Así es la lucha de las mujeres de la Amazonía por defender su territorio

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ElEspectador – El 71 % de los asesinatos de defensoras ambientales se concentran en Cauca, Nariño, Valle y Putumayo. Ellas han enfrentado la guerra, el narcotráfico, la minería, además de la constante presencia de grupos armados, pero se mantienen los escenarios donde las violentan.

En Caquetá viven varias mujeres de distintas organizaciones que le han apostado a la defensa de la vida, la Amazonía y las mujeres. En Putumayo habita y defiende el territorio un colectivo de lideresas indígenas de los pueblos siona, kofan, koreguaje, inga y kamëntsá.

Estas mujeres amazónicas han enfrentado la guerra, el narcotráfico, la minería, además de la constante presencia de grupos armados que cambian su nombre, pero se mantienen los repertorios que las violentan. Sumado a ello, deben luchar por salir del espacio privado, de sus casas, de la dependencia económica. Defender sus derechos y su vida.

“Nos están matando”; “En el Amazonas viven más que árboles, viven mujeres” “Somos mujeres que resistimos” fueron algunas de las consignas que repitieron una decena de lideresas en Caquetá y Putumayo, que entrevistó Rutas del Conflicto.


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Todas llegaron a la misma conclusión: el conflicto armado y la violencia les arrebató su proyecto de vida, pero el machismo y las violencias basadas en género les obstaculizan construir el futuro de mujeres amazónicas y defensoras del territorio .

Fanny Gaviria, lideresa y fundadora de la organización Corpomanigua, afirma que “es muy difícil soñar con el futuro para una mujer cuando en el pasado fue violentada y en el presente lucha por sobrevivir”. Las violencias contra las lideresas y defensoras de derechos humanos han aumentado en los últimos años.

Más de tres cuartas partes de los ataques registrados ocurrieron en América Latina. En Brasil, Perú y Venezuela, el 78 % de los ataques se produjeron en la Amazonía, según Global Witness en 2022.

La organización Somos Defensores, documentó en 2022, que el 71 % de los asesinatos de defensoras de la tierra, el medio ambiente y el territorio se concentran en los departamentos del Cauca, Nariño, Valle del Cauca y Putumayo. En estos lugares hay presencia del Clan del Golfo, ELN y disidencias de la extinta guerrilla de las FARC; como también de bandas criminales y cárteles del narcotráfico como el de ‘Sinaloa’.


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Sumado a ello, entre el 1 de enero de 2022 al 7 de marzo de 2023, el Observatorio para la Defensa de la Vida documentó 20 asesinatos contra lideresas y defensoras de derechos humanos.

Según datos recopilados por Pares, la Unidad Nacional de Protección recibió la solicitud de 12.267 mujeres en todo el país durante este mismo periodo. Somos Defensores, en su ultimo reporte que comprende de enero a marzo de 2023, tiene registrados 70 agresiones a defensoras, de las cuales una es el asesinato a razón del género. En este mismo informe, se documentaron dos casos de agresiones hacia defensoras en Putumayo y Caquetá.

A las agresiones por su liderazgo y ser disruptivas en los roles establecidos por las lógicas patriarcales, las mujeres deben enfrentar otras violencias por la razón de ser mujer. En Caquetá se han presentado 136 casos y en Putumayo 64 de violencia intrafamiliar en el primer semestre del año, según el Informe de Medicina Legal.

Mariela Álvarez, Nubia Chacón, Magaly Belalcázar en el Caquetá y Paola Chindoy en Putumayo decidieron desde las organizaciones que representan Asudelma, Copomanigua, Funmapaz y Asomi, respectivamente, alzar la voz y defender a las mujeres del Amazonas. El rol del cuidado, que históricamente se les ha otorgado a las mujeres, fue también el impulso para salir del espacio familiar y privado para cuidar el territorio y a las mujeres que viven en él. Como lo dijo una de las lideresas, “la región amazónica tiene nombre de mujer, la Amazonía es vida y vida son las mujeres”.

