Mocoa/COLPRENSA
Han pasado dos meses desde que una avalancha se llevó a 332 vidas y destruyó el 40% de Mocoa y la reconstrucción de la ciudad no ha comenzado. En eso coinciden los habitantes que siguen viviendo las penurias de ese desastre y funcionarios como Sorrel Aroca, la gobernadora de Putumayo, y José Antonio Castro, el alcalde de la capital del departamento.
Todos están a la espera. Las autoridades locales aguardan a que los ministerios y otros entes del gobierno nacional les presenten los informes con los que se elaborará el plan de acción para Mocoa, que será la hoja de ruta de la reconstrucción, mientras en las calles la gente espera respuestas. Los pobladores están sumidos en una incertidumbre que se mezcla con el miedo a que, en los dos meses que quedan de invierno, pueda escribirse un segundo capítulo de la tragedia.
La fase de respuesta, le explicó la gobernadora Aroca a Semana.com, terminó el 18 de abril pasado. «Ahora estamos en la fase de rehabilitación», el paso previo a la reconstrucción. Este lunes, justamente, se llevó a cabo un encuentro clave para comenzar ese proceso. En la Casa de Nariño varios jefes de las carteras nacionales se reunieron con las autoridades del Putumayo.
En el palacio presidencial, cuenta el acalde Castro, el gobierno nacional presentó un primer mapa de riesgo donde se establecen zonas de afectación de la tragedia y se indican puntos de riesgo críticos que deben ser intervenidos con urgencia. Sin embargo, solo en cuatro meses estaría listo el análisis que mostraría el estado real de la ciudad, una pieza esencial para proyectar las acciones futuras, para evitar que algo así vuelva a suceder y para rehacer la ciudad.
En esa reunión, cuenta el alcalde, el Ministerio de Vivienda informó sobre la adquisición de un predio en el sector Los Sauces, que está próximo a ser acondicionado para construir las primeras 300 viviendas para los damnificados (se espera que en 4 meses estén listas algunas). Así mismo, se habló del plan de adquirir 6 hectáreas adicionales para construir más casas. El cálculo de Castro es que se necesitan 3.000 para apaciguar la calamidad que dejó a 7.600 familias damnificadas (más de 22.000 personas).
Sin embargo, la gente desconoce estos planes y eso los llena de angustia. El clamor de vivienda digna es el reclamo más recurrente. Neyla Gómez, del barrio San Agustín, dice que le urge la información. «Queremos razones y respuestas, saber si podemos seguir viviendo acá o nos tenemos que ir».
Otro de los frentes en los que se está trabajando es la reactivación de la economía. Mocoa ya enfrentaba una dura situación económica antes de la avalancha, con un índice de desempleo que rondaba el 16%, uno de los mayores del país. Ahora, la situación es peor, algunos sectores económicos quedaron paralizados por completo. Para eso, explica Aroca, se han condonado créditos a los comerciantes afectados y pretenden reactivar el turismo con préstamos al sector que se ha convertido en uno de los fuentes que dinamizan la economía local.
Pero el problema en el que más enfatizan los damnificados es que no solo se quedaron sin casa, tampoco tienen nada en qué ocuparse. Para eso, sostiene Castro, es necesario tomar medidas urgentes. Por su parte, ya le pidió al gobierno nacional que la mano de obra -constructores, ingenieros, etc.- que se contrate para la reconstrucción, sea originaria del departamento.
Aunque las autoridades locales y del departamento le han hecho frente a una parte de la tragedia, la responsabilidad de reconstruir Mocoa recae sobre el gobierno nacional, que creó la gerencia de la reconstrucción, a cargo del ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas. Hasta ahora, de las arcas nacionales se han destinado 40.000 millones de pesos, mientras que las donaciones, que no cesan, ya rondan los 33.000 millones.
La ciudadanía también está preocupada por el uso de esa plata. «No se conoce nada del manejo de los recursos de la reconstrucción. Apenas se escucha que se ha contratado agua y servicios funerarios, por ejemplo», dice Euler Guerrero, diputado de Putumayo. Los ciudadanos, por su cuenta, ya han comenzado a organizarse para vigilar la destinación de esos recursos. Al menos seis veedurías se han conformado para ese fin.
Lo evidente es que Mocoa sigue moviéndose en la incertidumbre, incluso sobre el número de muertos que dejó la tragedia. La cifra oficial los calcula en 332 y registra 71 desaparecidos. Sin embargo, en las calles se dice que son muchos más, que incluso podrían llegar a mil. La cifra la sacan de los conteos que ellos mismos hacen entre vecinos.
Poco a poco, Mocoa intenta sobreponerse al impacto de la avalancha. Dos meses después, la atención de sus pobladores comienza a moverse del dolor por los muertos hacia la expectativa de un futuro que aún no ven claro.