El eco de la mentira en tiempos de desinformación

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Por: Carlos Corredor Saavedra

Decía Nietzsche que “no existen hechos, solo interpretaciones”. Sin embargo, lo que vivimos hoy va más allá de la interpretación: es la construcción deliberada de falsedades que se presentan como verdades incuestionables. Estamos ante un escenario protervo donde la mentira se ha convertido en espectáculo, y los medios masivos de comunicación, lejos de ser los guardianes de la verdad, a menudo se vuelven cómplices de la confusión y las mentiras.

Las noticias falsas son las nuevas tendencias y armas de manipulación. Se disfrazan de titulares impactantes, se rodean con datos sugerentes y se difunden con una velocidad que la misma verdad difícilmente puede igualar. El engaño ha pasado a ser una costumbre cotidiana y el ciudadano, saturado de informaciones de toda índole, termina sumido en un mar de dudas.

Lo más grave es la irresponsabilidad mediática. Se ha perdido la mesura; se publican rumores como si fueran verdades, se vulneran los principios éticos por minutos de audiencia, y se confunde la inmediatez con el deber de informar. Este teatro de manipulaciones donde los expertos manejan con maestría las “artimañas discursivas”, “trampas de opinión” y “engaños mediáticos”, logran fabricar las narrativas de lo que quiere saber o escuchar el común denominador de los ciudadanos.


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Y en medio de este caos aparecen quienes, sin ninguna formación ni rigor, se autoproclaman periodistas o comunicadores. Basta con tener un celular y una red social para erigirse en voz autorizada. El problema no es la democratización de la palabra, sino la ausencia de conciencia sobre la responsabilidad que esto implica. Quien comunica, sin pensar, puede convertirse en propagador y cómplice de del engaño.

Hoy más que nunca necesitamos comulgar con el pensamiento crítico reflexivo, una postura filosófica con la que siempre me he identificado, recibiendo críticas de algunos, pero aplausos de otros. El ciudadano no puede aceptar pasivamente lo que se le ofrece; es necesario adoptar una mente abierta. Debemos cuestionar, contrastar, investigar y sacar nuestras propias conclusiones. El periodismo auténtico no es un juego de rumores, sino un compromiso con la verdad, aunque esta sea incómoda o contraria a los intereses de quienes ostentan el poder.


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