Los obstáculos en la defensa de la vida y el territorio

La “mamita sabedora” Francisca Jacanamijoy, una de las mayoras de la comunidad, cuenta que aunque tenía mucha convicción por formarse y transmitir sus conocimientos de la medicina ancestral, a su esposo no le gustaba que fuera a reunirse con las demás mujeres de la asociación porque era “perder el tiempo”.

“Yo le respondía que yo me iba porque yo me quería preparar, quería conocer los problemas que tenemos como comunidad, quería trabajar, e independizarme. Yo me iba con todos los hijos para que él no se quejara”, cuenta.

Las mujeres han tenido que enfrentarse a los roles que les fueron asignados solo por ser mujeres. Así lo relata una de las fundadoras y representante legal de Asudelma, Asociación Mujeres Sueños del Mañana, Mariela Álvarez, que se dedica a la promoción de los derechos de las mujeres y a la confección de lencería en busca de la independencia económica de las mujeres caqueteñas. “A los esposos o parejas de muchas de las mujeres no les gusta que ellas asistan a estos espacios, les da miedo de lo que ellas puedan aprender y conocer”, comenta Álvarez.

No solo las lideresas deben buscar estrategias para que otras mujeres puedan asistir a los espacios de capacitación y formación, y luchar contra su propia familia para poder reunirse. También deben enfrentar la estigmatización y apelativos cuando se manifiestan. Es el caso de Mujeres, Amazonía y Paz, Funmapaz con su escuela audiovisual, y Asudelma, que pertenecen a la Plataforma de Mujeres del Caquetá, creada en 2012 y que reúne a más de 25 organizaciones de base.

“A nosotras nos llaman las locas porque salimos a protestar cuando asesinan a una mujer”, afirma Álvarez. En Caquetá ocurrieron siete feminicidios en 2022.

La ultima vez que salieron a las calles de Florencia con pancartas y arengas, rechazando la violencia contra las mujeres fue el pasado mes de junio de 2023. Milena Molano Urquina, fue asesinada y desaparecida por su pareja sentimental, un exoficial del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) y jefe de seguridad de la cárcel el Cunduy, que ya fue condenado por el crimen. “Nosotras salimos al mediodía para parar el tráfico, es la única manera que la gente vea que nos asesinan, que nos matan, que nos violentan”, cuenta Álvarez.

Como lo expresaron varias de las mujeres del Caquetá, las violencias de género tienen una raíz en la cultura de este departamento, donde “la ganadería y la economía tienen una mayor importancia que la defensa de la vida” según Nelson Hoyos, uno de los fundadores de Corpomanigua. El líder relata que desde los distintos momentos de colonización del Caquetá, la mujer ha sido vista como un elemento de intercambio. “Ahora se ve que en este departamento hay más veterinarios que ginecólogos. Si una mujer quiere una cita con un especialista debe trasladarse a otra ciudad porque aquí se mira primero a la vaca”, señala Hoyos.

La situación no es diferente en Putumayo, este es uno de los 10 departamentos en los que más se presentan hechos de violencia basada en género. Según la Defensoría del Pueblo, desde 2021 y hasta marzo de 2023, se atendieron 455 casos de violencia de los 9.027 que se registraron a nivel nacional.

Según cuenta Paola Chindoy, históricamente “el machismo y el patriarcado” han estado presentes en toda la sociedad y eso incluye a las comunidades indígenas del Putumayo. Desde Asomi han estado fortaleciendo el tema espiritual para hacer entender a los hombres y a las mujeres de las comunidades la importancia de la dualidad. “Si nosotros logramos entender el territorio que es dual, que está el Sol y la Luna y todo así para que sea un equilibrio. Nosotros también hacemos parte de ese equilibrio”, afirma la lideresa.

