
Por : Mauricio Fajardo – Pixel Estudio
Un anuncio que vale la pena defender.
Con la propuesta del Gobierno de declarar todo el bioma amazónico —más de 483.000 kilómetros cuadrados, casi la mitad del territorio nacional— como Zona de Reserva de Recursos Naturales Renovables, Colombia está dando un paso que incomoda intereses, pero que reconcilia al Estado con la vida que dice defender.
La decisión no es menor: con esta figura jurídica, la legislación ambiental permite bloquear la entrega de nuevos títulos mineros y nuevas licencias de exploración y explotación de hidrocarburos. No más expansión petrolera. No más megaproyectos que pretendan abrirse paso entre ríos sagrados, suelos frágiles y bosques que hoy son un escudo real contra la crisis climática.
Para la Amazonía esta declaratoria es más que un anuncio: es un acto de defensa frente a décadas de explotación, abandono y complicidades. Y aunque la norma deberá avanzar de la mano de la consulta previa con los pueblos indígenas, su sentido es claro: la selva, por fin, empieza a ser escuchada.
Pero que nadie se engañe. La medida llega en un país donde la minería ilegal sigue desangrando ríos como el Caquetá y el Putumayo, donde dragas y mercurio avanzan más rápido que la capacidad del Estado para frenarlos. Por eso esta declaratoria incomoda: porque toca intereses que se mueven en la sombra y también aquellos que, con sello legal, han visto la Amazonía como un tesoro para perforar, no como un tejido vivo.
Aun así, algo está cambiando. Por primera vez en décadas, Colombia parece dispuesta a reconocer que la Amazonía no es una reserva estratégica de minerales o combustibles, sino una reserva estratégica de futuro. Y no solo para el pais, sino para el planeta. Que sus árboles no son madera: son los pulmones. Que sus pueblos no son obstáculos burocráticos: son guardianes milenarios. Que sus territorios no son inertes para explotar: son memoria, cultura y vida.
Sí, falta mucho. Falta actuar contra lo ilegal. Falta claridad sobre los contratos vigentes. Falta voluntad política para sostener esta decisión cuando empiece la presión. Pero este anuncio envía un mensaje que no se había dicho con esta fuerza:
La Amazonía no está en venta.
Porque cuando un país decide proteger su selva más profunda, no está tomando una postura política está tomando una postura moral.
Y hoy, la Amazonía nos recuerda que hay batallas que no se pelean por conveniencia, sino por dignidad.
*Joan Mauricio Fajardo Coral
Afiliado al Colegio Nacional de Periodistas.