Por : Guido Revelo
Difícilmente Jesús Orlando iba a pensar que inquietudes de nuestras charlas de hombres sesentones, evocando tiempos pasados, iban a resultar con una respuesta tan particular.
Mi niñez transcurría en Puerto Asís, la de Jesús Orlando en Mocoa. Muchas veces él visitó mi pueblo siendo niño, y aunque no compartimos siempre las mismas experiencias de aquellos tiempos, nuestros encuentros de hoy sí nos transportan a escenarios comunes como este de la mitad de la década de los años sesenta en Puerto Asís.
-Te acordás de aquellas gringuitas que vivían en la salida al Cocayá? Pues nosotros, -me dice Jesús Orlando- nos dábamos la forma para ir a contemplarlas desde una alambrada y pasábamos horas y horas mirando aquellas niñas tan extrañas para nosotros. Jamás habíamos mirado unas niñas tan lindas, tan rubias y de ojos tan azules. Alguna de ellas usaba gafas y todas se la pasaban leyendo. No nos cansábamos de contemplarlas.
Transcurrieron cerca de cincuenta años para yo volver a saber de aquellas gringuitas, en especial de una de ellas, hoy de nuestra misma edad. Ruth y sus hermanas, después de 50 años, por fin pudieron coordinar un viaje de retorno al Putumayo, donde habían pasado parte de su niñez. Su padre, un sicólogo familiar norteamericano había asumido la labor misional de venir en el año 1962, con su familia, a establecer la “Primera Iglesia Evangélica de Puerto Asís, Hermanos en Cristo”. Antes de ello estuvieron en Pasto inicialmente; llegaron a Puerto Asís y alquilaron una casa cerca del río Putumayo por unos meses, luego pernoctaron un tiempo en Villagarzón mientras que Paul Goring construyera una casa para que se establecieran en Puerto Asís. Para entonces, Ruth tendría unos siete u ocho años. Fue en estas circunstancias que Orlando supo de unas niñas que llegaron a Puerto Asís y eran “muy diferentes” a las nativas, a las que estábamos acostumbrados a ver.
Pero, nos preguntábamos con Orlando ¿qué pensaban las gringuitas sobre esos niños curiosos del Putumayo que acudían a fisgonearlas cerca de su casa por horas y horas, sin oportunidad de decirles nada? Fue una pregunta que siempre me asaltó y tenía que resolverla en cuanto la oportunidad apareciera. Ella apareció cincuenta años más tarde.
Fue en Cali donde finalmente me pude ver con Ruth, en una pausa de regreso para su tierra. Allí me enteré de porqué su padre, trabajando en Puerto Asís, decidió trasladarse a Medellín con toda su familia. Propuso establecer programa de maestría en psico orientación en la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia; fue aprobado, y por esa razón su destino siguiente fue la capital paisa, donde los padres Goring vivieron 27 años hasta pensionarse y volver a USA. El posgrado que fundó aún se ofrece. Por su parte Ruth hizo su carrera en USA; siempre conservó una conexión especial con Colombia y con algunos putumayenses, pero su propia familia y el posterior trabajo como editora y escritora terminó absorbiendo su vida, entre letras, poesía y libros. Su última función fue en la editorial de la prestigiosa Universidad de Chicago como editora avanzada, a veces en traducciones español-inglés. Una vida entera entre documentos, libros y revistas.
Cuando pude solté mi pregunta, y como es usual en ellos, los gringos, no obtuve respuesta inmediata. Meses más tarde Ruth me hizo llegar uno de sus libros de poesía.
O sea que las observaciones de los niños en Puerto Asís, que esas gringas leían mucho pero mucho, resultaron proféticas. Y no podía ser de otra manera que la respuesta a nuestra pregunta llegara en forma de libro, más exactamente un poemario temático.
No recuerdo muy bien cómo o con quién me llegó el poemario “Soap is political” (“El jabón es político” prologado por Aviva Chomsky), edición de 2015, pero sí la dirección a la cual debía dirigir mi lectura: poema de la página 85, Beholding, del tema “What our mother taught us” (Lo que nuestra madre nos enseñó):
BEHOLDINGStars in Putumayo nights pressed
toward my face, eagger as beggars.
The dark was filled with light; earth
and sky leaned humidly against each other
like lovers thick with thoughts. My book
of Greek-named constellations was too pale
and decorous for such a burgeoning:
I drank stars with my eyes, swallowed
tTheir burning night after night.
