Autor: Carlos Enrique Corredor Saavedra
Nos convertimos en acérrimos contradictores de personas que no conocemos y defendemos a ultranza la honestidad de individuos que no sabemos mucho de su pasado. Sin embargo, en un alter ego, es digno reconocer los importantes comentarios que también hacen algunas personas, con respecto a la consolidación de ideas que apuntan al fortalecimiento de propuestas o proyectos que propendan por el bienestar social de las comunidades, especialmente de los sectores marginales.
Permitimos crecer en nuestro interior, la animadversión, no por lo que sabemos a ciencia cierta, de determinada persona, sino por los múltiples comentarios que de una u otra manera salen a la luz pública. Muchos de ellos tendenciosos, sesgados, infundados o sobredimensionados, pero casi todos, van con el mismo propósito, el de causar daño, y muchos, de los arteros internautas son expertos en producir mensajes muy verosímiles, capaces de confundir al más acucioso de los lectores. Desafortunadamente, estos bodrios, llaman poderosamente la atención de muchos leyentes.
Paulatinamente hemos perdido y seguimos perdiendo el control de nuestros actos, gran parte de los valores, principios y buenas costumbres, ya no existen en las familias, vivimos conflictuados, por los problemas, que nosotros mismos creamos, y preferimos hacer parte del problema, antes que hacer parte de la solución. Andamos desnortados y totalmente descaminados, deambulando como desconectados de la realidad, lejos del mundo, al que no pudimos acoplarnos a su ritmo.
Los denuestos mensajes se observan por las redes sociales, atiborrados de expresiones despectivas y desobligantes, vulgares en muchos casos. Nuestro comportamiento, regularmente, no es coherente entre lo que se dice y lo que se hace. La disparidad de criterios, es tan manifiesta en todos los escenarios, que ni siquiera en los grupos familiares, se respeta lo que piensa el uno o lo que dice el otro.
En el plano político, las divergencias ideológicas entre los líderes, en algunos casos, ha polarizado el país, creando nuevos estereotipos, y nuevos pensamientos y conceptos, que según los analistas, deben reformar los inveterados y arcaicos modelos políticos de otrora. Los estólidos discursos con insulsas expresiones se han convertido en el nuevo paradigma del arte de gobernar Las iterativas decisiones administrativas, desprovistas de elementos de juicio, de coherencia, y de sustento jurídico, encuadra perfectamente dentro del mundo macondiano de García Márquez.
Muchos de nuestros gobernantes, no desaprovechan oportunidad para encuadrar algunas de sus nimias gestiones, dentro del marco de acciones mediáticas, tratando con esto de maquillar o esconder, su incapacidad para gobernar y de paso, ocultar el pauperismo existente en su región.
Per sé, los servidores públicos han dejado de lado sus deberes y responsabilidades, y algunos de ellos piensan que están en el cargo para hacer favores y no para cumplir con un mandato constitucional. La pluralidad normativa existente, no garantiza el real cumplimiento de los deberes y funciones de los servidores públicos, y no precisamente porque no sean rígidas o severas, sino, porque prevalece la inoperancia y negligencia de los entes de control y vigilancia, designados para tales fines.