Asomi es una asociación que nace de una visión que tuvo el tatita Francisco Piguaje durante la conformación de la Unión de Médicos Indígenas Yageceros de la Amazonía Colombiana. Paola Chindoy explica que en 2007, “el taita Piguaje y los taitas de otros pueblos visionaron este camino para que las mujeres también tuviéramos nuestro espacio. Un lugar para que las mamitas compartan su conocimiento. Para empezar a hablar de autocuidado y para visibilizar la fuerza espiritual y sanadora de las mujeres. Es por eso que las fundadoras fueron las esposas de los taitas que se reunían cada que ellos lo hacían”.

A diferencia de Asomi, que fue impulsada por los hombres de la comunidad, Funmapaz con su escuela audiovisual, y Asudelma nacieron de las experiencias de vida de las mujeres fundadoras. Tanto la organización indigena del Putumayo como las mujeres caqueteñas trabajan por defensa de sus derechos en un contexto que las violenta constantemente.

La independencia

“En el Caquetá las vacas tienen más derechos que las mujeres”, suelen repetir Magaly Belalcázar y otras lideresas al hablar de cómo los caqueteños ponen sus ojos casi únicamente a la vocación ganadera del departamento. El ganado tiene una tierra más asegurada que una mujer rural, afirmaron varias de las mujeres entrevistadas. La ganadería extensiva les ha costado sus derechos y los de la selva amazónica.

Como lo explica la organización Semillas en su informe ‘Mujeres campesinas sin tierra’, la tierra es el activo productivo más importante para la población campesina y negar a la mujer rural el derecho de propiedad representa continuar en una dependencia económica de los hombres y este es aún más complejo en un contexto de conflicto armado.

A pesar de que la legislación ha avanzado desde la reforma agraria de 1994 y de la expedición en 2002 de la Ley de Mujer Rural, la cual dispuso garantizar la titularidad de tierra a mujeres, no es muy claro cuánto se ha avanzado. Para las mujeres sigue siendo una forma de violencia no poder acceder a la tierra y por ende depender económicamente del hombre.

Las organizaciones en el Caquetá no solo trabajan en la defensa de los derechos de las mujeres sino también en brindar estrategias que permiten mejorar la calidad de vida de ellas y sus familias. Corpomanigua lleva varios procesos en lo que está presente la soberanía alimentaria, en que las mujeres pueden adquirir nuevos conocimientos que les permitirá explotar la tierra de una manera adecuada con el ambiente y que les otorgará beneficios económicos. Sobre todo cuando son desplazadas a la ciudad, están sin tierra y deben enfrentarse a ser las jefes del hogar. En Asudelma, en Florencia, las mujeres alejadas de la tierra para cultivar, encontraron en la costura una forma de aprender a subsistir económicamente. Un cúmulo de herramientas que les permite mejorar su calidad de vida y salir de los entornos violentos

En el informe Retos para la igualdad de género en Florencia y Caquetá, del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, se asegura que para 2018, el 42,6% de las mujeres del Caquetá realizan oficios del hogar como actividad principal, frente a 3,8% de los hombres del departamento. Este panorama es muy parecido al que viven las mujeres en Putumayo. Según este mismo documento, el 39% de las mujeres del Putumayo se dedicaban a esta actividad.

Las mujeres indígenas de Asomi han buscado, también, la forma de mejorar su calidad de vida a través de un proyecto turístico. Además de ser una forma de sustento para la asociación, es el lugar de encuentro y hospedaje de las mujeres y comunidades indígenas que llegan hasta Mocoa para intercambiar saberes e incluso semillas. El lugar llamado Casa de Encuentro Chagra de la Vida se encuentra en la vereda Planadas de Mocoa.

En ese territorio, de unas 52 hectáreas que queda a tan solo unos minutos de la cabecera municipal de la capital del Putumayo, Asomi pretende garantizar la soberanía alimentaria y la preservación del medio ambiente. Allí llevan varios procesos de reforestación en las zonas que fueron afectadas por la ganadería extensiva además de promover el conocimiento sobre plantas medicinales.

