anhelado por multinacionales que pretenden lucrarse únicamente de los recursos numerosos, eso sí, que el exuberante tapete verde, como le dicen, esconde en sus terrenos; es como si esta gente buena con valores, principios y enseñanzas estuviera condenada.

De temas similares y con un conocimiento único sobre el asunto, hablamos con mi gran amigo y líder PHANOR GUAZAQUILLO, con quien lamentablemente por la premura que la fatiga me llevo a despedirme; desconociendo que era la última, y que ya no lo vería más en vida, con su bastón y atuendo propio y como siempre orgullosos de su Guardia y de su pueblo.

Abandoné el sepelio con la venia de mi compañero de viaje y con la convicción de que es en el cementerio donde el dolor se acrecienta, donde se quedan las últimas lágrimas profundas y donde la familia y los más cercanos expresan su llanto conmovedor e inigualable y donde más allá de los amigos debe estar su familia.  Retornamos a Mocoa, la capital del departamento y durante el viaje un vaivén de cuestiones me abordó, pensaba lo difícil que es la vida para las comunidades indígenas de este departamento y de otros en los que suelen haber intereses más lucrativos y, por lo tanto, conflictos más intensos. En este regreso y en medio de la incomodidad por los únicos puestos en la parte trasera el vehículo, meditaba asombrado de la tenacidad y resiliencia con la que afrontaban estas dificultades que por donde se vean no son cosa corriente; son supervivientes. También, en medio de la nostalgia que me embargaba al adentrarme en sus realidades, anhelaba llegar a mi hogar y fundirme en mi lugar de descanso en un sueño profundo en el cual pudiera descansar y soñar tranquilamente sin ninguna sospecha.

Melancólico y pensativo, arribamos a Mocoa, con una sed que era igual de apremiante que la fatiga; mi mente se asemejaba a una maquina imparable de pensamientos, un caos, donde solo un profundo sueño podía darme la quietud de la que en mi estado de vigilia tanto desconfío. Llamé a mi hijo a eso de las 3: 00 P.M. para que se acercara a recogerme y poder llegar a descansar después de un fin de semana e inicio de mes trágico; No obstante, al disponerme para ello, vibró mi celular, era una llamada de la lideresa DIANA  del pueblo Nasa y hermana de PHANOR en su idiosincrasia y lucha social, quien al contestar me alarmó con su llanto desgarrador que anunciaba, en medio de su aflicción y con notoria frustración ¡¡¡Alexander mataron a PHANOR, mataron a PHANOR!!! recibía esta exclamación en un contexto de un paisaje que embriagaba por su hermosura a cualquier espectador, un domingo tan pacifico que por lo agotado del viaje no me detuve a reponer su semblante sospechoso, por lo que aquella llamada me ubicó fuera de base, absolutamente desprevenido; contesté ingenuamente, pero a medida que mis oídos se enternecían con el doloroso lamento, un frio me sacudió y me dejó inmóvil, perplejo en el rincón de mi habitación, con absoluta negación al pensar que el hecho había ocurrido en un lugar impensable y  tan sacro como un cementerio.

La vulgaridad del crimen es algo que no tiene límites, es un mundo inescrupuloso, un mundo en donde la vida, ciertamente, vale menos que un salario mínimo, no vale nada, y quienes culminan los senderos de sus víctimas, advierto que desconocen el objeto de su barbaridad, de siquiera conocer un poco lo que van a exterminar, se la pensarían más de 3 veces antes de que su frialdad les impulse a apretar el gatillo que acaba familias e historias heroicas, como la de PHANOR GUAZAQUILLO, asesinado vilmente al abandonar, junto con su compañera, el entierro de su amigo, nuestro amigo Manuel; los criminales han profanado un lugar sagrado destinado para nuestros muertos.

