La Amazonia quiere prender el fogón de la reconciliación

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Indígenas de la Amazonia dicen que aún no se cumplen las expectativas de los acuerdos con las Farc.
Foto: Sandra Botero / Oficina del Alto Comisionado para la Paz

En medio del calor húmedo de la selva, de pie y reunidos en círculo, un sacerdote de Putumayo, un taita del Amazonas y un poeta de Caquetá elevaron sus plegarias, uno a uno con voz pausada y solemne, por la reconciliación de Colombia. Otras 26 personas, también en el círculo, escuchaban en silencio y con su cabeza inclinada.

El sacerdote se llama Campo Elías de la Cruz y durante el conflicto con las Farc ayudó a la liberación de secuestrados en Puerto Asís. Por eso tuvo que exiliarse ocho años. El taita es el indígena muru Farekatde Gil, quien defendió su territorio para que la guerra no arrasara su pueblo. Y el poeta, Libardo Valdés, usó el arte para alentar el diálogo y el silencio de los fusiles.

Con esa estremecedora escena concluyó en Florencia, la capital caquetense, un encuentro marcado por una profunda espiritualidad en el que artistas, docentes, comunicadores y líderes campesinos y espirituales de cuatro departamentos de la Amazonia buscaban tejer confianza en esa región, adonde llegó la guerra con las Farc.

De allí salió una firme convicción: la necesidad de enviarle al país un mensaje para sanar los dolores del conflicto. Cómo entendernos en una nación en tránsito hacia la posguerra es la apuesta. Por eso, luego de un encuentro durante tres días lluviosos de octubre, representantes de Caquetá, Putumayo, Amazonas y Huila (puerta de entrada a esta región) decidieron realizar una gran acción colectiva consistente en reunir a la sociedad civil de la Amazonia en Puerto Leguízamo, Putumayo, alrededor de una gran hoguera.


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La idea es que, reunidos en esa población, que vivió la crudeza de la guerra, llamen la atención de quienes siguen indiferentes a la transición de la guerra a la paz que viven esos territorios. Quieren sensibilizar sobre la importancia de que se cumpla lo pactado en La Habana, pero con una nueva narrativa que deje atrás los odios.

A mediados de febrero, bajo el lema ‘¡Un, dos, tres: a prender el fogón!’, los líderes de la Amazonia llegarán en caravanas por el río Putumayo a esa población, donde se tomó la icónica foto de guerrilleros que iban camino a los sitios de desarme, en la conocida como última marcha de las Farc. En Puerto Leguízamo se encontrarán con un gran fogón alrededor del cual, además de realizar un acto espiritual entre indígenas, católicos, protestantes y ateos, cocinarán recetas regionales como mensaje al país de que la paz les permite regresar a sus raíces.

Para Diego Cancino, asesor de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz que promueve estos encuentros, lo que se quiere con el acto es hacer una gran puesta en escena que cambie la mentalidad de desconfianza que la guerra produjo en el país. “Es un mensaje muy contundente a las ciudades por medio de un encuentro de espiritualidades: no importa si fueron del Sí o del No en el plebiscito, apostémosle a la reconciliación. Esta gente ha padecido bombas, secuestros, muertes, desplazamientos enteros de comunidades, y ahí están, perdonando”, dice el funcionario.

Alrededor del fuego (un símbolo universal que ha convocado desde los griegos de la época de Heráclito hasta los indígenas en sus malocas), la Amazonia quiere cocinar para sanar el dolor del conflicto


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La consigna es clara: alrededor del fuego (un símbolo universal que ha convocado desde los griegos de la época de Heráclito hasta los indígenas en sus malocas), la Amazonia quiere cocinar para sanar el dolor del conflicto y propiciar un reencuentro con sus familias y tradiciones, agrega Cancino. 

En ese viaje, las poblaciones ribereñas que se quieran sumar a la iniciativa lo podrán hacer subiéndose a las embarcaciones. Los líderes indígenas definieron el objetivo final de esta iniciativa como “endulzar la palabra, endulzar la diferencia”, es decir, cambiar el discurso en el país, que no se hable más de la gente que votó por el Sí ni de quienes lo hicieron por el No, y más bien girar la mirada hacia las regiones para entender su abandono.

La paz no ha llegado del todo

El padre Campo Elías de la Cruz dice que en la región de la Amazonia falta realizar actos de perdón con las comunidades, así como se ha hecho en otras partes del país. “Es una ganancia que gracias al acuerdo de paz con las Farc hayan dejado de morir colombianos, pero aún quedan muchas preguntas sobre la paz en los territorios”, afirma.