El relevo generacional

Yuliana Castro, una mujer de 20 años en Caquetá, se ha formado toda la vida para la defensa de los derechos de las mujeres al lado de su mamá Mariela Álvarez, la representante de Asudelma. A 244 kilometros, se encuentra Brigitte Escobar, una jóven líder indígena de 19 años, de la comunidad Siona en el Putumayo. Ambas han visto a sus mayoras enfrentar los retos de liderar los procesos organizativos y ahora ya trabajan activamente por la defensa del territorio.

Es claro que las más jóvenes no son ajenas a los problemas de género en sus territorios. Brigitte Escobar asegura que una de las grandes preocupaciones que tiene sobre la apropiación de su cultura por parte de los más jóvenes, es la falta de oportunidades que tienen dentro del resguardo y la poca formación en los conocimientos ancestrales. Ella cuenta que, en el departamento, se tienen que buscar espacios de liderazgo y educación que ayuden a sanar las cicatrices que dejó el conflicto armado en las mujeres.

“Aunque pasamos el conflicto armado y tuvimos una situación de vulnerabilidad que nos dejó cicatrices y heridas, tenemos que saber cómo comenzar a sanar y generar esa sororidad con mis otras compañeras indígenas de que no tener ese recelo, sino de decir, amiga, compañera venga, vamos, construyamos y sigamos tejiendo para el bien colectivo”, asegura Brigitte.

La lideresa no solo es parte de los directivos del resguardo Siona, sino que también es comunicadora social. Con su corta edad, pero amplia experiencia, se ha dedicado a denunciar las problemáticas que tiene su pueblo, como el confinamiento y el desplazamiento por el conflicto armado e incluso el desarraigo al que están siendo sometidos los niños de la comunidad por la misma situación. Para la joven, su entrada a la Universidad Nacional Abierta y a Distancia fue la oportunidad perfecta para además, emprender caminos de autocuidado y de apropiación de sus costumbres y con esto luchar por un mejor acceso a la educación y por el rescate de los saberes ancestrales.

Yuliana Castro que también está en la universidad, estudiando Ingeniería de Sistemas, desde el Caquetá, habla con propiedad que ahora es tiempo de poner en práctica todo lo que le ha enseñado su mamá Mariela y las mujeres de Asudelma y de la plataforma: “En la universidad o en la calle veo injusticias, veo machismo y debo pararme y decir no”.

Desde hace un tiempo se involucró activamente en la organización. Absorbe las experiencias de las mujeres que pasan por su casa, un lugar de refugio en casos de violencia. Yuliana transmite a más mujeres jóvenes qué hacer en caso de sentirse víctima, qué pasa, cómo activar la ruta y sobre todo, acompaña en identificar esas violencias simbólicas, que sus amigas y compañeras ven normales.

Para Asuldema la llegada de Yuliana ha significado dos cosas: la primera, captar la atención de mujeres jóvenes como ella y que quieren aprender sobre género; la segunda, ha sido quien ha impulsado varios procesos de comunicación, diseño y difusión en redes sociales sobre el trabajo de costura que realizan. “Ahora podemos compartir lo que hacen las mujeres en redes sociales, que más personas conozcan el trabajo que realiza Asudelma”, sentenció Yuliana.

Tanto Yuliana como Brigitte desde niñas han estado al frente de la defensa por los derechos de las mujeres amazónicas y del territorio. Saben que el camino puede no ser fácil, que hay mucho en lo que trabajar pero también conocen la satisfacción de poder ayudar a otra mujer a salir de la violencia y de recuperar un territorio violentado, maltratado y quemado.

A pesar de las dificultades, el arraigo a su tierra es más fuerte. La lucha de las mujeres ha surgido, se han unido , se han fortalecido y no va a desfallecer pronto. Asomi logró crear una reserva de la sociedad civil y esperan que pronto se formalice como una reserva ambiental natural manejada por las mismas mujeres de las comunidades indígenas. Mientras que las mujeres que componen Asudelma, Funmapaz y Corpomanigua sueñan con que en Caquetá no las asesinen y tampoco les quiten los sueños que la guerra les quitó.


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