En menos de 72 horas, la violencia, de la que tanto ha sufrido este departamento, cegaba la vida y dejaba sin voz a otra comunidad. Otro legado se dejaba para el putumayo, pero este, sin desmeritar el de Manuel, lo dejaba uno de los lideres más importantes que haya podido tener el departamento; PHANOR GUAZAQUILLO PEÑA, oriundo del Cauca, de 45 años, padre de 4 hijos, líder y autoridad del pueblo Nasa en Putumayo y quien ejercía actualmente como gobernador del Cabildo Nasa Kwes Kiwe – Nuestra tierra en Puerto Asís, vocero nacional de la Instancia Especial de Alto Nivel para Pueblos Étnicos – IEANPE y directivo de la Asociación de Comunidades Construyendo Paz en Colombia – CONPAZCOL. PHANOR no era cualquier líder, no en vano participó como miembro de la Coordinación Étnica nacional de Paz – CENPAZ en la construcción del Capítulo Étnico en el Acuerdo de la Habana, fue concejal del municipio de Puerto Asís y candidato a esta misma corporación en las pasadas elecciones municipales; sumado a eso ayudaba a la búsqueda de personas desaparecidas, a retornos y reubicaciones de comunidades desplazadas por el conflicto y hasta en procesos de restitución de tierras y en fin una serie de acciones sociales – humanitarias.

La violencia arrebataba a uno de los arquitectos del capítulo étnico del proceso de paz y de su aplicación e implementación en el territorio; nos deja un mensaje indescifrable sobre que pretenden los enemigos de la Paz;  mi amigo y gran líder se encontraba amenazado y poco y nada se hizo; por este motivo, acudió a Ministerios, entidades, y celebridades políticas respectivas en aras de preservar su vida, quizás porque imaginaba que de concretarse aquellas amenazas sería una clara advertencia para quien se atreviera a enarbolar sus banderas y continuar su lucha, todo fue en vano y las medidas nunca llegaron a pesar del riesgo ya puesto en conocimiento.

Luego se supo que como medidas de protección una entidad le suministró un chaleco antibalas y un celular para su seguridad; si bien era un héroe en su comunidad, la vida real no conoce de personajes heroicos inmortales, aunque aspiramos que su legado y memoria así permanezcan; sino que se requería de una respuesta institucional sólida que salvaguardara su integridad y por consiguiente, los procesos de los que era vocero y baluarte.

Con su cobarde y reprochable asesinato no solo se encuentran en vilo sus iniciativas, sino que también se destruye a una familia por completo, pues, el mundo de sus 4 hijos ya no será el mismo sin su padre muy a pesar del valor de su hijo mayor, ni el de su esposa, sin su esposo. Someter a 4 seres a un impacto emocional de tal magnitud no tiene presentación, ni perdón, es una absoluta barbarie la problemática de los lideres sociales amenazados. Con las cifras de asesinados en aumento y las amenazas a la orden del día, me atrevería a pronosticar que las empresas criminales quieren unas comunidades agazapadas, sin voces ni representaciones. Tener la certeza de quienes están detrás de todo esto, es un acertijo que llevará tiempo y, lamentablemente, más muertos antes de resolverse; la muerte de Phanor ha de saciar la sed para salvar a otros y otras.

La mariposa nocturna traía un mensaje y ahora mismo le he solicitado desde el mismo regreso a la madre tierra de Phanor, de su siembra, que cumpla su misión de mensaje de justicia y que tal como lo dijo esa noche en la casa espiritual el abuelo Matías del pueblo Murui: ”..la naturaleza también es gobierno..” y que sea la madre naturaleza la que con su justicia propia rompa el silencio de los asesinos y dobleguen su mente criminal aceptando que fue un error y sometiendo a juicio a los determinadores de este crimen étnico que nos ha lastimado a los hermanos de los pueblos.

