Nos han dicho cientos de veces que somos el segundo país más biodiverso del mundo –con cerca de 57.000 especies registradas, con el mayor número de aves y orquídeas del planeta, y con el segundo puesto en plantas, anfibios, mariposas y peces dulceacuícolas–. Sin embargo, todavía nos falta por explorar un tercio del territorio nacional donde, suponemos, habita una riqueza natural abrumadora. La paz, o al menos el posconflicto, nos está permitiendo eso: entrar a aquellos ecosistemas que durante cuatro décadas estuvieron ocupados por las Farc.
Por eso varios científicos del país se embarcaron en un proyecto de ciencia colaborativa tras la firma de un acuerdo con el grupo guerrillero. De la mano de Colciencias y varios centros de investigación, se harán 20 expediciones –ya comenzaron algunas–, hasta el año 2018, para conocer la biodiversidad que tenemos y saber cómo protegerla.
Allí se registraron un total de 2.700 especies, de las cuales 47 son nuevas para la ciencia (lo que significa que nunca antes se habían visto o descrito en el mundo) y 190 fueron primeros registros para la biodiversidad de Colombia (que ya existían pero no se habían observado antes en el país).
Las jornadas de Barona empezaban todos los días a las 6 de la mañana y terminaban a las 2 de la madrugada. En el transcurso del día aprovechaba para recolectar la mayor cantidad de plantas fértiles posibles (con flores o frutos), medía el diámetro de los árboles, la altura y agarraba muestras de hojas de diferentes tamaños. Luego, en el campamento, se tomaba nota de las características que se pudieran perder con el tiempo, como el color, la textura, las resinas, el olor e incluso el sabor. A cada planta le ponía un número consecutivo de colección para que no se confundiera con las demás.
Después, como se hace un libro, de manera intercalada se ponía una planta sobre un pliego de papel periódico. Les echaba alcohol encima hasta humedecerlas y luego se guardaban en bolsas para evitar que los hongos destruyeran las muestras.
Ya en el laboratorio, el “libro” de plantas se coloca en láminas de aluminio corrugado con cartón y se mete en un horno por 48 horas a 60 grados centígrados. Al salir, las plantas ya secas, son separadas por familias y comparadas con otras especies que sirven de referencia. Si alguna de ellas no encaja con lo que se ha visto o investigado hasta el momento, se la considera como una especie nueva para la ciencia, lista a ser bautizada con un nombre y descrita en una revista científica.
El grupo del Instituto Sinchi, del que hace parte Barona, encontró 119 primeros registros para Colombia y 21 plantas, cuatro peces, seis anfibios, tres reptiles, seis mariposas y siete perifiton nuevos para la ciencia.
“Este trabajo normalmente se hace con las uñas, con muy poca financiación, así que ahora es el momento de homenajear a todas las personas que durante tantos años han intentado mostrar el conocimiento básico de nuestras especies. En el posconflicto debemos sentir que la naturaleza es parte esencial de la reconciliación”, dice Javier Barriga, coordinador de las Expediciones Bio del Humboldt.
La tarea sorprendió a todos los expedicionarios, quienes encontraron también una nueva especie de pez cavernícola ciego, un escarabajo negro que apenas mide tres milímetros, 256 colonias de corales que presentan algún tipo de enfermedad en cayo Serrana, una serpiente de árbol fantasma que solo se había visto en el año 1966, un tercer ejemplar de la serpiente cabeza oxidada para el país, un sapo que no se veía hace 41 años, un bagre que mide menos de un centímetro; incluso, se lograron marcar con etiquetas satelitales a tres tiburones ballena para monitorear sus movimientos a través de la costa colombiana.
Las próximas travesías –porque es lo que realmente son– se harán en Alto Patía y la Bota Caucana para estudiar artrópodos, en nevados, páramos y lagunas salinas para analizar organismos extremófilos, a cayo Serranilla y al piedemonte Andino.
El objetivo de las expediciones Bio es conocer la biodiversidad de Colombia. Hasta el año 2018 se harán 20 travesías en total.
De acuerdo con todos los investigadores entrevistados por EL TIEMPO, los ecosistemas analizados se encuentran en un estado de conservación muy alto. El conflicto armado, irónicamente, los mantuvo aislados de las garras de la locomotora minera, la deforestación, la ganadería extensiva, los cultivos ilícitos y las obras de infraestructura que a su paso quiebran los distintos ambientes.
“La guerra, sin duda alguna, preservó estos territorios. La gran amenaza ahora es el posconflicto”, dice Felipe García, gerente de Colombia Bio. “Ahora es importante capacitar a las comunidades locales para que se empoderen, sepan lo que tienen, lo conserven y monitoreen”.
Y es que solo el año pasado, Colombia perdió 178.597 hectáreas de bosque, un 44 por ciento más de lo registrado en el 2015. En los siete grandes focos de destrucción forestal (Chocó, Meta, Antioquia, Caquetá, Norte de Santander, Guaviare y Putumayo) habitan cerca de 3.000 especies; de las cuales 31 están en vías de extinción.
Ahora, con la incertidumbre de la paz, ¿qué pasará en los próximos años con estos lugares? El Gobierno debe cuidarlos.
“A usted le regalaron un país que se llama Colombia y es lo único que realmente es suyo. Pase lo que pase aquí está su vida. Yo lo comparto con otros pero este país es mío y lo voy a defender como sea”, asegura el biólogo Juan Manuel Rengifo.
TATIANA PARDO IBARRA
@Tatipardo2
Redactora El Tiempo Verde
Fuente : ElTiempo