Por : GUIDO REVELO CALDERON
Compartirles mi concepto acerca del nombre más bonito con el cual ha sido bautizado un poblado en el Putumayo, me obliga a escribir unas líneas sobre la persona a quien se lo escuché y me lo explicó. Lo llamo Don Oscar, es un indígena muy inteligente de la etnia inga que nació en Yunguillo y ronda los cincuenta años. Es maestro de la construcción , pero es también mi maestro de lingüística y cada día me asombra más con los aspectos y conocimientos de su cultura, de la cual se siente orgulloso. Compañero de luchas ideológicas del líder José Homero Mutumbajoy, compartían la misma reunión en una vereda del municipio de Villagarzón, cuando delante suyo lo asesinaron. A esa hora, tarde en la noche, se subió en un campero y con el cuerpo agonizante de su líder al lado, con todos los riesgos que eso implicaba lo acompañó hasta Mocoa donde infortunadamente José Homero llegaría sin vida. No es sino una de las muchas facetas y vicisitudes de Don Oscar en este caminar.
Debo decir que el Putumayo es un territorio de culturas ancestrales, de la cuales la suya, inga, es mayoría.
Hace algunos años, por alguna razón en la cual ahora no nos vamos a detener en explicarlo, vecinos inganos de Yunguillo y Osococha decidieron instalarse al otro lado del río Caquetá , orilla izquierda, y formaron un poblado al que bautizaron Coquero (por los cocos). Poco tiempo transcurrió entre esta fundación y la invasión de la coca al Putumayo y en sana lógica estos paisanos llegaron a la conclusión que dada esa nueva dinámica de estigmatización por la coca, podían ser señalados como coqueros, cultivadores de coca. Nada cómodo que ahora el gentilicio de sus hijos sea “coquero”, “coquera”. Se reunieron y tomaron una decisión: había necesidad de cambiarle de nombre a su caserío. Intercambiaron opiniones, discutieron amigablemente y se dieron cuenta que unos indígenas procedían de Yunguillo y otros procedían de Osococha. Ese razonamiento le abrió paso a una propuesta genial que no por su sencillez tiene una gran connotación para ese pueblo.
A pesar de sus diferentes procedencias, ahora estaban reunidos y así deberían continuar mientras estén en el mismo pueblo. Entendido y aceptado esto no fue sino buscar la palabra adecuada en su propia lengua : nace así Tandachirido (reunidos, reuniéndonos) que más tarde en la interrelación con los campesinos blancos, estos le deforman su fonética y dan origen al neologismo Tandarido , pero los campesinos lo mal pronuncian como Tangarido, que es como actualmente se conoce. No me cabe duda, en mi concepto, que es el nombre más bonito, significativo y más sonoro que población alguna posea en todo el Putumayo. Su mensaje tiene trascendencia no solo por proceder de una palabra originaria sino por el mensaje tan humano, tan fuerte que traspasa barreras físicas. Es que además la decisión que tomaron tiene otra connotación: su espíritu está por encima de ideologías geopolíticas, pues la ubicación de Tandarido (así lo seguiré llamando) es sobre la margen izquierda del río Caquetá y su relación administrativa dependería del departamento del Cauca a pesar de que social, económica y culturalmente su relación es con el Putumayo. Finalmente, pienso que pensarían ellos: y a quién le hemos importado dónde estemos situados, si al lado derecho o al izquierdo del río. Qué más da ? …si para nosotros lo importante es que estemos “reunidos”.
Felices 459 años Mocoa!
Mocoa, septiembre 25 de 2022