Por : Alexander Africano
Resulta desde todo punto de vista inquietante el uso que los ciudadanos le estamos dando a las redes sociales en estos tiempos pero especialmente en épocas coyunturales como las actuales campañas electorales, donde se caldean los ánimos dada la tendencia generacional cambiante de la política y de la misma cultura e idiosincrasia de los votantes, en particular la nuestra, donde con una sola frase dejamos sentado al más filosófico y académico: “es que así somos los Colombianos”.
Desde el nacimiento, hasta el momento de la muerte, el ser humano de una u otra manera siempre se está relacionándose con los demás, a través de su familia, de sus amistades y de cada persona con la que entra en contacto, a esas relaciones incluso también las podemos llamar como “escenarios políticos”, pues allí se debaten situaciones y se concluyen compromisos en beneficio de unos y probablemente en malestar de otros. Allí generamos todo tipo de información, sin embargo en términos de comunicación en los últimos tiempos hemos perdido la noción de la palabra en el “ frente a frente “ y nos hemos convertido en “ciudadanos digitales armados”, aunque suene violento o fanático, hemos convertido los equipos de telefonía móvil en la “mejor arma” para destruir, aplastar, exterminar a nuestros semejantes; incluso hasta después de la muerte pareciera que con esa “arma” se desentierra y se vuelve a enterrar, pues así somos.
Lo curioso de esta nueva ola de habitantes dactilares digitales, es que se han convertido en jueces sin rostro creando una cortina de sigilo que permite ocultar hasta su propia fisonomía cuando se tiene que “enviar” su proyectil verbal o audiovisual a los objetivos previamente analizado y es en ese momento producto de las nuevas tecnologías que cualquier persona está al alcance de todos los modernos sistemas electrónicos y sus aparatos. Aparatos que anticipadamente emiten providencias donde no figurarán ni nombres, ni firmas, ni cuerpos, ni rostros, pero que descargan proyectiles y explosivos argumentos desde el más simple injurioso hasta el más letal que acaba hasta con la misma existencia.
En ese mundo virtual de ataque, lo que interesa es afectar al otro o por lo menos causar una herida en la dignidad de la persona, allí no hay organismo alguno que defienda, no hay principios de esa “guerra imaginaria”, tampoco protocolos o declaraciones universales, solo hay un objetivo con una naturaleza, una ubicación y una sola finalidad y es la de destruir parcial o totalmente al objetivo, que bien podríamos llamarlo el objetivo digital.
Tan fácil e impactante es ese globo digital, que no es necesario desplazarse personalmente para enfrentar o arreglar una situación cualquiera, pues ya el cuerpo sobra, bien para poner o cancelar un negocio o una cita amorosa incluso para romper el corazón más honesto, no es necesario el cuerpo presente ni siquiera para una celebración de aniversario porque casi todo lo ha sustituido el artefacto digital que manipulado con el dedo pulgar concede la felicitación o el visto bueno en línea o en su defecto concede la condena más cruel y brutal con un solo “enviar”.
Es común encontrar a grupos de adolescentes burlándose o haciéndoles la vida imposible a otros niños o jóvenes a través de Facebook en los colegios, hasta en las universidades; lo es también común el descubrir matrimonios destrozados debido al uso malintencionado de las redes a través de la más poderos arma virtual: el celular y se ha naturalizado tanto, que algunas personas se dan el lujo de traspasar el derecho a la privacidad de los demás, utilizando otro derecho como lo es la libre opinión. En fin una serie de particularidades que están acabando lentamente con la tranquilidad de las personas hasta el punto de favorecer hoy por hoy a los “psicólogos y psiquiatras virtuales” pues como ya se dijo no se necesita cuerpo, tampoco son necesarios los deberes.
Ni que decir de la actual coyuntura política donde se incrementa el uso de esta sofisticada arma del futuro y que si bien trae ventajas también nos ofrece un medio abonado que garantiza una victoria temprana a quienes desean aumentar la polarización, la estigmatización, la revictimización y en fin. A menudo vemos en los grupos especialmente de WhatsApp como se despelleja con una deslenguada argumentación a quien puede llegar a tener ventaja sobre su más inmediato rival.