Las estrellas en las noches del Putumayo se agolpaban
en mi cara, ávidas cual limosneros.
La oscuridad se llenaba de luz; tierra
y el cielo se apoyaban húmedamente uno contra el otro
como amantes cargados de pensamientos. Mi libro
de constelaciones con nombres griegos era demasiado insulso
y decoroso para semejante eclosión:
bebía estrellas con mis ojos, engullía
su ardor noche tras noche.
neighbor children crowded to peer
daily through our screen door, amazed
by our light hair, the time we spent with books,
our alien tongues. In their world we
were reluctant stars, appearing unbidden,
strange and populous, full of secrets.
todos los días los niños vecinos se amontonaban
para mirar a través de nuestra puerta mosquitera, asombrados
por nuestro cabello claro, por el tiempo que pasábamos con los libros,
por nuestro lenguaje extraño. En su mundo, nosotros
éramos estrellas renuentes, apareciendo sin ser llamadas,
raras y numerosas, llenas de secretos.
Your face holds light along cheekbones,
eyebrow ridges, the curve around each nostril.
What possessed me to think
I could lean on this door frame, enter
your gaze, be held in your seeing?
I burn blindly in shadows, outcrying:
O have mercy, we are found and lost again, O
your shoulders, your tongue, your stars.
los arcos de las cejas, la curva alrededor de cada fosa nasal.
¿Qué me impulsó a pensar que
podría aparecer en el marco de esta puerta, entrar
en tu mirada, ser sostenida en ella?
Ardo ciegamente en las sombras, clamando:
Oh, ten misericordia, nos encontramos y nos perdemos de nuevo, oh
tus hombros, tu lengua, tus estrellas.
Ahora Jesús Orlando ya tiene una especie de respuesta y yo, por mi parte, una excelente amiga que guarda muchos y gratos recuerdos del Putumayo, pero también sinnúmero de anécdotas, como aquella de un domingo cuando al salir a la calle (mejor que calle, camino de barro), probablemente para jugar con sus amigos Alvarez en la misma vía al Cocayá, lo primero que se encuentra es con un hombre de piel negra. El hombre, fascinado de ver una niña de piel tan blanca, ojos azules y cabello rubio -y sin idea de su edad- se para un momento a admirarla y de la manera más natural le pregunta:
-¿Niña, usted se quiere casar conmigo?
La niña Ruth, asombrada y a la vez con risa ocultada, le da una respuesta muy tranquilamente.
De este suceso nace su poesía “Maybe”, tema “Tongue”, página 29:
TAL VEZ
Puerto Asís, Putumayo, 1964
Maybe you and I could marry.A man had stopped me on the village road
puddled by morning rain.
A gnat ticked at my nose. The man
stood short and neat, about my height,
hair crinkled and close-trimmed, and skin
like Sello Dorado coffee, awaiting
my response.
Tal vez usted y yo podamos casarnos.
Un hombre me había detenido en el camino del pueblo
encharcado por la lluvia de la mañana.
Un mosquito no dejaba en paz mi nariz. El hombre
que era bajito y bien arreglado, como de mi estatura,
cabello ondulado y muy corto, y piel
como café Sello Dorado, esperaba
mi respuesta.
keeping my voice
as flat as my chest. I am too young.
My American mother had never called
a black man handsome.
My American father had built our house
It had no balcony for serenades.
manteniendo el tono de mi voz
tan plano como mi pecho. Soy demasiado joven.
Mi madre estadounidense nunca había llamado
“apuesto” a un hombre negro.
Mi padre estadounidense había construido nuestra casa
y ella no tenía balcón para serenatas
Hago una pausa final para manifestarle a Ruth mi agradecimiento por su amistad y mi absoluto deseo para que el covid, por el cual estuvo hospitalizada en días recientes en Chicago, le deje en paz para seguir haciendo libros y poemas. Como colofón podría decir: cosas que tiene la vida, Ruth es una persona de mucha empatía con la causa de los afroamericanos de Chicago y participa frecuentemente en actividades por la igualdad y los derechos de la gente negra en USA.
Guido Revelo Calderón
Mocoa, Putumayo, enero 28 de 2024
Post Scriptum: cuando esta historia estaba haciendo cola para ser publicada por Luis Carlos Chamorro en su portal www.miputumayo.com.co , me llega la buena noticia del premio que por su libro “Caras lindas de Colombia” les acaban de otorgar en USA a Ruth y a su amigo Michael Bracey, autores. ¡ Felicitaciones !