Por : Carlos Enrique Corredor Saavedra
Desde hace varias semanas, muchos políticos, unos que buscan la reelección y otros que buscan conquistar una curul en el Congreso, andan al acecho, tratando de ganar la voluntad del potencial elector, para esto, manejan una amabilidad inusitada, llevan consigo una agenda con gran parte de los problemas sociales del sector que visitan, y por supuesto, están preparados para formular una serie de posibles alternativas de solución a una buena parte de los problemas sociales existentes, charlas que exornan con una verborrea demagógica, capaz de convencer al más reticente de los cristianos.
Inclusive logran acuerdos consensuados con los visitados, con vigencia, mientras dura la reunión, promesas de todos los calibres, lagoterías y ladinas expresiones con fingidas manifestaciones de aprecios; características propias de los aduladores, que hasta se sobredimensionan en halagos, virtudes y cualidades que muchas veces no existen, pero que es necesario, para ambientar un poco la velada, y antes de finalizar la reunión o charla, algunos de los títeres, perdón, de los líderes, ya quedan listos como potenciales candidatos a alguna de las Corporaciones Públicas.
Por supuesto que estos halagos, enaltecen el alma y elevan el ego a su máxima expresión, y algunos de los anfitriones, no solo se sienten candidatos por obra y gracia del amigo político, sino que se sienten con toda la capacidad para lanzarse a la palestra política. Algo parecido, como cuando se emborrachó el ratón y desafió al gato, a batirse en un duelo a muerte.
Indudablemente hay personajes más audaces y astutos que otros, es de admirar a aquellos que manejan perfectamente los hilos de la demagogia, la diplomacia, de la retórica e inclusive de la hipocresía. Logran con relativa facilidad, hacer crear compromisos entre el gobierno y alguna comunidad, y esto nos permite colegir, que nuestros líderes no solo deben tener buena voluntad para hacer las cosas, de tener un buen conocimiento de la problemática social y económica del país y de la región que representa, sino, deben también, tener las agallas y la berraquera, la astucia y la malicia indígena, como dicen por ahí, para poder incursionar e interactuar en el universo de la cosa pública.
La buena gestión, se mide por los hechos, por los logros, por las obras y beneficios que haya obtenido para su región, por el trabajo mancomunado con los sectores sociales marginales y no por las buenas intenciones, ni por las disimiles informaciones, ni por los grandilocuentes discursos, de los cuales, muchos, ya son expertos en estas lides, y en pleno proselitismo político aparecen con cifras apodícticas, según ellos, aprobadas por el gobierno nacional para invertir en proyectos de obras de infraestructura o proyectos de inversión social; otros aparecen con cifras de algún CONPES que encontraron por ahí, y lo más curioso, es que muchos de los incautos posibles electores, nuevamente terminan mordiendo el anzuelo, y una vez más, los mefistofélicos candidatos, consiguen su cometido aprovechándose de la bonhomía del ingenuo y crédulo ciudadano.