Gaza y Mocoa: gestos internacionales y deudas en casa

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Por: Joan Mauricio Fajardo Coral

El anuncio del presidente Gustavo Petro de enviar médicos voluntarios para apoyar la reconstrucción y atención humanitaria en Gaza es, en lo diplomático, un gesto significativo. Proyecta a Colombia como un país solidario con capacidad técnica en salud y rehabilitación. Sin embargo, ese compromiso internacional contrasta con una realidad interna: la reconstrucción de Mocoa, ocho años después de la tragedia, sigue siendo una tarea inconclusa.

La cooperación exterior debe celebrarse, pero también invita a reflexionar. Si el Estado aspira a ayudar a reconstruir territorios devastados fuera del país, es legítimo exigirle resultados visibles en su propio territorio. Mocoa aún espera respuestas integrales: cauces seguros, viviendas definitivas y mitigación real del riesgo. Los anuncios no reemplazan la gestión efectiva ni la reparación de fondo.

El Gobierno reporta inversiones recientes y proyectos en marcha, lo cual es positivo, pero insuficiente. Las demoras, los cambios de contratistas y la falta de continuidad han marcado el proceso. Los avances se sienten más en el discurso que en la vida cotidiana de las familias afectadas. Mocoa necesita menos actos simbólicos y más obras terminadas, mantenidas y útiles.


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Reconstruir no es solo construir casas. Significa restaurar cuencas, reubicar familias de zonas peligrosas y garantizar servicios básicos confiables. Entregar viviendas o acueductos sin resolver los riesgos estructurales equivale a aplazar el problema. La reconstrucción debe ser integral, sostenible y participativa. Sin eso, cualquier inversión se diluye en el tiempo.

También urge más transparencia. Sin cronogramas públicos, responsables claros y auditorías visibles, la confianza ciudadana se erosiona. La reconstrucción de Mocoa no puede seguir siendo un proceso tecnocrático y cerrado: requiere vigilancia social, acompañamiento de las víctimas y control ciudadano real.

El contraste entre el gesto internacional en Gaza y la deuda pendiente con Mocoa deja una enseñanza: antes de mostrarse como ejemplo de solidaridad global, Colombia debe consolidar su capacidad de reconstrucción interna. Si el país quiere tener autoridad moral en la cooperación internacional, debe demostrar en casa que sabe reconstruir con eficacia, transparencia y respeto por la gente.

Solo cuando Mocoa sea una historia de resiliencia y no de espera, los gestos de ayuda a otros pueblos tendrán toda la fuerza y credibilidad que merecen.


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