Mocoas, 10 de agosto de 2021.
Por: Silvio López F.
Mientras la noche acariciaba las 11 once horas y 35 minutos y 28 segundos, mi cuerpo y mi alma se extendía en un torbellino inesperado de sorpresas que endulzaban una y varias experiencias para vivir, entonces en un lapso de un nanosegundo mi mete quedo frenada en seco y en blanco, los múltiples pensamientos se apagaron.
No esperaba la muerte, pero te toca y te arrulla a un en las noches de tus sueños, unos más de ultratumba, alcanzas a ver cómo te despides de este mundo o no tienes tiempo ni para un adiós.
En este plano nos han sembrado el miedo a la muerte, como a vivir felices, nos preparan para concentrarnos en el dolor o a sufrir del pasado y del futuro, tiempos relativos inexistentes, simples pensamientos atizados por el miedo.
El miedo atizado por nuestra voluntad, que nos paraliza aun en el bello amanecer de la muerte dulce, el bello amanecer del día a día, del que debemos sembrar y cultivar de cómo vivir la vida bajo la sombra de una risa o de un abrazo vagamundo y placido, el que nos causa las tremendas ganas de vivir la vida apreciando el bello instante de sentir el amor de un jardín de bellas flores que despiertan los vuelos de los colibrís y las mariposas que brillan en el inmenso sol.
O maldita muerte o amorosa muerte, así el torbellino confunde el camino o el destino pasajero de los que en vida quedamos sufriendo amores y pensamientos oscuros cultivados por el miedo a vivir con amor puro y nos apegamos a la vida con despropósitos que arrebatan nuestra verdadera felicidad, nuestro verdadero fuego.
El no saber que hay más allá de la muerte nos permite apegarnos en el silencio de la vida pasajera, palpitante como el correr de minutero que acaricia la hora, la hora final de ver la verdad, verdad que duele y endulza el camino esperado, un camino de luz y esperanza, un camino al que por derecho a vivir no lo hemos ganado, nos hemos ganado como premio la muerte divina y placida con el canto de las estrellas.
Muerte que arranca a los vivos lagrimas por no entender y comprender porque Dios se ha llevado a nuestro ser amado y es aquí que nuestro ego convulsiona en el silencio del dolor amado, un silencio que parte nuestro corazón y achicharra nuestra alma para condesar en un presente de vivir y seguir viviendo hasta que hallamos cumplido nuestra misión de amor, propósito que está escrito en pizarras de piedra angelical, todo ha sido escrito y sólo las paginas pasan cómo pasa el sol y la luna o el viento que acaricia nuestro aliento de vivir agradecidos un día más. Así, con amor y sin miedos, mi alma saluda a tu alma de amor. ¡Soham! ¡yo soy!