Es precisamente en ese mundo cobarde y superfluo, donde nacen los temerosos que sobran entre los valientes y que se atreven sin la mínima pena o vergüenza a escribir desde la esquina, desde la tribuna, desde el palco, donde no se tenga el mínimo riesgo y es allí donde con celular en mano renace el cobarde armado, ese mismo que al presentarse adversidades se inhibe de la apropiación de ellas y asume como irrelevantes tales sucesos, mediocres y una vez puestos en su conciencia se prepara para el ataque sin contemplación y con algo más grave aún, hasta sin fundamento para luego disparar a diestra y siniestra.
Es ahí, ya con su artefacto listo para oprimir cualquiera de las falanges, que ese cobarde inicia los enfrentamientos y al agudizarse lo iniciado, se auto protege y salvaguarda su integridad, eso sí exponiendo la de individuos ajenos. En eso nos hemos convertido y estamos aprendiendo a convivir con ese tipo de seres espantadizos que habitan tierras de estóicos, confiados, porfiados y llenos la mayoría de miseria intelectual, pero hábiles depredadores del consumismo virtual que nos envuelve y que nos ata al teléfono móvil,a sabiendas de ser un dispositivo inalámbrico electrónico que es hasta radioactivo; incluso sin conocer la semántica de la palabra “celular” que en su origen se ha definido como un servicio que funciona mediante una red de celda.
Por su puesto que eso es, una celda que fácilmente la hemos convertido en un calabozo propio del invento, una mazmorra donde se entrelazan los carroñeros digitales, donde los redundantes cobardes tienen su guarida destructora en su ya destruida existencia, porque el cobarde no siempre está bien, es en la esquina de la prisión donde nadie lo ve, donde ataca y destruye, es allí donde está su ego de grandeza y de superioridad, es allí donde vive su fantasía, su propio show y hasta su decadencia pues a título propio piensa que las mentiras y su conveniente circo le hará mejor persona, o mejor y más hábil soldado, o mejor padre, o mejor esposo, o mejor estudiante, o mejor en todo, finalmente mejor en nada.
En ese sentido es preciso decir especialmente a los cobardes de las redes sociales que deambulan por WhatsApp, Facebook y Twitter, que las vienen utilizando y que hasta las han convertido en fuentes de información errónea de primera mano para sus usuarios, esos beneficiarios de los mensajes que en muchas ocasiones ni se toman la molestia de leer o de mirar un video, advertirles que sus manifiestos convertidos en fake news (noticias falsas) ya no van a tener éxito a menos que dejen la cobardía y compartan contenidos reales y concretos y seguros en la información. Precisamente las noticias falsas no buscan el pensamiento crítico, sino que atacan directamente los instintos básicos del hombre o mujer, por ejemplo las emociones, por eso es prudente tener en cuenta que la mezcla del rumor y la emoción producen la manipulación de las creencias y reacciones de impulso, que en muchas ocasiones acaban con valiosas personas.
Entre tanto y bajo la condición de Colombiano, soportando las competencias ciudadanas, y alejándonos de los cobardes digitales ya no será equitativo encontrar noticias en las redes sociales sin antes procurar leer la nota entera, ya no bastará quedarse con el mero titular, tampoco será creíble lo que en el instante se diga sino que es preciso dudar por un instante de la información. Los valientes tendremos que identificar las fuentes y si cualquier tipo de dato no tiene dueño o emisor, es necesario desconfiar pues detrás hay un cobarde, entre tanto será menester verificar e investigar si es cierto lo publicado de ser preciso corroborar los planteamientos, para eso es necesario leer completamente e interpretar objetivamente.
De otra manera, para controlar quienes viven en las “celdas” falsas, será necesario recurrir a varios medios de comunicación serios e importantes y por qué no a diferentes fuentes creíbles, no resultará malo tampoco preguntar a los conocidos como obtuvieron la información, esto para ayudar a los amigos a no ser reclutados en las redes de la cobardía, tal vez solo así podremos evitar el aumento de la desinformación y automáticamente ayudaremos a reducir rumores benignos que afecten la dignidad de las personas o la imagen de las instituciones; es oportuno que sigamos alerta y si alguno está siendo parte de la delincuencia digital es la hora de salir al mundo real y dejar el falso, ya no más “compartir” o “reenviar” noticias o informaciones erróneas y corrijamos con respeto a quienes han creído y apostado la difusión de noticias falsas que han conducido incluso a la muerte y destrucción de seres indefensos y hasta de lo más importante del núcleo central de la sociedad: La Familia.
- Alexander Africano Macías
Defensor de DDHH y Experto en Seguridad