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Por: *Alexander Africano
Si usted como Colombiano es de los que piensa que, en el marco del conflicto armado, el evento más grande y beligerante en contra de la infraestructura estatal Policial ha sido la toma de Mitú; ha estado equivocado por más de 20 años. La relación de la tragedia de Mitú con «Churuyaco» radica en que la primera ha sido la única en capitales, con 16 uniformados asesinados; mientras que la otra fue en una zona inhóspita de Orito (Put.) donde el número de víctimas es el más alto de la Policía en un total de 26 hombres.
En el distinguido y accidentado trasegar histórico de nuestro país, muchos han sido los eventos que han enlutado nuestros días. Desde el sur hasta el norte, de occidente a oriente, todo el territorio nacional lleva consigo enmarcado el rojo de la tricolor. Y es así, que, entre tantas masacres y batallas, unas se olvidan, como la huella del caminante en la ingente maleza, y otras permanecen en el eterno recuerdo que los medios de comunicación tienen de los eventos más mediáticos.
El 7 de noviembre de 1992 será recordado por los colombianos como el golpe mas grande en términos de “toma de instalaciones” que haya perpetrado un grupo armado ilegal contra la Policía Nacional, los hechos sucedieron hace 32 años en el municipio de Orito (Put.) y hasta el dia de hoy no se conoce ni en memoria histórica del estado ni en la comisión de la verdad, ni en la JEP, casi que ni en la misma entidad de la Policía.
La falta de planeación por parte de los mandos superiores, la negligencia de Ecopetrol, la geografía de la época y otros factores, fueron determinantes en la tragedia más grande contra la Policía Nacional y ocurrió en Putumayo. Al día de hoy, aún en el marco de la VERDAD aún no se sabe con exactitud que grupos fueron los que hicieron semejantes crímenes en su mayoría en indefensión y con tiros de gracia, algunas fuentes indican que el hecho es atribuible a la coordinadora guerrillera de la época, donde su comité ejecutivo estuvo integrado entre otros por Gildardo Fernández, del Quintín; Lame Javier Robles, del EPL; Jacobo Arenas, de las FARC-EP, Valentín González, por el PRT e incluso del M-19.
No es menos cierto que en los años 90, la ofensiva de la autodenominada Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar contra los colombianos, encaminada a sabotear la votación para la Asamblea Constituyente, hizo metástasis en Colombia, esto gracias a la debilidad continuada de los gobiernos de Belisario Betancur, Virgilio Barco y Cesar Gaviria, las Farc, el ELN, el EPL, el M-19, el PRT, el Quintín Lame y la Corriente de Renovación Socialista, desataron múltiples acciones criminales contra los colombianos, entre las cuales incluso estuvo una feroz arremetida contra los habitantes del alejado municipio de Mocoa en la entonces intendencia del Putumayo.
En los primeros meses del año 1992 el entonces Coronel ALBERTO RAMÍREZ GÓMEZ, comandante del departamento de Policía Putumayo, ordenó instalar una batería de tropa, en el lugar de la selva del Putumayo con el fin de proteger unas instalaciones de ECOPETROL denominadas “CHURUYACO”. Al mencionado lugar donde no existía cuartel o construcciones adecuadas, ni contaba con instalaciones de agua o Energía Eléctrica, fueron trasladados dos Cabos y 28 Agentes de la Policía Nacional, quienes llegaron allí, transportados por helicópteros de la Fuerza Aérea, razón por la cual llevaron consigo solamente el equipo y elementos básicos para la supervivencia.
Los hechos también dan cuenta que la Dirección General de la Policía Nacional y la Empresa Colombiana de Petróleos “ECOPETROL”, suscribieron un CONTRATO DE PRESTACIÓN DE SERVICIOS PAGOS, mediante el cual la Policía Nacional destinaba un grupo de uniformados para cuidar y proteger unas instalaciones de ECOPETROL, ubicadas en plena selva del Putumayo, en el sitio denominado CHURUYACO y como retribución a estos servicios, la Institución armada recibía de la Empresa Petrolera una remuneración mensual por los servicios recibidos. Por su parte “ECOPETROL”, se comprometió a prestar a los uniformados de la Policía Nacional, todo el apoyo para su permanencia durante el tiempo del contrato como suministro de implementos y adecuación de instalaciones que se requirieran para desarrollar su labor en condiciones de seguridad y de vida normal.
