
Por: MiPutumayo.com.co
«Yo solo hago entrevistas con periodistas». Con esta frase tajante, el senador Wilson Arias despachó recientemente a un activista digital (Daniel Maldonado @cdmaldonadoo1) que, celular en mano, intentaba abordarlo con preguntas incómodas. La escena, que rápidamente circuló en redes sociales, no es solo una anécdota política más; es el detonante perfecto para reabrir una de las discusiones más complejas de la era digital en Colombia: ¿Quién es realmente un periodista hoy en día?
La respuesta del congresista del Pacto Histórico traza una línea invisible pero poderosa. Al negarse a responder bajo la premisa de que su interlocutor no ostentaba el título de «periodista», Arias parece apelar a la vieja guardia: la del carné, el medio tradicional y el título universitario. Sin embargo, a la luz de la Constitución colombiana, el senador podría estar equivocado.
El veredicto de la Constitución: El oficio es libre
En Colombia, legalmente, el activista con el celular tiene tanto derecho a ejercer el oficio informativo como el director del noticiero más importante del país.
Desde la histórica Sentencia C-087 de 1998, la Corte Constitucional fue clara: el periodismo no es una profesión exclusiva que requiera tarjeta profesional o licencia estatal. La Corte determinó que exigir un título violaría un derecho fundamental superior: la libertad de expresión y el derecho a la información.
Bajo este paraguas, cualquier ciudadano que empuñe un teléfono, grabe un hecho de interés público y lo difunda, está ejerciendo una labor protegida constitucionalmente. Organizaciones como la FLIP (Fundación para la Libertad de Prensa) han defendido que la calidad de periodista se define por la actividad (buscar y difundir información) y no por el diploma.
Entonces, si la ley ampara al ciudadano con celular, ¿por qué la frase de Wilson Arias resuena en ciertos sectores?
La delgada línea entre Activismo y Periodismo
Aquí es donde el debate deja de ser legal y se vuelve ético y técnico. Lo que el senador Arias probablemente quiso señalar —quizás con poca diplomacia— es la diferencia entre hacer periodismo y crear contenido activista.
Tener un celular te da la herramienta, pero no te da el método. Un periodista (tenga título o sea empírico) se rige por criterios de verificación, contraste de fuentes y responsabilidad social. Su objetivo, en teoría, es la verdad o el equilibrio informativo.
Por otro lado, el fenómeno del «influencer político» o activista digital a menudo opera bajo lógicas distintas: busca la confrontación, el clic viral, o la confirmación de una postura ideológica previa, a veces sacrificando el contexto o la veracidad completa.
Cuando un funcionario dice «solo hablo con periodistas», a menudo está diciendo: «solo hablo con quien me garantice un mínimo de rigor profesional y no solo un video editado para TikTok».
Derechos iguales, responsabilidades distintas
El riesgo de la democratización de la información es creer que «transmitir» es lo mismo que «informar».
Si bien en Colombia cualquier persona puede considerarse periodista en la práctica, esto conlleva un peso legal que muchos desconocen. El ciudadano que reporta en Facebook o X (Twitter) está sujeto a las mismas leyes de injuria y calumnia que los grandes medios. Si la información es falsa o busca dañar sin pruebas, el «periodista ciudadano» debe responder ante la justicia, y no podrá escudarse en que «solo era un video para mis seguidores».
Conclusión
La frase de Wilson Arias, aunque antipática para la tribuna digital, pone el dedo en la llaga. Legalmente, en Colombia sí, cualquier persona con un celular puede ejercer el periodismo y merece las garantías para hacerlo sin censura.
Sin embargo, ganarse el título social de periodista requiere más que un plan de datos y una cámara con buena resolución. Requiere ética, rigor y respeto por la verdad. Hasta que esa brecha no se cierre, seguiremos viendo el choque constante entre los funcionarios que piden credenciales y una ciudadanía que, celular en mano, exige respuestas.
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