Por : Carlos Enrique Corredor Saavedra
“Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas”
Albert Einstein
Indudablemente las redes sociales, casi todas, son utilizadas para enviar mensajes tergiversados, y estos a la vez son reenviados por personas despistadas, sin tener en cuenta que muchas de estas informaciones pueden ser falsas y maquinadas por mentes perversas, con el ánimo de crear burlas y en muchos casos, hasta de hacer daño, y por supuesto, esto, en muchos casos, no solo crea confusión, entre los incautos lectores, sino puede causar daños irreparables.
Lo inverosímil, es que muchos de los autodenominados influencer, son aplaudidos y han ganado una buena cantidad de seguidores, por todas las estupideces que dicen o hacen, es de suponer, que son personas de la misma calaña. Ya no sabemos a quién vituperar, si al que dice las estupideces o al que las aplaude.
Algunos medios de comunicación, como noticieros de televisión, programas radiales y otros similares, exornan sus series televisivas, películas o publicidad con escenas de sexo, de morbo, de expresiones vulgares o manifestaciones de doble sentido. Los humoristas, casi todos, sin mesura, ni censura por parte de los medios, se descaran con términos vulgares de todo calibre o de doble sentido. Entendible es que deben ceñirse estrictamente a los libretos previamente diseñados por los sabios de las programadoras o productores, pero, a algunos, como que les fascina esto, porque hasta se ayudan con las ridículas contorsiones que hacen al comentar estos bodrios.
Muchas generaciones andan totalmente desnortadas, algunos de ellos actúan imbuidos bajo la nefasta influencia de un buen número de artefactos electrónicos, entre otros: las tablets, los celulares inteligentes, y los juegos, que especialmente a los menores, tiene el poder de crear una terrible adicción, en complicidad y anuencia de los padres, quienes con el pretexto de calmar un poco los ímpetus de los menores, ceden a su capricho ,y estos, fortalecen a su vez esta insana costumbre, hasta doblegar la voluntad de los padres, a tal punto, que terminan jugando todos ellos. Por esta razón, los libros útiles, los que pueden transmitir conocimientos, se encuentran relegados en las bibliotecas, esperando cumplir con el tiempo para su jubilación.
Muchos chicos, inclusive adultos, viven obnubilados con la cantidad de juegos electrónicos, quienes terminan dominados por la adicción y por ende, también amantes de la clinomanía. Ahora, los pequeños tienen más tiempo para dedicarle a sus entretenimientos, pues gran parte de las tareas de la escuela se los hacen los padres. Nada que hacer, son las “innovadoras reformas” de la educación en Colombia, donde están saliendo bachilleres con un mar de conocimientos, pero con un centímetro de profundad. Nuestra posición ineluctable, no tiene mucho que hacer ante las determinaciones quizá erráticas e indolentes del gobierno nacional, pero dicen los eruditos asesores, que la reforma educativa es una de las mejores que se haya hecho en toda la historia del país, para las generaciones venideras. Así se puede leer en el prefacio del proyecto.
Los tiempos han cambiado ostensiblemente, y con ello, las costumbres. Se ha perdido en gran parte los valores y principios, el respeto entre las personas, se ha perdido el respeto por la naturaleza, desorbitadamente prevalece más el interés particular que el interés general, se da más importancia a los bienes materiales que a valores espirituales y especialmente se ha perdido el temor a Dios, y en fin, se ha descaminado totalmente el rumbo de muchas vidas. Estamos en un laberinto sin salida que nosotros mismos hemos fabricado, igual o parecido al mítico laberinto de Creta.
Lo anterior nos hace recordar la frase del célebre científico Albert Einstein, cuando expresó que “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas”
También expresó que dos cosas son infinitas “la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”. Así es, el científico tenía, tiene y siempre tendrá la razón.