ElEspectador – Mario Fernando Prado
Tardía e irresponsablemente, el gobierno centralista se medio enteró de la verdadera tragedia que padecen los sobrevivientes del Cauca, Nariño y Putumayo, no solo azotados por la violencia, el narcotráfico, la corrupción, el olvido y la desidia, sino ahora también por las cuentas de cobro que les está pasando la naturaleza.
En efecto, la avalancha que incomunicó a estas regiones a la altura de Rosas (Cauca) estaba advertida desde hace décadas y ningún gobierno le paró bolas, a pesar de que sabía que la vía Panamericana, que nos comunica además con Ecuador, tenía una herida de muerte habida cuenta la fragilidad del terreno, la precariedad del trazado y su misma construcción.
Fueron muchas las alertas sobre el particular que se vieron acalladas con las falsas promesas de quienes ganaban elecciones con la bandera de la restitución de esta vía, que finalmente se derrumbó aparatosamente interrumpiendo la movilización de manera absoluta, dejando tan solo unas trochas que con el peso de los vehículos se tornaron inservibles.
Pasaron los días y empezó Cristo a padecer. Primero con el desabastecimiento de papa, leche y otros productos presentándose un encarecimiento de los mismos, y luego, con la escasez de combustible, que fue lo que rebasó la copa de la situación.
Los paños de agua tibia de nada sirvieron tratando de habilitar otras carreteras y ante el clamor de los millones de habitantes que en un principio habían tenido paciencia a la espera de una solución, el alto gobierno tomó cartas en el asunto y se ha comprometido con una serie de obras que ojalá pueda realizar.
La falla que afecta las cercanías del derrumbe no permite una reconstrucción a medias. Es preciso trazar una nueva vía con un costo billonario que no hay de dónde sufragarlo, y mientras tanto se está tratando de realizar un puente aéreo y marítimo para llevar alimentos, combustibles y traer los productos de la tierra para que el campesinado no se muera de hambre.
Empero, la gasolina que se está llevando no va a dar un brinco y es urgente aumentar la frecuencia del abastecimiento o surtirse del precioso líquido y de otros más productos ecuatorianos.
La situación ha llegado a tal gravedad, que ya se habla en las calles de Pasto, Tumaco e Ipiales de un movimiento para que Nariño se anexe a la vecina república, lo que ha activado el humor nariñense que dice que, de ser así, los popayanejos quedarían siendo los pastusos de Colombia y los caleños los popayanejos del país.