Por : Carlos Enrique Corredor Saavedra
En los anales de la historia, grupos de generaciones pasadas se entrelazaban de manera iridiscente con las sutiles hebras que caracterizaban el tejido de la contemporaneidad. A través del prisma de la retrospección, podemos discernir sobre una cadencia discordante entre las gestas pretéritas y el pulso vibrante de los grupos sociales de la actualidad.
La yuxtaposición entre las eras, transita por senderos de perplejidad, donde las vicisitudes del pasado se entrelazan con los avatares del presente, formando una amalgama caleidoscópica de contradicciones y paradojas. En esta sinfonía de disonancias se devela una danza hipnótica entre la ortodoxia ancestral y la heterodoxia contemporánea
Las generaciones de antaño, imbuidas en una maraña de convenciones y tradiciones inamovibles, hallaban su sustento en los pilares de la estabilidad y la continuidad, empero, las generaciones actuales, nimbadas por la aurora de la innovación y el fervor del cambio, despliegan sus alas con destemplanza, desafiando los cánones establecidos y erigiendo nuevos horizontes en el firmamento del devenir humano.
Con base en lo que conocemos del ayer y lo que vemos y vivimos en el presente, lo más probable es que las generaciones del futuro estarán profundamente influenciadas por las tendencias y tecnologías actuales, pero también se verán moldeados por nuevos avances y cambios en la sociedad. Es probable que la tecnología continúe avanzando a un ritmo acelerado, ayudados y cautivados con la inteligencia artificial, la computación cuántica, la biotecnología y la nanotecnología desempeñando roles cada vez más prominentes en la vida cotidiana, y, en fin, en apenas un poco más de media centuria, hemos experimentado cambios impresionantes en todos los campos, donde en muchos casos, los efectos colaterales de los avances tecnológicos son más nocivos que los mismos beneficios esperados.