Tras el rastro de Shultes en el Sur y las selvas colombianas. Primera parte.

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Página10

Por: Jesús Alberto Cabrera

En el vasto territorio de la selva colombiana, donde los ríos serpentean como venas de la tierra, los bosques y páramos se alzan como guardianes de secretos ancestrales, se despliega una historia de un hombre cuya vida se entrelazó con la naturaleza y las culturas indígenas de una manera profunda y transformadora; me refiero a Richard Evans Schultes, el célebre etnobotánico norteamericano director del Jardín Botánico y catedrático de la Universidad Harvard (EEUU) y que vivió catorce (14) años de su vida en Colombia, explorando los rincones más recónditos del país, principalmente en la orinoquía y amazonía, desentrañando los misterios del conocimiento y la farmacopea indígena y catalogando especies que hasta entonces eran desconocidas para la ciencia.

Para entender quién fue este personaje es bueno precisar que: Richard Evans Schultes, nace en Boston el 12 de enero de 1915 y fallece el 10 de abril de 2001, fue un biólogo y etnobotánico estadounidense, considerado el padre de la etnobotánica moderna. Schultes mostró desde joven un interés por las plantas. Estudió en la Universidad de Harvard, donde obtuvo su doctorado en 1941. Durante catorce años, exploró la Amazonía y otras regiones de Colombia, documentando el uso de plantas medicinales y enteogénicas por parte de las comunidades indígenas. Su trabajo fue fundamental para la farmacología y la conservación de la biodiversidad. Durante cincuenta (50) años fue el director del Jardín Botánico de Harvard y autor de numerosos libros y artículos científicos.


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En su travesía por el sur de Colombia, Schultes encontró un paisaje de montañas y valles que resonaba con la historia y la cultura de sus habitantes; aquí en el corazón de Nariño y el Putumayo, reforzó su comprensión sobre la profunda conexión entre las plantas y las comunidades indígenas que las utilizaban; su trabajo no solo se limitó a la recolección de especímenes, sino que también implicó una inmersión en las prácticas y creencias locales, aprendiendo de los taitas, curanderos y chamanes quienes le revelaron los secretos de la naturaleza.

En el libro “El Rìo”, su autor Wade Davis, un antropólogo, doctorado en etnobotánica (U. de Harvard), escritor y fotógrafo canadiense, nos narra magistralmente el paso de Schultes por Colombia y sus propias aventuras, ya que el y su compañero de viaje Tim Plowman, fueron discípulos de Shultes en Harvard y viajaron por Colombia, complementando las investigaciones de su profesor, relacionadas con varias plantas sagradas de las comunidades indígenas, dentro de las cuales vale la pena mencionar: el yagé, la coca y el borrachero.

Davis nos narra en su libro sus aventuras y las de Schultes, cuando pasaron por este hermoso sur y dice: “habíamos llegado a Pasto (1970), la capital del departamento de Nariño y el centro comercial del extremo sur de Colombia, a eso del mediodía. La ciudad estaba anormalmente tranquila. La decisión del gobierno de doblar el precio de la gasolina había causado una huelga general, y una manifestación el día anterior había terminado en forma violenta. Todavía humeaban las carrocerías consumidas por el fuego de automóviles y camiones a lo largo de la principal vía de acceso al centro de la ciudad, y de las ramas de los árboles en la plaza colgaban restos de pancartas”. Iniciaba el gobierno de Misael Pastrana (1970-1974) último presidente conservador del denominado “Frente Nacional”; la gente estaba molesta con su elección y por la manipulación de datos electorales por parte de la registraduría nacional.

La narración de Wade continua describiendo el viaje desde Pasto hacia la Cocha y el Alto Putumayo: “la carretera a Sibundoy trepaba entre ricas tierras de cultivo hasta una altura cubierta de niebla (la Divina Pastora) y luego descendía a un valle donde centellaba la laguna de la Cocha, fuente del río Guamués, un afluente del Putumayo…” La “Cocha” entonces, con sus aguas cristalinas y sus páramos azonales, fue testigo de uno de los tantos descubrimientos de Schultes. En las veredas de Santa Isabel y Santa Lucía, así cómo en el hoy llamado páramo del Frayle (en la vía al Putumayo) documentó una nueva especie de frailejón, la “ESPELETIA SCHULTESIANA”, una planta que lleva su nombre en honor a su incansable labor; en estos páramos, los más bajos del mundo (azonales) y que albergan una biodiversidad única, documentó esta maravilla con meticulosidad y asombro.


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Es importante afirmar que Richard Evans Schultes encontró la “ESPELETIA SCHULTESIANA” en su primer viaje (diciembre de 1941) y como siempre hacía recolectaba varios ejemplares de una planta desconocida y los enviaba a los herbarios de todo el mundo, cuando intuía que era una especie nueva para la ciencia y la botánica. De hecho dice Davis en “El Río”, que era segunda vez que veía frailejones; continua narrando que había visto frailejones en los páramos cercanos a Bogotá en unión del científico español José Cuatrocasas, que huyendo del régimen de “Franco” se había establecido en Colombia. De hecho fue este científico español, considerado en su momento como el mayor experto en la flora de los Andes, quién le dio el nombre a los frailejones encontrados por Schultes en los paramos azonales de la Cocha y en el páramo del “Frayle”, en la vía al Putumayo, quedando así para la ciencia como: “ESPELETIA SCHULTESIANA”.

En esencia entonces este inmenso ecosistema estratégico, conocido como lago Guamués, mejor conocido como la “Cocha”, con su fantástico espejo de agua rodeado de vida, bosques alto amazónicos, páramos y neblina, se extendió ante Schultes como un paisaje sacado de un sueño; fue aquí, en este entorno casi mágico, donde descubrió la “ESPELETIA SCHULTESIANA”. Esta planta, con sus hojas vellosas y flores doradas que brillaban bajo el sol, se convirtió en un símbolo de la biodiversidad de la región. Aquí Schultes, con su ojo agudo y su pasión por la botánica, documentó meticulosamente sus características, contribuyendo al conocimiento científico y a la conservación de este ecosistema único; nos imaginamos que cada día para este hombre de ciencia era una nueva oportunidad para maravillarse con la naturaleza, donde el canto de las aves y el susurro del viento entre los frailejones crean una sinfonía natural.

Las aventuras de Richard Evans Schultes, en este hermoso sur de Colombia no solo ampliaron el conocimiento botánico, sino que también subrayaron la importancia de conservar estos paisajes únicos. Su trabajo debe inspirar a las nuevas generaciones de científicos y conservacionistas, recordándonos que la verdadera riqueza de nuestro planeta reside en su diversidad natural y cultural; ya que cada planta descubierta, cada historia compartida, es un testimonio de la maravilla y la fragilidad de nuestro mundo. En virtud de lo anterior, no entiendo como la Universidad de Nariño, no ha continuado la huella de SCHULTES y ampliado este conocimiento, mismo que nos debe ayudar en las tareas de conservar y preservar de este mágico ecosistema, que cada día que pasa se deteriora frente a la inercia y apatía social e institucional.

En la próxima nota, nos adentraremos en el “Alto Putumayo” con su majestuosa naturaleza y su riqueza cultural, ya que esta región fue quizás, el escenario más emblemático de la obra de Schultes. Aquí, convivió con comunidades indígenas que le enseñaron sobre el significado y uso de varias plantas sagradas como el yagé, el borrachero y la coca entre otras. Su trabajo en esta región no solo amplió el conocimiento científico sobre estas especies, sino que también destacó la importancia de preservar y valorar el saber ancestral de los pueblos indígenas.

Esta historia continuará…


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