¿Cómo se reconstruirá lo que pasó con las víctimas mujeres y Lgbti en el conflicto?

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Alejandra Miller, comisionada nacional de la Comisión de la Verdad.
Bernardo Peña / El País

A las mujeres que sufrieron la violencia sexual en el conflicto armado se les usó como un elemento de control territorial y de generación de terror.
Estaba naturalizado. Sus perpetradores no lo vieron ni lo han reconocido nunca como un delito. A las mujeres lesbianas se les violaba para que aprendieran, para corregirlas. Y a muchos hombres gays los violaron también para corregirlos, como un castigo a su feminidad.

Contarle al país verdades como esta, por qué pasó lo que pasó, qué había detrás, cuáles eran los intereses, y sobre todo, cuáles fueron las graves violaciones a los Derechos Humanos que se dieron en 50 años de conflicto, por distintos grupos armados y en distintos momentos de la historia, es la tarea que desde noviembre de 2018 y hasta noviembre de 2022 tiene la Comisión de la Verdad en Colombia.

En el marco de esta labor se realizará el miércoles 26 de junio, en el Teatro Heredia de Cartagena, un reconocimiento a las mujeres y personas LGBTI, víctimas de violencias sexuales, con énfasis en las mujeres negras afrocolombianas e indígenas, titulado ‘Mi cuerpo dice la verdad’.

Alejandra Miller, comisionada nacional de la Comisión de la Verdad, delegada para la macrorregión surandina, de la cual hace parte el Valle del Cauca, dialogó con El País sobre su labor:


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¿Cómo es ese trabajo de reconocer a quienes sufrieron la violencia sexual en el conflicto armado?

Llevamos seis meses y estamos en el despliegue territorial. La prioridad que tenemos es salir de los escritorios porque esa verdad hay que escarbarla en las regiones, con una profunda escucha porque este rompecabezas, como lo llamo yo, de la verdad, lo tenemos que construir es con las voces de las víctimas.

Nuestro rango de escucha es muy amplio, la gente no tiene que haber ido a poner un denuncio o estar inscrita en la Unidad de Víctimas, nada de eso. Y son víctimas de todos los actores, no solo de las Farc y de la Fuerza Pública, sino de las distintas guerrillas, las que se desmovilizaron en los 90, los paramilitares, etc.

Sabiendo que son temas tan sensibles, y que difícilmente las personas se abren a contarlos, ¿cómo hacer para lograr esa confianza? 


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Es una pregunta muy importante, porque este es un ejercicio que parte de la confianza y todo este trabajo surge de una exigencia que hicieron las víctimas.

Hemos insistido en la confidencialidad; lo que se le cuente a la Comisión tiene unos estándares de confidencialidad muy altos, así que la gente puede estar tranquila de que lo que nos cuenta no va a ser público.
Estamos trabajando con organizaciones que ya tienen la confianza de la gente y nos abren sus puertas. Creo que hay una esperanza muy importante puesta en nuestra tarea, que nos ayuda a que esa confianza se dé.

¿Cuántas personas piensan entrevistar y cómo discriminar las distintas violencias padecidas?

Tenemos una meta de escuchar y recoger testimonios de unas 16.000 personas hasta el próximo año. Yo calculo que al paso que vamos pueden ser más, hay mucho interés en hablar, a pesar de que nuevamente hay miedo en muchos territorios. La manera en que la Comisión está actuando posibilita que la gente hable. Y creemos que en ese volumen vamos a encontrar la rigurosidad para poder explicar muchas cosas de lo que pasó. Esperamos que al menos la mitad sean mujeres y población LGBTI.

«Hay una frase muy poderosa que dice: las víctimas sabemos lo que nos pasó, los perpetradores saben lo que hicieron, pero necesitamos que toda la sociedad lo sepa, porque necesitamos cambiar como país», Alejandra Miller, comisionada nacional de la Comisión de la Verdad.

¿Hay alguna categoría especial que se dedique a los casos de feminicidio, aunque entonces no estuviera tipificado así este delito (antes de 2015)?

Sí, lo estamos revisando en el grupo de género como una categoría. No solamente los feminicidios, sino la desaparición forzada. Eso lo está trabajando la unidad de búsqueda de personas; mujeres, muchas de ellas, que fueron desaparecidas y que los análisis forenses muestran cómo fueron violadas y torturadas antes de la desaparición, configurándose, por supuesto, el feminicidio.

Hay cosas que queremos posicionar porque nos parece muy importante y es esta identificación del continuum de la violencia, es decir, cómo las mujeres víctimas no solo de violencia sexual, sino de despojo, desplazamiento y secuestro, muchas veces han sido víctimas de violencias desde niñas, en el cuidado de la casa, constituyendo lo que nosotros llamamos el continuum de la violencia.

¿Cómo se evidencia esa permanencia de la violencia?

Aunque si bien la Comisión de la Verdad no va a trabajar temas de violencia sufrida por las mujeres por fuera del conflicto armado, tampoco podemos negar esos contextos que tendremos que mostrar.
Y también porque para nadie es un secreto, con la Ruta Pacífica lo vimos en el norte del Cauca particularmente, que cuando se registraron los picos de exacerbación del conflicto armado, cuando había mayor copamiento militar, combates, tomas, lo que fuera, se exacerbaban todos las formas de violencia contra las mujeres en lo público y lo privado. Porque en los contextos de extrema militarización se extrema el patriarcado.

¿Hasta este momento, cuántas voces han escuchado?

