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Por David Pantoja
En los últimos tiempos, algunos defensores de la empresa Libero Cobre han esgrimido argumentos que, aunque respetables, merecen ser debatidos con mayor profundidad.
Primero, se nos acusa de odiar a Libero Cobre. Nada más lejos de la realidad. No odiamos a la empresa, pero sí amamos profundamente el territorio en el que vivimos, un ecosistema frágil y valioso. Nuestro compromiso no es contra una entidad, sino a favor de un espacio que nos pertenece a todos y que queremos preservar para las futuras generaciones.
Segundo, se dice que Libero Cobre solo quiere hacer estudios y que, por lo tanto, no habrá explotación del cobre en esta etapa. Esto puede ser cierto a corto plazo, pero no podemos olvidar que estos estudios son el primer paso hacia algo más grande: la extracción minera. No estamos mirando solo el presente, sino el futuro, cuando después de los estudios se abra la puerta a la explotación. La historia nos ha enseñado que los impactos ambientales y sociales de la minería no se limitan a los años de exploración, sino que se sienten a largo plazo, afectando nuestras montañas, ríos y comunidades.
Tercero, nos tildan de incoherentes por utilizar tecnología que contiene cobre. No negamos que dependemos de minerales como el cobre en nuestra vida diaria, pero nuestro punto no es negar su importancia, sino cuestionar dónde y cómo se extraen. La Amazonía no es solo una fuente de recursos; es un pulmón vital para el planeta. El argumento de que la Amazonía debe sacrificarse para la transición energética es una trampa peligrosa. Es el mundo el que debe salvar a la Amazonía, no al revés.
Finalmente, cuarto, se nos acusa de estar en contra del progreso. No es así. Queremos progreso, pero no a cualquier costo. El progreso verdadero no puede ser aquel que destruye nuestra biodiversidad, nuestras fuentes de agua y nuestros hogares. Creemos en un desarrollo sostenible, uno que no sacrifique la riqueza natural de nuestro territorio en nombre de la minería a gran escala.
Es hora de unirnos para defender este paraíso. No podemos permitir que se tomen decisiones que afectarán el futuro de nuestros hijos y del planeta sin levantar nuestras voces. La Amazonía y el pie de monte son más que tierra para explotar; son vida, cultura y esperanza para el futuro. Que el progreso sea sinónimo de cuidado, no de destrucción. Juntos, podemos lograr que así sea.