El legado de Schultes en Colombia. Tercera parte

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Página10

Por: Jesús Alberto Cabrera

En las dos notas anteriores, narramos el recorrido de Richard Evans Schultes por el sur de Colombia, describiendo su paso por Pasto, la Cocha y su encuentro con los “taitas” y sabedores ancestrales del Alto Putumayo; nos basamos en la magistral descripción del canadiense Wade Davis contenida en el libro: “El Río”; relatamos también, cómo Schultes considerado el padre de la etnobotánica moderna, realizó una investigación profunda que marcó una época en el estudio de las plantas sagradas y medicinales utilizadas por las comunidades indígenas de la Amazonía y el Alto Putumayo. Su aventura en las selvas colombianas no solo lo llevó a descubrir y clasificar una innumerable variedad de plantas, sino también a compartir vivencias y aprendizajes con los “taitas”, chamanes y guardianes del conocimiento ancestral que se ha preservado en el corazón de la jungla.


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En esta nueva nota, nos enfocaremos en la incansable labor de Schultes en la recolección e identificación de plantas sagradas en el Valle de Sibundoy y la Amazonía. Este científico estadounidense catalogó una vasta cantidad de plantas medicinales, entre ellas especies empleadas por los indígenas amazónicos para inducir estados de trance y sanar tanto el cuerpo como el alma. Recordemos que Schultes llegó a Colombia en 1941 con una misión específica: estudiar la planta de caucho (Hevea brasiliensis), esencial para la industria durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, su investigación pronto se orientó al estudio de las plantas sagradas y psicoactivas que las comunidades indígenas usaban en sus rituales y ceremonias.

Durante su travesía por el Putumayo, Schultes convivió con: los Kamsá, Inga, Siona y Cofán, quienes lo guiaron en sus exploraciones y le enseñaron sobre el uso ritual y medicinal de diversas plantas. Cada hoja, cada tallo que recogía Schultes bajo la tenue luz de la selva, parecía un susurro de la tierra misma, una voz que se fusionaba con el saber ancestral de los pueblos indígenas. Comprendió que las plantas no eran meros elementos del paisaje; eran seres vivos, dotados de una conciencia y de un propósito que el hombre moderno apenas comenzaba a percibir.

Como mencionamos anteriormente, el encuentro entre Schultes y Pedro Juajibioy en el Alto Putumayo fue mucho más que un intercambio de conocimientos: fue la confluencia de dos mundos y la revelación de que la sabiduría ancestral de los pueblos indígenas posee un valor incalculable, ya que estas comunidades mantienen una conexión profunda y espiritual con la tierra, una unión que el mundo moderno, con todo su conocimiento científico, ha perdido. Schultes entendió que el conocimiento de estas plantas no puede separarse de su contexto cultural y espiritual, pues para los pueblos indígenas del Putumayo las plantas son más que herramientas medicinales; son aliados espirituales, seres con los que se establece una relación simbiótica.

Davis lo explica perfectamente en su libro: “las plantas sagradas son vistas como aliados espirituales, seres con los que se debe formar una alianza. Los chamanes no solo recolectan estas plantas, sino que las invocan, las cantan y las honran para asegurar su efectividad y evitar que sus poderes se tornen destructivos.”


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Así, el trabajo de Schultes en el Putumayo y otras regiones de la Amazonía no solo aportó y expandió el conocimiento botánico de la región, sino que transformó la comprensión de la relación entre los pueblos indígenas y su entorno natural. Con su cuidadosa documentación y recolección de especímenes, Schultes ayudó a preservar un saber que, de otro modo, podría haber caído en el olvido; más allá de su impacto científico, su legado reside también en el respeto profundo que mostró por las culturas indígenas y por su forma de entender el mundo.

En esencia, la travesía de Schultes en la Amazonía colombiana fue una experiencia transformadora, tanto para él como para la ciencia. Su investigación sobre las plantas sagradas y su conexión con los taitas y chamanes permitió no solo descubrir especies valiosas, sino abrir un diálogo entre la ciencia occidental y el conocimiento indígena. Schultes fue uno de los primeros en reconocer que el saber indígena sobre las plantas trasciende la observación biológica; ya que es un conocimiento espiritual, cultural y profundamente interconectado con la vida.