Por ejemplo, en el valle de Sibundoy, en Putumayo, “hay necesidad de bajar la autoridad del Estado y de subir la autoridad de la comunidad para fortalecer el bienestar y el buen vivir”, dice el exgobernador de la comunidad kamsá Santos Jamioy. Para su etnia, la paz significa volver al orden tradicional y no que se imponga, sin diálogo, la visión occidental, incluido el acuerdo de paz.

En todo caso, el exgobernador Jamioy destaca que su pueblo, adonde llegaron miles de desplazados, sí ha cambiado en algo con el fin del conflicto. “Nos suena bonito que la afluencia de familias que llegan a la comunidad haya disminuido y que varios que convivieron con nosotros hace años estén regresando a sus territorios. Esperamos que los encuentren tal como los dejaron”, celebra.

Eduar Yalanda, gobernador de un territorio del pueblo misak en La Plata y miembro del Consejo Regional Indígena del Huila, es más categórico en señalar que a un año de haberse firmado la paz con la guerrilla aún no se cumplen sus expectativas. “Las Farc se desmovilizaron, entregaron armas, pero los territorios indígenas quedaron en las mismas. La minería nos sigue expulsando”, lamenta. Y, aunque reconoce que la zozobra en su comunidad ya no se debe a los combates, dice que ahora hay incertidumbre por las multinacionales que quieren explotar su territorio.

Los representantes de los territorios de la Amazonia que padecieron el conflicto armado coinciden en que el acuerdo de paz les ha dado un cuarto de hora y en que deben aprovecharlo para que los indiferentes se solidaricen con sus realidades. Mientras mambea coca, Farekatde Gil, el taita del pueblo muru (ubicado en el corregimiento La Chorrera y una de las 26 etnias indígenas que habitan en el corazón del departamento de Amazonas) subraya que, así como resistieron los tiempos de guerra con la fuerza espiritual de sus abuelos, con esa misma fuerza pretenden evitar que la paz traiga políticas públicas que choquen con los fundamentos de su cultura.

Lo que queremos es que se respeten nuestros sistemas propios de gobierno, de salud, de educación. Necesitamos apoyo para que el conocimiento de nuestros pueblos no desaparezca, que perviva

“Lo que queremos es que se respeten nuestros sistemas propios de gobierno, de salud, de educación. Necesitamos apoyo para que el conocimiento de nuestros pueblos no desaparezca, que perviva”, dice el taita de 60 años, a la vez que explica que la paz, como término, no existe para ellos: “Para nosotros la paz es el bienestar social, el respeto a lo colectivo, a lo espiritual”.

Los labriegos también ven cambios con el fin del conflicto, a pesar de lo que han denominado “la feria de los chalecos”, en referencia al desfile de ONG que llegan con programas de ayuda y luego se van sin solucionar el problema de fondo. “Las campesinas ya pueden recoger cosechas de yuca sin miedo a las minas antipersonal. Pero necesitamos vías para sacar nuestros productos”, reclama Zereida Romero, de la Asociación Campesina del Suroriente del Putumayo.

Jóvenes como Nini Ledesma, de Belén de los Andaquíes, opinan que la paz debería traer consigo más universidades para esa región.

Y Patricia Franco, profesora de la Universidad de la Amazonia, concluye que se debe construir confianza entre las partes involucradas en el posconflicto para que todas estas voces sean escuchadas.

El Pacífico y la región Andina también se movilizan

Líderes, comunicadores, artistas y docentes del Pacífico realizarán una gran movilización entre el 5 y el 9 de diciembre. Se trata de una caravana desde Quibdó, la capital chocoana, hasta Tumaco, en Nariño. Con el lema ‘Vacunación contra la desconfianza’, su intención es tomarse la zona más peligrosa de este convulso territorio para que ese día no haya ninguna víctima de homicidio.

La región Andina oriental, que agrupa los Santanderes, Cundinamarca y Boyacá, también realizará una caravana, denominada ‘La ruta de la confianza’, desde San Juan de Rioseco, en Cundinamarca, hasta la frontera con Venezuela en Puerto Santander (Santander). Se realizará entre el 14 de noviembre y el próximo 15 de diciembre.

JUAN CAMILO PEDRAZA
EL TIEMPO
Florencia (Caquetá)
juaped@eltiempo.com@JCamiloPedrazaM

Fuente : ElTiempo

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