La situación se puso más compleja ya en el lugar pues aquellos policiales no les quedó otra que instalarse por fuera del complejo de ECOPETROL dado que los comandantes respectivos no habían dispuesto la construcción de instalaciones apropiadas, fue así que les tocó improvisar por su propia cuenta, algunas casuchas (“Cambuches”), las cuales construyeron con láminas de plástico, cartón y madera, que ellos mismos cortaron de la selva. A partir de aquel momento, el mencionado grupo de Agentes comenzó a vivir en condiciones infrahumanas debido a lo pantanoso e inhóspito del lugar, donde existían toda clase de animales e insectos que no podían repeler por las deficiencias señaladas, situación agravada por la escasez de alimentos, pues para preparar las comidas, les tocaba comprar a elevados precios los pocos productos que les vendían algunos campesinos vecinos de allí.
Así los mismos miembros de aquella batería esperaban permanentemente el envío de material logístico y dotación personal adecuada para la situación que vivían, ya que cuando ordenaron el traslado el Comandante del Departamento, lo mismo que el Oficial que se encontraba frente al Distrito de Policía, les habían prometido que pronto les enviarían granadas, municiones, uniformes, botas de campaña, colchones, frazadas y demás elementos necesarios para aquel improvisado cuartel y no obstante que varios Agentes de aquel lejano puesto de policía se encontraba afectados por enfermedades tropicales, como: fiebre, paludismo, etc., lo que se puede advertir sin duda es que los Superiores no se preocuparon en absoluto por la salud y la seguridad de los hombres trasladados a aquel lugar.
La situación de los referidos uniformados, comenzó a tornarse más dramática, algunos meses después de radicarse en aquel sitio, ya que recibieron informaciones evidentes por parte de muchos campesinos y personas que habitaban la región, quienes les manifestaron que habían varios grupos guerrilleros ubicados en los alrededores de aquella selva preparando un ataque contra dicha batería; esto en consideración a que en los últimos años aquella zona era prácticamente dominada por los distintos grupos subversivos pertenecientes a la llamada Coordinadora Guerrillera, quienes tenían varias bases de operaciones en puntos muy cercanos al cuartel que habían instalado los miembros de la Policía, circunstancia que era ampliamente conocida por los Oficiales Comandantes adscritos al Departamento de Policía Putumayo.
Las preocupaciones de los policiales no originaban concretamente en la posibilidad de un enfrentamiento con los subversivos, ya que era uno de los riesgos profesionales que todos ellos habían asumido al tomar las armas a nombre de la autoridad; la intranquilidad que tenían surgía de la escasa munición que tenían para sus armas, pues además bastante de este material de guerra se encontraba en mal estado debido a las inclemencias del clima y el transcurso del tiempo de tal suerte que al accionarse no disparaba, según se comprobó en el momento decisivo.
En razón de tales eficiencias, los suboficiales que comandaban aquella batería, reiteradamente solicitaban dotación logística a sus superiores, así en un “poligrama” enviado por el Cabo Primero JORGE ENRIQUE VARGAS ROJAS, quien en aquel entonces era comandante de la Batería manifestaba a sus superiores en forma textual: “Respetuosamente me permito informar a ese comando solicito 2.000 cartuchos cal. 7.62, 30 granadas de mano, 15 granadas de fusil, 10 granadas lacrimógenas, 5 granadas de humo, 5 granadas de aturdimiento y 10 ponchos”.
