Por: Jesus Ernesto Anacona Delgado
Cuando era niño, mi sueño no era ser Policía, era jugar a ser Policía. El tiempo pasó y de niño me convertí en joven, tenía metas claras, metas nítidas, metas que muy pronto me convencieron que el juego de ser “Sargento” se convirtieran en un capitulo que me transformaría de ciudadano a profesional de Policía.
Era niño y recuerdo a un Agente de Policía que con su mirada de investigador certero, caminaba por mi barrio, viéndonos con un saludo marcial que nos hacía pensar y soñar que su trabajo era el más excitante de todos a los que podíamos anhelar.
Estando con su uniforme verde oliva en uno de los tantos procedimientos, al vernos observando e interpretando nuestra mirada anhelante de quererlo saber todo nos dijo: “Es simple muchachos” “lo mejor que les puede pasar, es que les paguen por hacer todos los días lo que les gusta” y esas simples palabras retumbaron en mi mente hasta lograr estremecer los recuerdos de mis ancestros, los mismos que algún día estuvieron en el frente de batalla luchando por una libertad llamada Colombia y una sonrisa llamada Victoria…….pues en la precoz imaginación de joven-niño, cualquier explicación se resumía en un fantasear despierto, donde ser Policía significaba ser el héroe, el personaje principal y el hombre admirado, aplaudido y solicitado por todos, definitivamente deseaba ser Policía.
Mucho tiempo después, frente a los Policiales que estaban a mi mando, observé por primera vez como aquel Agente se cruzaba nuevamente en mi vida, sintiendo exactamente lo que parecía haber perdido con la edad, pues mi sueño de ser Policía lo había logrado al punto de obtener mi tercer ascenso al grado de Intendente, el grado que siempre soñé, pues ser un “Sargento” como mi Padre era una de las tantas metas que tenía en el tintero de la vida y ahora la recordaba viendo al señor Agente CAMPO ELIAS GELPUD GELPUD, uniformado, activo y lleno de tanta sabiduría como de verdadero amor a la institución Policial durante sus 37 años de abnegado servicio a la patria.
Si, historias como la mía hacen parte del día a día de más de 180.000 hombres y mujeres Policías que patrullan día y noche las polvorientas calles de los pueblos y el intrincado camino de las ciudades.
Cuando recuerdo el porqué de mi vocación Policial, no dejo de pensar en todas esas historias inéditas que nos podría contar aquel Agente de mi infancia, historias llenas de tantas anécdotas alegres, tristes, heroicas e increíblemente llenas de las verdades que no se escriben en los libros de historia porque simplemente se transcriben de la mente y el corazón de quien las vivió a los oídos dispuestos de quienes las quieren escuchar.
Esta es mi historia, es mi cuento y ahora mi realidad…..es muy probable que en este mismo instante en algún lugar remoto del país, un Policía con un acto simple como saludar, escuchar, respetar o simplemente sonreír este marcando de por vida a un niño como le sucedió a quien relata ésta: la historia de una historia.
“Debemos escuchar al niño que fuimos un día y que existe dentro de nosotros. Ese niño entiende de instantes mágicos.”