Por : Germán Ortiz Ch.7
Hay lugares especiales en la vida de todo ser humano. En mi caso existe un lugar que desde que lo conocí me impactó, me pareció increíble y lo disfruté desde el primer segundo en el que entré en el contacto con él. Gracias a Dios, a partir de ese momento que fue hace más de 33 años, he tenido la oportunidad de estar allí desde entonces de manera muy frecuente y siempre, de alguna manera regreso y he estado ligado a ese sitio.
Allí he cultivado excelentes amigos, que son amigos para siempre, allí conocí la realidad del país y recorriendo sus pasillos, he conocido a las figuras más importantes de la política y la sociedad de nuestra nación. Durante varios años trabajé en ese recinto y pude conocer sus secretos y hasta los rincones a los que pocos han llegado.
Esta semana estuve allí y volví a oler a lo que huele estar rodeado de tanta gente que en muchas ocasiones sólo se ve en televisión y tuve la oportunidad de encontrarme con varios viejos conocidos con los que me di un buen abrazo. Incluso, tuve la fortuna de encontrarme con varios paisanos, una de ellas, la Dra. Sorrel Aroca, a quien no le pasan los años y es tan cordial como siempre.
Ese mágico sitio del que hablo, es el Capitolio Nacional, una joya arquitectónica, hermosa construcción que ha visto el paso de los más importantes hombres y mujeres de este país y de nuestro departamento, y que alberga al legislativo, al Congreso de la República.