LaNacion –
La noticia no puede ser más vergonzosa y al mismo tiempo inquietante: Colombia marca un nuevo récord de cultivos de coca y producción de cocaína. Las hectáreas sembradas en el país pasaron de 204.000 a 230.000 al cierre del año pasado y las toneladas de droga que se pueden producir llegaron hasta 1.738, las cifras más altas nunca antes registradas.
Los datos, consignados en el informe anual del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de Naciones Unidas, Simci, elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas para las Drogas y el Delito advierten que Norte de Santander, Nariño y Putumayo, tres departamentos fronterizos, concentran el 65% de toda la coca del país.
Tibú, Norte de Santander, se constituye, deshonrosamente, en el municipio con más cultivos ilícitos no sólo de Colombia sino del mundo, con 22.000 hectáreas, seguido por Tumaco, Nariño, y Puerto Asís, Putumayo.
Ante este informe que deja mal parado al país ante los ojos del mundo, el ministro de Justicia, Néstor Osuna, alega que “casi todo el incremento tuvo lugar en el departamento de Putumayo” y que “esa vieja idea del país inundado de coca no es cierta”.
Más allá de lo que pueda decir el ministro Osuna buscando ‘lavar’ las cifras y el mismo presidente Gustavo Petro, quien considera la guerra contra las drogas como un problema de salud para la sociedad, es el Estado colombiano el que está ante uno de sus mayores retos, en el entendido que si los cultivos ilícitos siguen creciendo habrá mayor criminalidad, los grupos ilegalmente armados no desaparecerán y la confrontación entre ellos se acelerará y la violación de derechos humanos estará a la orden del día no sólo en el Putumayo sino en todo el país.
Es claro que el problema de los cultivos ilícitos no se circunscribe solo a una región sino que impacta a toda la sociedad colombiana.