En la región surandina que es esta región de Cauca, Valle, Nariño y Putumayo, sin la Costa Pacífica que la pusimos como otra macrorregión, llevamos cerca de 200 testimonios de diversas víctimas y momentos, distintos actores armados y de distintos hechos victimizantes también.

Entiendo que en el caso de nuestra región hay un insumo importante, gracias a la Ruta Pacífica…

El informe de la Ruta Pacífica se llama ‘La verdad de las mujeres víctimas del conflicto armado’ y nos dio muchas luces. Allí se identificaba como una forma de violencia sexual en el norte del Cauca utilizar niñas menores de edad, en este caso las Farc y la Policía particularmente, para que enamoraran al bando contrario, le sacaran información y se la trajeran a uno de los dos grupos y al final las niñas quedaban en la mitad.

Eso es una forma de violencia sexual que no está reconocida penal ni jurídicamente, pero que existe. Otra es la maternidad forzada; muchas mujeres campesinas a las cuales la guerrilla les entregaba hijos ajenos (en el caso de Clara Rojas) ‘los entregamos pa’ que usted lo críe’, y ¿qué podían decir? O las mujeres en Putumayo que han documentado cómo las paraban en los retenes; el Ejército las bajaba, para saber si traían droga y en esas requisas las tocaban y esas son otras formas de violencia sexual.

Entonces, además de la violación sexual, que por su puesto se dio, hay otras formas más invisibilizadas de violencia que el informe de la Comisión de la Verdad retoma.

¿Qué dicen hasta ahora esos relatos y otros que los antecedieron?

Aunque estamos aún en la recolección, podríamos contar de estos territorios muchas historias que vivieron la mujeres.

Un caso que nos impactó mucho fue el de las hermanas Galárraga, en Putumayo: cuatro mujeres desaparecidas por los grupos paramilitares en Puerto Leguízamo, que fueron secuestradas, torturadas, violadas y desaparecidas. Su madre las buscó durante años, hasta que en el marco de justicia y paz, uno de los paramilitares confesó lo que les habían hecho y dónde estaban enterradas.

Ese caso ha sido muy doloroso, porque muestra en toda su dimensión lo que las mujeres tuvieron que vivir en esos territorios ocupados.

Las mujeres afro también sufrieron violencias sexuales muy fuertes…

Ya sabemos que en el caso de la masacre del Naya (2001, bloque Calima) ellas fueron las más afectadas.

Aunque la masacre sucede en la parte alta, las desapariciones, las muertes, los homicidios y la violencia sexual se dieron en la parte baja, donde estaban las comunidades afrodescendientes.

La violencia sexual por parte de los grupos armados tiene un pico más alto en las mujeres afro, porque hay una concepción de hipersexualización del cuerpo, que las identifica como mujeres calientes, buenonas, que resisten.

¿Los responsables de estas violencias sexuales han confesado? 

Tenemos el agravante de que los perpetradores no lo confiesan y esa es una de las cosas que queremos posicionar con actos de reconocimiento como el de este 26 de junio.

Ahí tenemos el caso de ‘El Oso’, el paramilitar, en Montes de María, que no tuvo problema de confesar más de mil homicidios, pero jamás confesó una violación sexual y eso obedece a una connotación cultural de naturalización de la violencia sexual. Es decir, no lo entienden como un delito, ‘cómo así que yo las violaba, esos cuerpos son míos, cuál delito’.
Entonces también queremos dejar un mensaje de empezar a desnaturalizar la violencia sexual, en el marco del conflicto armado, pero por supuesto, eso pasa todos los días.

Si ha sido tan complejo saber lo que pasó con las mujeres, mucho más lo ocurrido con personas LGBTI…

Tenemos convenios con muchas organizaciones que trabajan derechos LGBTI. Lo que sabemos es que la violencia sexual en estas personas se utilizó como un elemento de corrección, precisamente por ser sexualidades distintas a las heteronormativas o las que ellos conocían.

Entonces muchas mujeres lesbianas, que ya nos están contando sus historias, eran violadas para que aprendieran, para corregirlas. Y muchos hombres gays eran violados como castigo a su forma de feminidad, es decir, era en razón a su cuerpo femenino, como castigo y corrección.
Esos elementos son muy poderosos en lo que les pasó a las personas LGBTI en el marco del conflicto armado, en tanto que en las mujeres se utilizó como un elemento de poder, control territorial y como una manera de generar de terror.

Finalmente, ¿por qué es tan importante contar y reconstruir esa verdad de quienes llevan en su piel las huellas del conflicto?

Esto no es una verdad solo para las víctimas, es una verdad para que esta sociedad se mire al espejo y piense por lo menos: ¿yo dónde estaba cuando estaban matando a todo este mundo de personas? ¿Por qué no reaccionamos como sociedad? No somos los primeros responsables, pero alguna dosis de responsabilidad deberíamos tener como sociedad de ver lo que pasó frente a nuestros ojos y que no reaccionamos. Y sobre todo, lo más doloroso, que no estamos reaccionando para parar la continuidad de esta guerra.

El reto más grande de la Comisión de la Verdad es contarles a las víctimas del conflicto armado cómo pasó, pero también, al resto de la sociedad.

Sobre la Comisión

La Comisión de la Verdad es parte del sistema integral de verdad justicia y reparación, que responde al punto 15 de los Acuerdos de Paz de La Habana.

Este acuerdo define la creación de tres nuevas instituciones transicionales.

Una es la JEP, que es la más conocida, por ser el tribunal de paz; la otro es la Comisión de la Verdad, que como su nombre lo indica, busca garantizar el derecho a la verdad, de las víctimas y la sociedad. Y la tercera es la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (hay 80.000 en el conflicto).

Fuente : ElPais

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