

Por Duban Garcia Periodista
Nuestra región amazónica, propia de climas antopicos, es una de las zonas donde más llueve, y eso debemos tenerlo siempre en cuenta. Si bien el cambio climático hace que las populares conejeras no se presenten en las fechas tradicionales, el invierno de las últimas 60 horas nos recuerda lo frágiles que somos a la hora de afrontar los desenlaces de estas lluvias, que ya todos sabemos cómo están afectando nuestro territorio.
Muchos me llaman y me dicen: «¿Ustedes no saben nada del clima y sus pronósticos?» Yo les respondo que ya no formamos parte del equipo del SAT, liderado por el entonces guardián de Mocoa, Jorge Cuesvas, Q.E.D seguido por Robinson Lemus, a quien también consultan para preguntar sobre el estado de los ríos, niveles de lluvias y pronósticos.
Lo que está a la mano se informa, pero en el caso de Mocoa es delicado, MUY DELICADO que, a esta fecha, no contemos con un Sistema de Alertas Tempranas, con su componente técnico y humano, que entiendo está sin contrato a hoy, 2 de junio. Oscar Flórez, de la UNGRD, informó el 30 de marzo en nuestra cabina que dicho proceso contractual del SAT sería una realidad, pero hoy, dos meses después, no sabemos nada de sus avances ni de sus promesas en representación de esa entidad.
Con la avenida torrencial, Mocoa enfrenta en los últimos años una amenaza creciente que no solo pone en riesgo su desarrollo, sino también la vida y el bienestar de sus habitantes: las lluvias intensas y frecuentes, que parecen intensificarse con cada temporada. Sin embargo, más allá de la fuerza de la naturaleza, se ha ido agravando una problemática de fondo: el decrecimiento y, en algunos casos, la ineficiencia de la gestión del riesgo en Mocoa y en el departamento del Putumayo.
Las lluvias, que en muchas zonas de Putumayo son una bendición para la agricultura y el ecosistema, se han convertido en causa de desastres recurrentes. Inundaciones, deslizamientos y pérdida de cultivos forman parte del día a día de muchas comunidades. La vulnerabilidad aumenta cuando no contamos con organismos de socorro dotados, con tecnología, equipos, infraestructura adecuada y planes de manejo de emergencias efectivos, que son responsabilidad de los municipios y el departamento con su CDGRD.
Lamentablemente, la gestión del riesgo en Putumayo, es la «cenicienta», que ha mostrado signos de debilitamiento en los últimos años. La reducción de recursos destinados a la prevención, las envidias, la falta de coordinación entre las instituciones y la limitada participación comunitaria han contribuido a que las acciones de mitigación sean insuficientes. La planificación territorial, que debería ser la base para reducir la exposición a los riesgos, muchas veces no se cumple o se ve truncada por intereses políticos y económicos. No vamos a compararnos con Pasto, pero la capital de Nariño, sin que en los últimos años el Volcán Galeras haya erupcionado, ha gestionado el riesgo de manera que, a la fecha, cuenta con albergues, equipos de rescate especializados, infraestructura segura y una red de telecomunicaciones de apoyo para responder en caso de un evento que nadie desea que ocurra.
Mocoa, con un desastre de la magnitud que vivimos en 2017, debería tener un equipo de respuesta especializado que atienda eventos de avenidas torrenciales o las constantes emergencias en el «trampolín de la muerte». Pero nuestros héroes: bomberos, Defensa Civil, y otras instituciones, solo atienden estos eventos sin una estructura adecuada, sin red de comunicaciones, sin recursos y sin una respuesta oportuna.
Hay que entender que vivimos con ríos caudalosos; son nuestros vecinos y siempre nos acompañarán. Pero también debemos reforzar el conocimiento comunitario que debe proporcionar la Alcaldía siempre para saber qué hacer entre vecinos a la hora de estos fenómenos. El decrecimiento en la capacidad de gestión no solo refleja malas administraciones, sino también una alarmante desatención a las necesidades reales de las comunidades, que hoy lamentan la pérdida de infraestructura, enseres en medio de las inundaciones.
Es imperativo que las autoridades, en todos los niveles, vuelvan a poner en el centro de sus agendas la gestión del riesgo. Esto implica invertir en infraestructura resiliente, fortalecer los sistemas de monitoreo, GESTIONAR capacitación a los organismos de socorro y promover la participación comunitaria en acciones preventivas que garanticen recursos adecuados para la atención de emergencias.
Como lo dijo el alcalde Piedrahita en el congreso: «Solo Dios se ha apiadado de Mocoa, porque estamos sin obras de mitigación, sin SAT, y con la desgracia de la falta de empatía de algunas personas que le desearon lo peor a la gente de Montclar por su posición frente al conflicto social y ambiental de la zona.»
Finalmente, hacemos un llamado a la fe y la esperanza, y a que, en medio de la adversidad, Dios proteja a los mocoanos y a los putumayenses. Pero también instamos a la acción responsable y comprometida de todos los actores involucrados, porque solo con una gestión eficiente y coordinada podremos reducir los daños y construir una región más segura y resiliente ante las lluvias y otros desafíos naturales.
No puede ser que la falta de coordinación y la gestión del riesgo sean la cenicienta de la casa, a la espera de que los coordinadores lleguen de sus parrandas y festines, mientras nuestra gente clama ayuda. Bien por la UNGRD, que dejó un carro tanque, después del escándalo de la entidad en La Guajira, pero su acción va en contra de Mocoa, cuando tienen un carro tanque pudriéndose al sol y al agua parqueado, omitendo las súplicas de las autoridades y comunidades de Mocoa para que lo donen y pongan a funcionar en beneficio de todos.

Ojalá los pronósticos del IDEAM no acierten porque según su informe, el tema se pondrá peor en las próximas horas.