Durante catorce años de exploración en la Amazonía de Colombia, Ecuador y Perú, Schultes recolectó más de 30,000 especímenes de plantas, muchas desconocidas hasta entonces para la ciencia; su estudio sobre plantas sagradas y medicinales fue pionero en un campo que inspiraría a generaciones de científicos y naturalistas, en una época en la que las culturas indígenas eran frecuentemente ignoradas o subestimadas, Schultes demostró que su conocimiento era no solo valioso, sino esencial para comprender el uso de las plantas en un contexto más amplio.

En consecuencia los descubrimientos e investigaciones de Richard Evans Schultes más importantes, relacionados con el uso de plantas sagradas en la Amazonía son entre otros las siguientes:

El Yagé (Ayahuasca) (Banisteriopsis caapi): Planta central en los rituales de los “taitas” y chamanes, Schultes la estudió profundamente, no solo para entender su composición química y sus efectos psicoactivos, sino también sus implicaciones culturales y espirituales.

La Chacruna (Psychotria viridis): Complemento esencial en la preparación del yagé. Schultes investigó su papel en los rituales indígenas y documentó su contenido de DMT, el principal agente alucinógeno.(DMT son las siglas que hacen referencia a la N,N-dimetiltriptamina, una sustancia química con potentes propiedades alucinógenas que se obtiene de sustancias vegetales).

El Curare (Chondrodendron tomentosum): era usado en venenos de caza, este potente relajante muscular interesó a Schultes tanto por su uso tradicional como por su potencial en medicina moderna, descubrió que tipos diferentes de curare poseían hasta 15 ingredientes y con el tiempo ayudó a identificar más de 70 especies que producían medicamentos para la medicina moderna.

La Coca (Erythroxylum coca): Schultes expuso que para los indígenas es una planta medicinal y culturalmente invaluable, ya que tiene una profunda conexión con la cultura y la espiritualidad de las comunidades, la consideraban sagrada, fue empleada no solo como parte de sus rituales religiosos, sino también como un recurso medicinal y energético en su vida diaria.

Chiric Sanango (Brunfelsia grandiflora): Schultes estudió su aplicación en ceremonias de sanación, para la medicina actual hoy es utilizado como antigripal, antiinflamatorio, antibacteriano y antiparasitario.

Virola (Theiodora): Planta alucinógena utilizada en rapés ceremoniales, valorada por su contenido de triptaminas.

Yopo (Anadenanthera peregrina): Empleada en forma de rapé en ceremonias rituales por sus potentes efectos alucinógenos.

El Tabaco (Nicotiana tabacum): Los taitas lo usaban como medio de comunicación con los espíritus y en rituales de sanación.

El Borrachero o Floripondio (Brugmansia spp): Utilizado en rituales bajo la guía de chamanes, pues sus efectos son poderosos y peligrosos si no se manejan con precaución.

En sus expediciones, Schultes vivió con diversas comunidades, participando en sus rituales y observando de cerca sus métodos de preparación y uso de plantas. Su tiempo en el Alto Putumayo junto a taitas como Pedro Juajivioy y Salvador Chindoy fue crucial para su comprensión de las propiedades del yagé y otras plantas. La labor de Schultes en Colombia, entre 1941 y 1954, ayudó a preservar un conocimiento ancestral en riesgo de desaparecer por la modernización y la pérdida de territorios indígenas; en su viaje, también aprendió de chamanes como Manuel Córdoba-Ríos y de los Cofán y Siona, tribus profundamente conectadas con su entorno y sabias en el uso medicinal de la flora de la Amazonía.

Al final, su legado es más que un conjunto de datos botánicos; es un puente entre mundos, un llamado a escuchar la sabiduría de la tierra y a honrarla, como lo hacen aquellos que saben que el conocimiento no se impone, sino que se ofrece.

A través de los ojos de Schultes, recordamos que, en el corazón de la selva, las plantas no son meros recursos: son guardianas de un lenguaje ancestral, un lenguaje que aún late bajo la bóveda verde, esperando ser oído y respetado por quienes buscan no solo entender la vida, sino vivirla en profunda comunión con el alma de la naturaleza.


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