PV – La vía Panamericana al sur del Cauca se encuentra bloqueada, no por sus propios habitantes, sino por comunidades provenientes de otros departamentos.
Este hecho pone de manifiesto una situación tan desconcertante como preocupante: mientras los gobernantes de Nariño, Huila y Putumayo cuestionan la gobernabilidad en el Cauca, son precisamente sus ciudadanos quienes paralizan esta arteria vital del sur colombiano.
Aproximadamente 500 personas, pertenecientes al Congreso Nacional Agrario (CNA), una organización que agrupa diversos sectores a nivel nacional, han tomado la decisión de bloquear la vía. Los manifestantes, en su mayoría campesinos originarios de Nariño, Cauca, Huila y Putumayo, han convertido este tramo de la Panamericana en un escenario de protesta, afectando severamente la movilidad y el comercio en la región.
Lo que resulta más llamativo es que, mientras estos bloqueos se desarrollan, los mandatarios de los departamentos mencionados han sido vehementes en su crítica a la gestión del gobierno caucano y nuestras gentes. Sus cuestionamientos a la gobernabilidad en el Cauca resuenan en los medios, pero guardan un silencio ensordecedor sobre las acciones de sus propios ciudadanos, quienes, por ironías de la vida, están generando exactamente el tipo de inestabilidad que ellos denuncian.
Esta situación no solo evidencia una desconexión entre los líderes regionales y sus bases, sino que también subraya la complejidad de los problemas sociales en Colombia, donde las fronteras departamentales parecen difuminarse frente a reclamos que trascienden lo local. Sin embargo, el costo de esta «exportación» de protestas es alto: son los más vulnerables, aquellos cuyo sustento depende del flujo diario de personas y mercancías, quienes más sufren con estos bloqueos.
Exigimos que los gobiernos de Nariño, Huila y Putumayo asuman su responsabilidad. No basta con señalar problemas en casa ajena; es imperativo que aborden las inquietudes de sus propios ciudadanos que hoy obstaculizan una de las vías más importantes del país. Asimismo, hacemos un llamado al gobierno nacional para que intervenga, no solo para despejar la vía, sino para facilitar un diálogo que aborde las raíces de este descontento.
La gobernabilidad no se mide solo por la capacidad de mantener el orden dentro de las propias fronteras, sino también por la habilidad de evitar que los problemas internos se conviertan en crisis para los vecinos. En este caso, la ironía es tan clara como el mensaje: la solidez de un gobierno no se refleja únicamente en lo que dice de otros, sino en cómo maneja sus propios desafíos.