Ninguna de tales peticiones fueron acatadas por los respectivos comandantes operativos, como tampoco por el Comandante del Departamento, quienes injustificadamente abandonaron a su suerte a aquel personal bajo su mando, que se encontraba prácticamente aislado, de los cuarteles centrales, superados ampliamente en número por los guerrilleros, así como por la clase de armamento y material de guerra, pues además las instalaciones donde se alojaban esos policiales no los protegía del frío, del agua, de los insectos, ni muchos ofrecía la más mínima seguridad para su integridad personal, dado que los techos estaban construidos de cartón y las paredes (si así se pudieran llamar) con delgadas láminas de plástico asemejándose más a refugios de indígenas, que a un Cuartel de Policía en plena zona guerrillera.
En efecto, según los permanentes rumores e informaciones que se habían recibido; el día 7 de Noviembre de 1992, aproximadamente a las 4 de la mañana, aquel improvisado Cuartel de Policía fue atacado sorpresivamente por varios fuertes guerrilleros pertenecientes a la Coordinadora Guerrillera Nacional, quienes aprovechando la superioridad numérica y logística, además de la frágil estructura donde se alojaban los policiales, lo acribillaron por todos los flancos, ya que les disparaban desde todas las direcciones, gracias a que las balas traspasaban las paredes de plástico como si se tratara de un campo abierto.
Allí se produjo un desigual enfrentamiento armado pues en el primer momento varios de los Agentes quedaron muertos sin que alcanzaran a hacer ningún movimiento y los restantes se defendieron valerosamente, hasta que la escasa munición que tenían se les agotó, mucha de la cual no fue posible utilizar por el mal estado en que se encontraba, de tal suerte que los guerrilleros los hicieron presa fácil, masacrando a los 26 miembros de la Policía que se encontraban allí, solamente 2 de ellos lograron salvar sus vidas al quedar gravemente heridos en medio de los cadáveres de sus compañeros.
A pesar que desde el primer momento del ataque, los miembros de la Batería, comenzaron a pedir ayuda a los comandos respectivos, radicados en los municipios de Orito y Puerto Asís, a quienes en forma desesperada manifestaban por radio que la guerrilla los estaba masacrando ya que prácticamente no contaban con medios de defensa, sólo después de transcurridas 3 horas, se hicieron presentes al lugar de los hechos varios helicópteros de la fuerza aérea, cuya tripulación encontró el lugar totalmente arrasado y muerto los integrantes de la Batería “Churuyaco”.
Los elementos determinantes para que aquel grupo de servidores del orden perecieron masacrados, fueron de manera concreta la carencia de un cuartel apropiado que al menos les hubieran brindado las mínimas garantías de seguridad, así mismo la falta de granadas, municiones y demás material de guerra indispensable para repeler un ataque guerrillero en aquella zona que era considerada de alto riesgo en materia de orden público para la época.
En memoria de los uniformados se deja el escrito que dirigió el agente RAMIRO a su familia el 20 de agosto de 1992, así: “ Papá, quiero que me hagan un favor de conseguirme un uniforme de la Policía talla 32, el uniforme nuevo vale $7.000.oo, eso es lo que puede dar, más no, si me lo consiguen yo les diré cuando tienen que mandarlo, ya que voy a salir a Orito hacer una llamada a comienzos del mes de noviembre, así mismo le digo papá si usted puede conseguirme la cuña del retroceso del galil ya que la cuña que me mandaron es muy débil. Recuerdos Ramiro.”
Así mismo, el agente MARIO SÁNCHEZ BARRANTE, una nota que envió a sus familiares: “Cuando nos trasladaron de Orito hacia Churuyaco, nos dieron poco tiempo para arreglar nuestras cosas, nos embarcaron en los helicópteros y nos tiraron aquí como perros -escribió-. Sólo con 150 cartuchos y el fusil. Sin granadas de fusil ni granadas de mano. Pero lo peor es que estamos solos, porque si nos atacan o nos hostigan, el apoyo no llegará porque estamos en la pura selva”.
“A la memoria de los Policías que ofrendaron su vida en pro de la construcción de la Paz”. IT. ( r ) José alexander Africano Macías.
*Afiliado al Colegio Nacional de Periodistas Seccional Putumayo