Autor: Carlos Enrique Corredor Saavedra
Precandidatos a gobernaciones y alcaldías, andan al acecho, tratando de ganar la voluntad del potencial elector, para esto, manejan una inusitada amabilidad, llevan consigo una agenda para el sector que visitan, con gran parte de los problemas sociales ya resueltos, y por supuesto, están listos para formular una serie de posibles alternativas de solución a una buena parte de los problemas sociales existentes; charlas que exornan con una verborrea demagógica, capaz de convencer al más reticente de los parroquianos.
Muchos candidatos son expertos en el manejo de la demagogia y de la retórica, dos elementos necesarios para crear un ambiente de tranquilidad y credibilidad dentro de las reuniones, que así sea paja lo que está diciendo el candidato, todos, y hasta los más incrédulos de los asistentes, terminan creyendo el cuento, bajo cierto nivel de paroxismo, y per se, el candidato mentiroso también termina creyendo sus mentiras.
Inclusive logran acuerdos consensuados con los visitados, con vigencia, mientras dura la reunión, promesas de todos los calibres, lagoterías y ladinas expresiones con fingidas manifestaciones de aprecio; características propias de los aduladores, que hasta se sobredimensionan en halagos, virtudes y cualidades que muchas veces no existen en los visitados, pero, es necesario hacerlo, para ambientar un poco la velada, y antes de finalizar la reunión o charla, algunos de los títeres, perdón, de los líderes, ya quedan listos como potenciales candidatos a alguna de las Corporaciones Públicas.
Por supuesto que estos halagos, enaltecen el alma y elevan el ego de los adulados, a su máxima expresión, y algunos de los anfitriones, no solo se convierten en candidatos a la asamblea departamental o al concejo municipal, por obra y gracia del amigo político, sino que se sienten con toda la capacidad para lanzarse a la palestra política. Algo parecido, como cuando se emborrachó el ratón y desafió al gato, a batirse en un duelo a muerte.
Indudablemente hay personajes muy audaces y astutos, es de admirar a aquellos que manejan perfectamente los hilos de la demagogia, la diplomacia, de la retórica e inclusive de la hipocresía. Logran con relativa facilidad, hacer crear compromisos entre el gobierno y alguna comunidad, y esto nos permite colegir, que nuestros líderes no solo deben tener buena voluntad para hacer las cosas, de tener un buen conocimiento de la problemática social y económica del país y de la región que representa, sino, deben también, tener las agallas y la berraquera, la astucia y la malicia indígena, como dicen por ahí, para poder incursionar e interactuar en el universo de la cosa pública.
La buena gestión, se mide por los hechos, por los logros, por las obras y beneficios que haya obtenido para su región, por el trabajo mancomunado con los sectores sociales marginales y no por las buenas intenciones, ni por las disimiles informaciones, ni por los grandilocuentes discursos, de los cuales, muchos, ya son expertos en estas lides, y en pleno proselitismo político aparecen con cifras apodícticas, según ellos, aprobadas por el gobierno nacional para invertir en proyectos de obras de infraestructura o proyectos de inversión social; otros aparecen con cifras de algún CONPES que encontraron por ahí, y lo más curioso, es que muchos de los incautos posibles electores, nuevamente terminan mordiendo el anzuelo, y una vez más, los mefistofélicos candidatos, consiguen su cometido aprovechándose de la bonhomía del ingenuo y crédulo ciudadano.
Expresiones falsas de toda falsedad, sórdidas intenciones que logran cautivar al instante la atención de los visitados, muchos candidatos ya son expertos en estas farsas, disfrazan las mentiras, de tal manera, que ellos mismos se las creen, existiendo una disparidad de criterios entre lo que muchos candidatos dicen y prometen y lo que bajo Constitución, las leyes y el presupuesto nacional, se permite o se pueden hacer.
Esta práctica ominosa de cada cuatro años, se da con la mayor naturalidad, sin ningún asomo de vergüenza; y como decían nuestros abuelos “no tienen sangre en la cara”. Vemos a decenas de candidatos recorriendo calles, visitando familias, muchas de las cuales ni siquiera conocen, inventando desayunos dizque de trabajo, y tratando de ganar simpatizantes a costa de rajar y de echar toda la culpa del atraso social, a los gobernantes salientes. Esta práctica rastrera debe desaparecen del panorama político. Los argumentos o proyecto político deben estar fundamentada en propuestas honestas, creíbles, viables, con datos y cifras estadísticas, con informaciones que se puedan someter a cualquier prueba de veracidad.
Desafortunadamente, y de manera especial algunos de los nuevos departamentos, hasta el momento han fallado en elegir a sus gobernantes, unos llevados por la lealtad a su partido o movimiento político, otros por dizque principios y filosofía, otros porque siguen firmes a sus jefes políticos, y otros por crédulos.
Ojalá que nuestros conciudadanos, los que siempre han guardado la esperanza de un cambio, los de a pie como dice el dicho, los que hacen parte del pauperismo existente en el país, y los que realmente quieren un cambio positivo; bajo estricta conciencia, sin existir presión exacerbada o tentación de ninguna índole, sin dejar vender su conciencia, leal a sus firmes convicciones y principios, voten por el mejor candidato, por ese líder indiscutible, comprometido con su pueblo y experimentado en el campo de la administración pública.
Es procedente recordar la máxima de Deng Xiaoping. “ No importa si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace ratones”.