Navegando por el río Putumayo me topé de frente con un bello barco blanco, de tres pisos, construido en el estilo típico y romántico de los que navegan por los ríos de la Amazonia y que lleva el hermoso nombre de Anaconda, la boa gigante de los ríos de la selva, llamada científicamente Eunecte.
Esta es la historia del barco: en el año 2007, una canoa llamada Maco Gay (mensajera del río), contratada por Corpoamazonia, llevaba a dos funcionarios por el río Igara Paraná y hacía educación ambiental entre los moradores de las riberas. Esta sencilla canoa se convirtió en el año 2012 en el Aula Itinerante Fluvial Anaconda, embarcación que recorre los ríos de la Amazonia colombiana llevando, con el concurso del Sena y Ecopetrol, educación ambiental a los moradores de los ríos, indígenas, campesinos y colonos.
El admirable servicio que presta no se limita a la educación en buenas prácticas ambientales en agricultura, pesca y actividades forestales, sino que se extiende a muchas otras áreas, como cuidados de la salud, enseñanza de inglés y de computadores, etc.
Corpoamazonia, con sede central en Mocoa y ‘sucursales’ en Leticia y Florencia, atiende ambientalmente 22’868.700 hectáreas que representan el 65 por ciento de la Amazonia colombiana y el 20 por ciento del territorio continental colombiano, en los departamentos de Putumayo, Amazonas y Caquetá.
El barco sale de Puerto Asís y recorre los 2.500 kilómetros del Putumayo hasta llegar a Leticia y remontar el río Amazonas, hasta Puerto Nariño. En la mitad del camino, al llegar a Puerto Arica, abandona el río Putumayo y entra por el Igara Paraná, hasta alcanzar La Chorrera, mítico centro de las caucherías y de las fechorías de la casa Arana. En Tarapacá, el Anaconda penetra en territorio brasileño, desemboca en el Amazonas y, remontando este, llega a Leticia.
El Aula Itinerante Fluvial Anaconda ha capacitado a 15.545 personas, distribuidas así: 14.970 colombianas, 450 ecuatorianas, 120 peruanas y 5 brasileñas. En su recorrido, el barco pasa por estos poblados, entre otros: Puerto Ospina, San Rafael, El Encanto, que es la boca del río Caraparaná; Puerto Arica, La Chorrera, Tarapacá, Leticia y Puerto Nariño. La llegada del barco a cada puerto es motivo de alegría para los habitantes, que lo reciben con demostraciones de júbilo y agradecimiento.
Entre las prioridades que Corpoamazonia lidera están los negocios verdes, uno de los cuales es la incentivación en el cultivo y la comercialización de frutos amazónicos, como el asaí, el copoazú, el arazá, el bakú y el marañón, que tienen gran demanda en el negocio frutícola y en la confitería. Otra prioridad es el ecoturismo.
Yo he visitado varias de las muchísimas cascadas cercanas a Mocoa que reciben visitantes, no solo colombianos, sino muchos extranjeros que viajan al Putumayo atraídos por sus bellezas naturales. El departamento del Putumayo es uno de los más bellos y ricos en agua en Colombia.
Cercanas a Mocoa y Villa Garzón hay innumerables cascadas; estas dos ciudades están literalmente pegadas al piedemonte, cuyos tupidos bosques son fábricas de agua; de allí se desprenden ríos como el Putumayo, el Caquetá y el Mocoa, y cascadas como Fin del Mundo, Ojo de Dios, cascada de los Dioses, los Micos, el Duende, la Mojana y Hornoyaco. En dialecto inga, ‘yaco’ significa ‘agua’. La toponimia regional es rica en nombres de lugares en los que el agua es el atractivo principal: Mandiyaco, Hornoyaco, Rumiyaco, Caliyaco, Solteroyaco, Dantayaco, Loretoyaco, Oroyaco, Inchiyaco, Porotoyaco, Afilangayaco y Sangoyaco. Hay más.
El Putumayo es un edén y merece ser visitado una y más veces.
ANDRÉS HURTADO GARCÍA
Fuente : ElTiempo