Así terminaba el primer fin de semana de diciembre en el departamento del putumayo; con el presidente refiriéndose a la problemática de los asesinatos de lideres y las múltiples masacres que se registran en todo el país desde una envidiable vista en Dubái. Mientras que los logros que realizó en vida PHANOR para una paz estable y duradera retrocedían con el estallido de las balas que terminaron en su humanidad, en un acto de cobardía y por la espalda, contrario al sacrificado quien siempre dio la cara.

Es inaceptable, que, en el gobierno de la paz total, muera víctima de la violencia alguien que les apostaba a las políticas de gobierno, o por lo menos, que se identificaba con el nombre de estas; pero lo que resulta aún más triste es que quienes rodean al gobierno pretendan exonerar su responsabilidad del fracaso de sus políticas de seguridad culpando a gobiernos pasados mediante su retórica discursiva, al mejor estilo de los sofistas griegos, para enaltecer la imagen de su gobierno, que solo a sus ojos, es lo mejor que pudo pasarle a Colombia y de lo cual sin duda aun nos falta demasiado.

Esto es lo que se vive en este hermoso departamento, el cual tiene mucho para ofrecer, pero que lastimosamente ha permanecido en la historia como un territorio ajeno a Colombia en aspectos políticos y económicos. Aquí se mantienen al alza, en el gobierno de la paz total, las masacres y la muerte de lideres sociales. Aspiro que la muerte del líder PHANOR GUAZAQUILLO, así como la de MARCOS RIVADENEIRA años atrás en el mismo municipio, otro líder mártir, no sea una cifra más, en este país y departamento que ha normalizado la muerte y que ha relegado el valor de la vida a asuntos de popular trivialidad. Este es nuestro país, un país hermosamente amargo, en donde las tragedias no combinan con la maravilla de sus paisajes, pero donde se quiere acabar con los paisajes y no con sus tragedias; del país también me he servido de ironías.

Ante estos hechos recientes, donde le han quitado la vida por lo menos a 8 líderes y lideresas sociales, se me ha susurrado que deje de hablar por los demás, que deje de defender la naturaleza, que deje de exigir el verdadero propósito de los recursos públicos, que deje de defender los derechos propios y de los demás, tal vez por que quienes lo dicen saben perfectamente que se acabó el respeto por la vida y que estamos en un tránsito a naturalizar e incluso legitimar la violencia; frente a eso, solo puedo decir que será el altísimo a quien me arrodillaré y que a la Ley y el orden serán los únicos a los que bajaré mi cabeza.

Que la mariposa negra no sea la señal que indique que está cerca la muerte de otro líder hombre o mujer, en esa labor rogamos a las autoridades para que no se queden sentados esperando una cifra más tal como lo ha dicho la red de derechos humanos de Putumayo, Piamonte y Jardines de Sucumbíos: “…no es fácil actualizar cada día la relación de casos en contra de la dirigencia y las comunidades campesina e indígenas de la región..”, como ciudadanos esperamos que la culpa hacia las entidades gubernamentales como cómplices, que la misma red denuncia no sea del todo cierto, y de serlo, que paguen por los crímenes ante Dios y la Patria.

A mis amigos, a donde sea el destino que conduce la muerte, que el alivio llegue a sus almas y que el mensaje que transmitieron en vida perdure con sus enseñanzas y templanza en más de una generación, en más de un pueblo, para que así, ustedes en ausencia de todo dolor, puedan otorgar a sus almas el descanso eterno.

En esta tierra su semilla ha dejado y el fruto de tus luchas germinará, sus historias escritas han quedado con tinta indeleble; regresen amigos míos, a la esencia de las cosas, al sendero verdadero, transciende hacia el divino camino junto a los abuelos, entre las montañas y los ríos, mientras nosotros continuamos el camino como los elegidos.

“fuerza, fuerza, Por mi raza, por mi tierra”, EN MEMORIA DE PHANOR GUAZAQUILLO Y MANUEL CARLOSAMA Y TODOS LOS LIDERES Y LIDERESAS…… QUE EN PAZ DESCANSEN.


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